sábado, 12 de noviembre de 2011

OSVALDO KACEF – La era de la convertibilidad: ¿otra década perdida?

OSVALDO KACEF – La era de la convertibilidad: ¿otra década perdida?

INTRODUCCIÓN. El 1º de diciembre de 2001, el gobierno estableció la imposibilidad de retirar efectivo de los bancos más allá de un límite. Esta medida implicó el fin de la convertibilidad. En medio de una crisis política, fue decretado el default de los pagos externos de la nación, cuando el 6 de enero de 2002, el congreso sancionó el fin de este modelo, la caída anual acumulada de las reservas internacionales alcanzaba a u$s 19.300 millones. La sucesión de medidas que siguió al fin de la convertibilidad hizo agudizar la crisis. Intentaremos hacer un flash-back recorriendo los hechos económicos entre 1991 y 2001. Dividiremos esta nota en 3 partes: oferta de bienes y servicios, demanda de los mismos, y la distribución del ingreso.
LA EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN DE BIENES Y SERVICIOS. Entre 1991 y 2001 el PBI creció un 29,3% acumulado, lo que implica una tasa de crecimiento anual de 2,6%. Dos sectores, el productor de los servicios que fueron privatizados, por un lado, y los servicios financieros, seguros y servicios a las empresas, por otro, crecieron por encima del nivel general mostrando tasas de 4,4% y 3% respectivamente. Los sectores productores de bienes comerciales –agro, minería e industria- crecieron apenas el 0,5% impulsados por el crecimiento de la actividad minera y por las actividades agropecuarias. Los primeros años de la convertibilidad mostraron un crecimiento sectorial relativamente homogéneo. Si dividimos a los sectores entre productores de servicios y productores de bienes y comercio, se puede decir que ambos explican el crecimiento del PBI per cápita registrado entre 1991 y 1997, que alcanzó al 3,9% anual. En cambio, la caída del PBI per cápita de 1,9% anual que se registró entre 1997 y 2001, se explica por la contracción de la producción de bienes y el comercio, en tanto que la producción de servicios no sólo no se redujo sino que incluso aumentó.
LA EVOLUCIÓN DE LA DEMANDA DE BIENES Y SERVICIOS. La demanda global creció a una tasa del 3% anual. La mayor tasa de crecimiento correspondió a las exportaciones que aumentaron un 7,4% por año. La inversión también creció por encima del promedio, a una tasa del 3,5% anual, en tanto que el consumo público creció el 3,8% y el consumo privado el 2,2%. En los primeros años de la convertibilidad la inversión creció un 74% y explicó un 36% del crecimiento de la demanda que alcanzó al 28%. El consumo público creció un 30% y representó un 12% del crecimiento total y las exportaciones aumentaron un 20% y explicaron un 5% del aumento total de la demanda. El 46% restante fue explicado por el consumo privado, que creció un 19%. A partir de la recuperación posterior a 1995 se inicia el período virtuoso de la convertibilidad, que se detiene en la segunda mitad de 1998. Entre el 95 y el 98, las mayores tasas de crecimiento correspondieron a la inversión (36%) y a las exportaciones (34%). La inversión fue responsable del 28% del aumento de la demanda y las exportaciones del 13%. En el período recesivo que se inició en 1998 y se profundizó en los años siguientes, en los que la demanda global cayó un 10%, el ajuste volvió a explicarse por la inversión que cayó un 31% y explicó el 57% de la caída, y por el consumo privado que se contrajo un 8% y explicó el 48%.  El consumo público y las exportaciones volvieron a crecer pero a tasas menores y no alcanzaron a compensar la declinación de los otros dos componentes de la demanda. Finalmente, la inversión alcanzó en 2001 un equivalente al 16% del PBI a precios constantes, porcentaje algo superior al correspondiente a 1991 (14%) pero inferior al promedio de la década del ’80 (18%).
