sábado, 12 de noviembre de 2011

Rodrik articulos periodisticos

2002-09-27
DANI RODRIK - Y Después del Neoliberalismo, ¿Qué? 
Dos décadas de estar aplicando las políticas económicas neoliberales al mundo en desarrollo han brindado resultados decepcionantes. América Latina, la región que se esforzó más por implementar las recetas del "Consenso de Washington", como el libre comercio, la derregulación de precios y la privatización, ha experimentado un crecimiento bajo y volátil, y sus desigualdades se han ampliado. Entre las economías exsocialistas de Europa del Este y la ex Unión Soviética, son pocas las que han recuperado los niveles reales de producción que prevalecían antes de 1990. La mayoría de las economías del África Negra no respondieron a los programas de ajuste demandados por el FMI y el Banco Mundial.
Los pocos ejemplos de éxito se dieron en países que no siguieron la corriente y que con dificultad serían modelos ejemplares del neoliberalismo. China, Vietnam, India: los tres violaron virtualmente todas las reglas de la guía neoliberal, incluso al seguir una ruta más orientada al mercado.
Es tiempo de abandonar el neoliberalismo y el Consenso de Washington. Pero el reto está en proveer un grupo alternativo de lineamientos para la definición de políticas sin caer en la trampa de promulgar otro modelo impráctico más, supuestamente correcto para todos los países en todo momento.
Los antecedentes sugieren que son dos las estrategias en las que debe anclarse un programa de crecimiento adecuado: una estrategia de inversión diseñada para darle un impulso inicial al crecimiento en el corto plazo y una estrategia de construcción de instituciones diseñada para darle resistencia a la economía para enfrentar situaciones adversas.
La clave de la estrategia de inversión es hacer que la economía doméstica sea excitante para los empresarios locales. El promover la inversión externa o liberalizar todo y entonces esperar a que las cosas mejoren no funciona. Una estrategia efectiva debe lograr dos tareas: estimular la inversión en áreas no tradicionales y desechar los proyectos e inversiones fallidas. Para esto, los gobiernos tienen que utilizar tanto la vara como la zanahoria.
Definir qué cosas produce (o podría producir) bien un país es un reto clave del desarrollo económico. La zanahoria es necesaria porque el descubrir, por ejemplo, que las flores, o las pelotas de fútbol, o el software pueden producirse a bajos costos tiene un gran valor social, puesto que tal conocimiento puede orientar las inversiones de otros empresarios.
El empresario que logra el "descubrimiento" inicial puede capturar sólo una pequeña porción del valor social que este conocimiento genera, pues otros empresarios lo imitarán rápidamente. En consecuencia, la actividad empresarial de este tipo, es decir, aprender qué puede producirse, estará típicamente subofertada en ausencia de incentivos que no sean de mercado. Por otro lado, la vara es necesaria para asegurar que esos incentivos no se estanquen en inversiones improductivas y ruinosas.
La implementación de tal estrategia puede diferir de país en país, dependiendo de la capacidad administrativa, el régimen de incentivos prevaleciente, la flexibilidad del sistema fiscal, el grado de sofisticación del sector financiero y la economía política subyacente. Los esquemas de subsidios a plazo fijo, los fondos públicos de riesgo y el subsidio de exportaciones son algunas de las formas en las que se puede implementar este sistema, pero hay muchas otras.
No hay un instrumento único que funcione en todas partes. Lo más probable es que los gobiernos que no tienen una adecuada capacidad de liderazgo en sus sectores privados generen desorden en lugar de mejorar la distribución de recursos.
Esto puede hacerse, pero el crecimiento económico requiere más que producir un auge temporal de inversión y capacidad empresarial. También requiere de la construcción de cuatro tipos de instituciones necesarias para mantener el ímpetu de crecimiento y adquirir resistencia contra los descalabros:
- Instituciones que generen mercado (para derechos de propiedad y obligatoriedad contractual).
- Instituciones de regulación del mercado (para las externalidades, las economías de escala y la información acerca de las compañías).
- Instituciones de estabilización del mercado (para la administración monetaria y fiscal).