INGRESO Y BIENESTAR ECONÓMICO. Para estimar el ingreso total de los argentinos, hay que descontar al PBI el pago neto de intereses externos y la remesa neta de utilidades y dividendos –si la remesa que realizan sus casas matrices a las empresas extranjeras radicadas en el país son mayores que las que realizan las empresas argentinas radicadas en el exterior-. Se puede decir que ya en 2001, antes que la crisis explotara, el nivel de vida promedio de los argentinos estaba por debajo del correspondiente a 1991, es decir que habíamos perdido lo ganado hasta 1997. El indicador basado en el ingreso medido en dólares presenta mucha mayor variabilidad –aumento y caída- que el indicador basado en el ingreso medido en moneda nacional. El primero de ellos tiene su pico en 1994, los aumentos posteriores del ingreso en dólares fueron más que compensadores por el deterioro de la distribución del ingreso. El segundo de los indicadores presenta su nivel máximo en 1997, punto a partir del cual el ingreso comenzó a caer, mientras la distribución del ingreso continuó deteriorándose. En lo que ambos indicadores coinciden es en el hecho de que en 2001 ya se encontraban por debajo del punto de partida, reflejando el deterioro que sufrió el nivel de vida de la población como consecuencia de la caída del ingreso y del aumento de la desigualdad.
SÍNTESIS. La ley de convertibilidad se asentaba, además de en la fijación del tipo de cambio, en una apertura económica rápida y profunda y en una reforma del sector público, que implicaba la privatización de las empresas productoras de servicios. Al mismo tiempo Argentina comenzaba a cerrar el acuerdo por la refinanciación de su deuda externa a través del llamado Plan Brady, lo cual la colocaba nuevamente como destino elegible para los flujos de capitales internacionales. A pesar del aumento de la productividad, la producción sufrió inicialmente con la pérdida de competitividad. Las exportaciones estaban estancadas y las importaciones, impulsadas por las altas tasas de crecimiento económico, crecieron rápidamente, ganando porciones crecientes del mercado interno cuya expansión, sin embargo, permitió también el aumento de la producción de bienes comerciables.
Los primeros años del modelo se caracterizaron por registrar el crecimiento de la demanda interna. Por un lado, recuperándose de años de estancamiento e impulsado por la reaparición del crédito, el consumo creció en los primeros años a tasas muy altas, mientras que la inversión, motorizada por el proceso de privatizaciones, aumentó un 74% entre 1992 y 1994. Para las PYMES el acceso al mercado de crédito internacional estaba vedado y el mercado financiero local no ofrecía financiamiento en condiciones razonables. Sin acceso al financiamiento, la única posibilidad de encarar la reducción de costos necesaria para enfrentar la competencia externa fue el achicamiento de los planteles de personal. Esto, acompañado por la disminución del empleo público, dio origen a un aumento de la tasa de desempleo que pasó del 7% en 1992 al 11,5% en 1994. Aunque la economía argentina superó las consecuencias del “efecto tequila” (crisis mexicana del 94) y en 1996 retomó el sendero del crecimiento, este episodio ya escondía muchos de los aspectos que caracterizan a la situación actual: fuerte caída de la inversión, aumento del desempleo y empeoramiento de las condiciones. Aquella exitosa recuperación fue el canto del cisne de la convertibilidad, ya que en el mismo momento en que la evolución de la economía argentina parecía dar la razón a los defensores del modelo, comenzaban a incubarse los hechos que tiempo después acabarían conformando lo que se describe como una de las peores crisis por las que atravesó nuestro país. La recuperación se interrumpió en 1998. El endurecimiento de las condiciones de acceso al crédito externo, la caída de los precios internacionales en productos exportables y el fortalecimiento del dólar, conformaron una situación típica del shock de oferta, agravada por el hecho de que las dificultades que atravesaban los mercados internacionales de capital impedían contar con el recurso de aliviar la situación por la vía del endeudamiento externo. Entre 1998 y 2001 la tasa de desempleo pasó del 12,4% al 18,3% y este aumento fue acompañado por un persistente crecimiento del grado de desigualdad. A la hora de hacer un balance de lo que dejó la convertibilidad, apenas nos queda un aumento en la cantidad y la calidad de la provisión de servicios públicos y un mayor nivel de exportaciones. Más allá de esto, el saldo muestra un nivel per cápita de producción de bienes similar o inferior al de la década del ’80 y lo mismo puede decirse sobre el consumo privado per cápita y sobre la inversión per cápita. El nivel de bienestar de la sociedad, por otro lado, se encuentra alrededor de los niveles mínimos de los últimos 20 años.

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