- Instituciones de legitimación del mercado (para la protección y el aseguramiento social).
Construir y solidificar esas instituciones, sin embargo, lleva tiempo. Utilizar un periodo inicial de crecimiento para experimentar e innovar en tales frentes genera altos dividendos después.
Un punto clave en esto es que los arreglos institucionales son, por necesidad, específicos para cada país. Descubrir qué funciona en cada nación requiere de experimentación. Después de todo, las instituciones no son plantas de cuarto de incubación que pueden plantarse en cualquier tipo de tierra o clima. Las reformas que son exitosas en un entorno podrían tener pobres resultados o fallar por completo en otros entornos.
Tal especificidad ayuda a explicar por qué los países exitosos, como China, India, Corea del Sur y Taiwan, entre otros, por lo general combinaron elementos no ortodoxos con políticas ortodoxas. También explica por qué persisten ciertas diferencias institucionales importantes entre países avanzados como los de Norteamérica, los de Europa Occidental y Japón, en áreas como el papel que tiene el sector público, el sistema legal, la gobernabilidad corporativa, los mercados financieros, lo mercados laborales y el seguro social.
Aunque el análisis económico puede ayudar en la selección de opciones institucionales, la deliberación pública y la selección colectiva tienen un papel importante también. De hecho, podemos considerar a la democracia participativa como una metainstitución que ayuda a seleccionar esquemas institucionales del "menu" de posibilidades de cada área.
Diseñar una estrategia de crecimiento así es tanto más difícil como más fácil que implementar las políticas neoliberales estándard. Es más difícil porque las limitantes al crecimiento son generalmente específicas para cada país y no responden bien a las recetas estandarizadas. Pero es más fácil porque una vez que tales limitantes son manejadas adecuadamente, hay cambios de políticas relativamente simples que pueden generar enormes ganancias económicas y dar inicio a un ciclo virtuoso de crecimiento y de reforma institucional.
Adoptar este esquema no significa abandonar la economía dominante, está lejos de ser así. El neoliberalismo es para la economía neoclásica lo que la astrología es para la astronomía. En ambos casos, se requiere de mucha fe ciega para pasar de uno al otro. Los críticos del neoliberalismo no deberían oponerse a la economía dominante, sólo a su mal uso.
Dani Rodrik es profesor de economía política de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.

NESTOR KIRCHNER 1950-2010
31-10-2010 | Economía
Kirchner: el jefe político que le puso su nombre al modelo económico
Muchas fueron compartidas con el actual gobierno de Cristina Fernández, su esposa, pero todas llevan su sello y la mayoría arrancaron en su gestión. La sucesión de medidas de política económica de los últimos siete años tienen la impronta de Néstor Kirchner

El ciclo Kirchner arranca el 25 de mayo de 2003. Asume la presidencia en medio de una profunda crisis.

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Muchas fueron compartidas con el actual gobierno de Cristina Fernández, su esposa, pero todas llevan su sello y la mayoría arrancaron en su gestión. La sucesión de medidas de política económica de los últimos siete años tienen la impronta de Néstor Kirchner, un hombre que le dio nombre propio a un nuevo modelo en la Argentina.
Aunque muchos inicialmente cuestionaron la legitimidad numérica de los votos con los que llegó a ser presidente del país en 2003 (tras la huida de Carlos Menem en la segunda vuelta electoral), el hasta entonces gobernador de Santa Cruz se ocupó de desmarcarse de la figura de Eduardo Duhalde —que le aportó el aparato político de Buenos Aires que lo llevaría al poder— y mostró rápidamente su juego.
Los ejes del modelo económico K transitan sobre un conjunto de variables clave: la producción de bienes transables como eje del proceso de acumulación, articulado con recuperación del empleo y aumento del consumo interno. Esto combinado con una política de solidificación de las variables fiscales y externas, por vía de la acumulación de reservas y cancelación de pasivos.
Este paradigma fue acompañado por una política exterior que apuntó a consolidar la inserción argentina en el nuevo escenario global, caracterizado por la consolidación del mundo emergente, desde una perspectiva profundamente regional. La secuencia: fortalecimiento del Mercosur (aunque a diferencia de los 90 con la negociación de un sistema de administración del comercio bilateral con Brasil), lapidación del proyecto del Alca, constitución de la Unasur y, por vía de la sociedad con el país vecino, ubicación de un lugar expectante en la política global con la participación en el exclusivo G-20. Algunos hitos y claves del modelo:
  • Reestructuración de la deuda. El gobierno de Néstor Kirchner realizó la mayor reestructuración de la deuda pública y la quita más importante que se tenga registro en los mercados mundiales. Primero hizo falta declarar el default, una decisión que la política argentina decidió contabilizar como costo y que el ex presidente no tuvo que asumir. A fines de 2004 la Argentina debía 178 mil millones de dólares. Primero renegoció sus acreencias con los organismos internacionales, pero aún restaban por saldar más de 81 mil millones de dólares que estaban en cesación de pagos tras el anuncio del default en pleno 2001. Así, en junio de 2004 a poco de un año de gobierno, Kirchner anunció el canje de deuda que se concretó en marzo de 2005. El 76% de los bonistas aceptó la propuesta con una quita histórica e inédita del 65%. Así, la deuda pasó a representar del 166% del PBI al 74%. Este proceso de canje, volvió a reabrirse recién este año durante el gobierno de Cristina. Actualmente sólo restan saldar la deuda de 6.500 millones de dólares con el Club de París que se anunció para el año próximo y alguna pendiente con determinados “fondos buitres” a los cuales sólo les interesa litigar.
  • Rechazo al Alca. En Mar del Plata, en noviembre de 2005 y con el presidente norteamericano George Bush a la cabeza, el gobierno de Kirchner empieza frenar el intento de un proceso más aperturista de la economía. Respaldado por el presidente Lula Da Silva de Brasil —y con el apoyo de un aliado extra Mercosur como Hugo Chávez de Venezuela— se empieza a fortalecer el espacio regional del Mercosur ampliado, que a nivel político toma la forma de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) de la que Kirchner fue secretario general hasta el día de su muerte. Pero los antecedentes de una nueva construcción del bloque común, con una impronta más de administración y menos aperturista al estilo del neoliberalismo de los años 90, se puede rastrear casi desde la asunción de Lula y Kirchner en 2003, los primeros en avanzar en el campo “institucional” a través de la conformación del Tribunal, la Secretaría y el esbozo de un Parlamento del Mercosur. También con una política orientada a acercar las diferencias y lograr consensos entre los socios del bloque para potenciarlo como la consideración de las asimetrías, pero con la particularidad de que en esta etapa la Argentina comienza a plantearlas en relación con Brasil y un ejemplo claro de eso fue la constitución de un Fondo Estructural de 100 millones de dólares. Además, la puesta en marcha de formas de restricción voluntarias, a través de cuotificación o salvaguardias para evitar que los bienes brasileños invadan la Argentina, una movida en la que el país tuvo el respaldo del gobierno de Paraguay. Un ejemplo de esta nueva lógica de relacionamiento entre socios y no enemigos queda expuesta en la Cumbre del Mercosur de 2004 cuando momentos antes del cónclave Kirchner dispuso restricciones con licencias no automáticas a la importación de cocinas y heladeras, productos textiles, jueguetes y calzados tanto para productos provenientes de Brasil como de China. Sin embargo, la Cumbre sale airosa con la inclusión de México y Venezuela como Estados adherentes al Mercosur.
Al frente de una nueva política en materia de bloque regional Kirchner también debió que sortear la tensión que provocó el diferendo papelero entre la Argentina y Uruguay por la instalación de las papeleres sobre el río Uruguay, que se extendió hasta la asunción de José Mujica en 2009.
  •  Pago al FMI. En enero de 2006 le pagó 9.500 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional. A ese costo, se sacó de encima las auditorías del desacreditado organismo financiero.
  •  Reservas. Cuando asumió Néstor Kirchner había apenas unos 8.300 millones de dólares en el Tesoro Nacional de reservas y el país se encontraba en cesación de pagos. Actualmente, las reservas superan los 50 mil millones de dólares por efecto de una decisión política de acumular divisas y armar un colchón financiero que le permita al país sortear los vaivenes de cualquier movimiento brusco en el mercado cambiario. La decisión fue acertada. En plena crisis del campo (el momento de mayor incertidumbre de la era K) y luego con la debacle mundial de los mercados externos en 2009 el gobierno nacional salió airoso y pudo seguir administrando el tipo de cambio sin sobresaltos.
  •  Empleo. El gobierno de Néstor Kirchner encaró directamente la eliminación de las condiciones de flexibilización laboral impuestas durante el gobierno de Fernando De la Rúa en la cuestionada ley Banelco. Como materia pendiente aún queda por resolver las aspectos que involucran a los trabajadores tercerizados.
  •  Paritarias. Desde 2003 se recuperó la gimnasia de las negociaciones colectivas y la puesta en funcionamiento del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil. Durante el 2004 se negociaron 348 convenios y Kirchner cerró su gestión con 1.027 acuerdos en 2007, que alcanzó a casi cuatro millones de trabajadores.
  •  Desempleo. Cuando asumió la presidencia, la tasa de desempleo del primer trimestre de 2003 era de 18,8% y cerró su administración con el 7,2%. El último dato disponible del segundo trimestre de de 2010 es de 7,5%.
  •  Crecimiento del PBI. Impulso al consumo con subsidios en los servicios y el transporte. También a través de la inclusión de más de un 1,8 millón de personas al sistema jubilatorio. El PBI creció entre 2003 y 2007 un 44%, récord en la historia argentina.
  •  Balanza comercial. para fortalecerla recuperó herramientas de protección a través de medidas paraarancelarias como las licencias no automáticas.
  •  Superávit fiscal. Las cuentas públicas abandonaron el rojo histórico hasta la actualidad donde aún arrojan saldos positivos. El superávit primario se mantuvo durante la gestión de Néstor Kirchner por encima del 3%, mientras que el superávit financiero por arriba del 1%.
  •  Dólar. Mantuvo un tipo de cambio administrado que le permitió a lo largo de estos años sostener una competitividad del peso. En esta última etapa, con la crisis financiera internacional desplegada, se da un paso más y se desplaza el dólar como moneda de intercambio a través de firma de swaps con Brasil y China.
  •  Retenciones. Durante la gestión de Néstor Kirchner se incrementaron las alícuotas de las retenciones agropecuarias dos veces, en enero y noviembre de 2007. Hasta las elecciones de 2007 subieron a 28,5%, y poco antes de dejar el mandato decide incrementar las de la soja al 35%. Medidas similares se establecieron para el petróleo cuando el precio del barril llegó a 100 dólares en noviembre de 2007, elevando las retenciones al 45%.Ya en los albores del gobierno de Cristina, en marzo de 2008, el novel ministro de Economía, Martín Lousteau, dispone retenciones móviles a través de la resolución 125 y se desata el mayor enfrentamiento del gobierno con el campo. Los derechos de exportación alcanzan también al girasol, maíz, trigo, aceites derivados y al petróleo y otros productos para compensar el plus de ganancia generado por el tipo de dólar alto, también para regular la oferta de divisas verdes con el fin de evitar su caída, moderar el impacto sobre los alimentos y la energía de los altos precios internacionales y desalentar la exportación de bienes con menor valor agregado. Duhalde había recuperado la política de retenciones en 2002 con la venía de los organismos financieros internacionales y las entidades del campo a través de la “Mesa de Diálogo Argentino” como mecanismo para comenzar a restaurar las arcas fiscales y afrontar la extrema pobreza. Aumentó las retenciones a la exportación de granos (maíz y trigo) y oleaginosas (soja y girasol), llevándolas a un 20% promedio, un 10% para productos manufacturados, y un 5% para el calzado. En el gobierno de Raúl Alfonsín y la primera etapa de los dos gobiernos de Carlos Menem se impusieron considerables tasas de retenciones a las exportaciones agropecuarias, llegando en éste último caso a alícuotas del 44% para la soja y del 33% para el maíz y el trigo. Sin embargo, a partir de 1991, Menem adoptó una posición contraria a las retenciones a las exportaciones y dejó sin efecto los derechos de exportación sobre maíz, el trigo, el sorgo y los derivados manufacturados de la soja, reduciendo la de esta última y la del girasol, cuando se exportaban en bruto, al 3%.
  •  Reactivación industrial. Se produjo el desarrollo de las cadenas intermedias como la industria del pollo, la molinería, entre otros. El índice industrial que elabora el Indec señala que en el ejercicio 2002 la actividad fabril fue del 66,2 puntos y cerró el año 2007 con el 107,6.
  •  Reestatizaciones. Durante la gestión de Néstor Kirchner se reestatizaron empresas emblemáticas que habían sido privatizadas durante los 90 como el Correo Argentino y el espacio radioeléctrico. También creó Enarsa, la compañía nacional de energía, y se anuló la concesión de Transporte Metropolitano al grupo Taselli, Aguas Argentinas y los Astilleros Tandanor. Las reestatizaciones de mayor envergadura llegaron con la gestión de Cristina: Aerolíneas Argentinas y Austral (septiembre de 2008), AFJP (noviembre de 2008), la nacionalización de Fábrica Militar de Aviones (marzo de 2009) y la televisación del fútbol en septiembre de 2009.
    En el debe quedaron esencialmente la inflación —una de las piedras más duras en el camino de la gestión K que obligó a girar el timón en la conducción económica para lograr políticas que la atenuaran—, la dificultad para frenar la fuga de divisas (financiada por el enorme superávit comercial), la discrecionalidad en el reparto de los subsidios y la intervención del Indec que le quitó credibilidad a un organismo prestigioso a nivel estadístico en la Argentina y provocó serios cuestionamientos sobre al rumbo de la política en materia de precios e ingresos.

CLAUDIO SCALETTA - Ocho años después
 Por Claudio Scaletta
Normalmente los historiadores de la economía local reconocen, a partir de la consolidación del Estado Nacional, tres grandes patrones de acumulación, etapas o modelos de crecimiento. El agroexportador; tras la salida de la economía colonial y que entra en crisis a partir de las grandes conflagraciones del siglo pasado, un intermezzo de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) y, a partir de mediados de los ’70 y hasta la gran crisis de 2001-2002, una etapa de valorización financiera y endeudamiento. Una de las discusiones inevitables a partir de la administración iniciada en 2003 fue la pregunta por la naturaleza del nuevo patrón de crecimiento. Sin dudas se había quebrado el ciclo de valorización financiera, pero no estaba claro si existía o no alguna forma de improbable regreso a la ISI. La nueva realidad mostraba que el grueso de las empresas públicas no existía más, que el sistema previsional estaba en manos del sector financiero a través de las AFJP y, que además, el endeudamiento público era gigantesco y con el agregado de la cesación de pagos. El mundo también había cambiado, la globalización era una realidad palpable, la propiedad de las empresas era otra y el comercio intraindustrial dentro del Mercosur reconfiguraba el panorama.
Ocho años después la realidad es completamente diferente. Un estudio difundido esta semana por Cifra-CTA deja entrever una respuesta, desde los números, a la pregunta por el nuevo “patrón de crecimiento” del período 2002-2010. El primer dato incontrastable es el crecimiento, con tasas “extraordinariamente elevadas” en términos históricos y holgadamente por encima del resto de Latinoamérica. Mientras entre 1993 y 2001 el PIB creció a una tasa anual acumulativa del 1,4 por ciento, entre 2003 y 2010 lo hizo al 7,8. El resultado fue que el PIB por habitante saltó un 46 por ciento en el período, tasa que se reduce al 23,9 si la medición se realiza en dólares.
El debate comienza cuando se trata de explicar las causas y la naturaleza de este crecimiento. Aparecen entonces los primeros mitos. El más conocido es el del “viento de cola” de los precios de las commodities. Si se observa la contribución al crecimiento de cada uno de los componentes del Producto, se tiene que, frente a una expansión del PIB del 7,8 por ciento anual, la Inversión Interna Bruta Fija crece al 17,5 por ciento anual, las exportaciones al 6,5, el consumo privado al 6,8 y el público al 7,4 por ciento. La primera conclusión es que todos los componentes de la demanda, salvo la inversión, crecen menos que el conjunto de la economía. Si se observa la contribución al crecimiento del período 2002-2010 de cada uno de estos componentes, el consumo privado explica el 51,8 por ciento, la inversión el 30,4 y las exportaciones sólo el 9,4, valor que desploma el mito del “viento de cola”.
Una segunda cuestión es la composición del crecimiento. A diferencia de la década del ’90 la expansión fue “traccionada” por los sectores productores de bienes en general y de la industria manufacturera en particular; la que registró una tasa de crecimiento anual acumulativa del 8,1 por ciento. Otra vez, conviene ver a las actividades por su contribución al crecimiento del período. Entre 2002 y 2010, las manufacturas explican el 58 por ciento de la expansión, la construcción el 28 y el agro el 10 por ciento, lo que derriba un segundo mito discursivo del crecimiento liderado por el agro y su increíble efecto multiplicador.
Los componentes de la demanda muestran claramente un nuevo patrón de crecimiento basado en el desarrollo de los sectores productores de bienes que revirtió el proceso de desindustrialización heredado del cuarto de siglo anterior, con aumento del peso de la inversión en el Producto.
Estas transformaciones fueron acompañadas por cambios en los fundamentos macroeconómicos. El primero fue el fin de los déficit fiscal y externo crónicos. El segundo, la disminución del endeudamiento público como porcentaje del PIB, que se desplomó del 147,3 por ciento en 2002 al 44,6 en 2010, pero que si se descuenta el endeudamiento interestatal se reduce a sólo el 20,9 por ciento.
Finalmente, se destacan las profundas trasformaciones en el mercado laboral. El dato principal es la creación de cuatro millones de puestos de trabajo, lo que permitió reducir a un dígito las tasas de desocupación y subocupación, lo que otorgó otro poder de negociación a los trabajadores y, en consecuencia, mejoró parcialmente la estructura de distribución del ingreso. En paralelo, el número de empleos registrados aumentó en 3 millones. El empleo en negro pasó de casi el 50 por ciento al 35, valor todavía alto.
Uno de los hitos de la etapa fue la recuperación del sistema previsional, que no sólo terminó con un negociado financiero, sino que permitió ampliar la cobertura en más de 2 millones de nuevos jubilados y financiar instrumentos sociales clave como las nuevas asignaciones universales.
De todas maneras, el nuevo patrón también muestra limitaciones que demandan correcciones. Muchas de estas limitaciones ya fueron tratadas en este espacio. Una de ellas es el tipo de cambio real (TCR), que desde 2007 muestra una revaluación tendencial producto de la mayor inflación. Tomando a enero de 1999 como base 100, el documento de Cifra reseña que en julio de 2002 el TCR llegó a más de 250 y actualmente se encuentra en torno de 160. La primera consecuencia de esta pérdida de competitividad es el menor dinamismo de los sectores productores de bienes, lo que se refleja en un freno a la creación de empleos. Desde 2007 se frenó el aumento de los salarios reales. Aunque parte de este freno se compensó con mayor empleo público, para 2010 sólo los salarios de los empleos registrados estaban un 15 por ciento por encima de los vigentes en 2001, mientras que los no registrados todavía se encuentran dos puntos por debajo del nivel de fines de la convertibilidad (tomando como deflactor el IPC-7 provincias).
Finalmente, la inflación y el freno en la evolución salarial produjeron un estancamiento en los niveles de pobreza e indigencia. Es aquí donde, según Cifra, se encuentra la limitación principal: “A pesar de la extraordinaria expansión del nivel de empleo, los trabajadores se apropian en la actualidad de una porción inferior del ingreso que a comienzos de la década del noventa. Este proceso obedece al relativamente bajo incremento registrado en los salarios reales, en el marco de una de las fases de crecimiento económico más significativas de la historia de nuestro país”

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