sábado, 12 de noviembre de 2011

JOSEPH STIGLITZ – Tres textos periodísticos.

JOSEPH STIGLITZ – Tres textos periodísticos.

10 DE ENERO DEL 2002. Los problemas empezaron con la hiperinflación de la década de los ’80. Para reducirla, hacía falta ‘anclar’ la moneda al dólar. Si la inflación continuaba, el tipo de cambio real del país se apreciaría, la demanda de sus exportaciones caería, el desempleo se incrementaría y eso moderaría las presiones de los salarios y los precios. El FMI fomentó el uso de este sistema cambiario. La fijación por ley de la paridad 1 a 1 entre el peso y el dólar redujo la inflación, pero no promovió un crecimiento sostenido. Se debió alentar a Argentina para que estableciera un sistema cambiario más flexible o, por lo menos, un tipo de cambio que reflejara más los patrones comerciales del país. Apenas se había recuperado el mundo de la crisis financiera del ’97-98, se deslizó hacia la desaceleración global del 2000-01, empeorando la situación de Argentina. Aquí fue donde el FMI cometió su error fatal: apoyó una política fiscal restrictiva, la misma equivocación que cometió en Asia Oriental, y con las mismas consecuencias negativas. Cualquier economista podría haber predicho que las políticas de ajuste del gasto incitan a la recesión y que los objetivos presupuestarios no serían alcanzados. No hace falta decir que el programa del FMI no alcanzó sus metas.

Hay siete lecciones que deben extraerse ahora de este proceso:
1. Fijar una moneda a otra como el dólar es muy arriesgado.
2. La globalización expone a un país a enormes sacudidas. Las naciones deben enfrentarse a esas sacudidas. Los ajustes de los tipos de cambio forman parte del mecanismo de globalización.
3. Ignorar los contextos social y político se vuelve un peligro en perjuicio propio. Cualquier gobierno que aplica políticas que dejan a sectores de la población desempleados, no está cumpliendo su misión primaria.
4. Centrarse en la inflación, sin prestar atención al desempleo, es arriesgado.
5. El crecimiento requiere de instituciones financieras que brinden créditos a las empresas nacionales. Vender los bancos a extranjeros puede impedir el crecimiento y la estabilidad.
6. Raramente se restablece la fortaleza económica con políticas que conducen a la economía de un país a una profunda recesión. El FMI es el gran culpable por haber insistido en políticas restrictivas.
7. Hacen falta mejores métodos para afrontar situaciones similares a la de Argentina. El FMI reconoce tarde que debe explorar otras alternativas.

POR QUÉ EL PAÍS QUE OBEDECIÓ LAS REGLAS QUEDÓ EN RUINAS. 10 DE MAYO DEL 2002. La crisis que se había ido tramando en Argentina durante varios años explotó en diciembre del 2001. La tasa oficial de desempleo se acercaba al 20%, la real era mucho mayor y los trabajadores dijeron basta. No le quedaba más camino que declararse en cesación de pagos, y su régimen económico, con el valor del peso argentino fijo respecto del dólar, se desmoronó. ¿La crisis fue causada por el déficit, la corrupción y la mala administración pública? Muchos economistas de EEUU sugieren que se podría haber prevenido la crisis si Argentina hubiera seguido los consejos del FMI, en especial reduciendo el gasto. Muchos latinoamericanos, sin embargo, opinan que el plan del FMI en su totalidad habría llevado al país a una crisis peor. El FMI le dijo “hagan reducciones” y Argentina obedeció, recortando sus gastos a nivel federal en un 10% entre 1999 y 2001. Evidentemente, los recortes exacerbaron la depresión. Un análisis más cercano de su presupuesto nos muestra lo injusta que es la imagen que nos han pintado del despilfarro en Argentina. Las cifras oficiales revelan un déficit de de menos del 3% del PBI –número que no resulta extravagante-. Recordemos que en 1992, cuando EEUU experimentaba una recesión mucho más moderada que la de Argentina, el déficit federal de EEUU era del 4,9% de su PBI. Esa cifra del 3% es engañosa, debido a la decisión de Argentina de privatizar su sistema de seguridad social en los ’90. Con aquel cambio, el dinero que se encontraba “dentro del presupuesto” se desplazó fuera del mismo.
Para comprender qué sucedió en Argentina, necesitamos analizar las reformas económicas que en América se emprendieron en los ’80. La lectura de la experiencia del caso Argentina es la siguiente: esto es lo que le sucede al alumno intachable y predilecto del FMI. El hecho de que Argentina haya pasado a estar ubicada entre los peores de la clase tiene mucho que ver con el sistema cambiario. Hace una década, sufría los efectos de la hiperinflación, que son siempre desastrosos. El anclaje de su moneda al dólar –un peso equivalía a un dólar independientemente de las condiciones económicas y de la tasa de inflación- actuó como cura al problema de la hiperinflación. El FMI respaldó esta política que estabilizaba la moneda y se suponía disciplinaria al gobierno, el cual no podía gastar más allá de sus medios a través de la emisión de moneda ya que al hacerlo, rompería el anclaje. Sólo podía gastar más allá de sus medios si se endeudaba. Había un solo problema: era un sistema condenado al fracaso. Ni EEUU pudo subsistir con una tasa fija de cambio. Si la mayoría del comercio de Argentina hubiera sido con EEUU, hubiera tenido sentido anclar el dólar. Sin embargo, el comercio de Argentina era con Europa y Brasil. Con el peso anclado al dólar, un dólar sobrevaluado implica un peso sobrevaluado. Y mientras EEUU ha podido sostener sus déficits comerciales, no fue así en el caso de Argentina. La devaluación era inevitable y los prestamistas en pesos insistían en cobrar tasas de interés aun mayores a modo de compensación por el riesgo cambiario. Algunos opinan que el sistema cambiario fijo de Argentina podría haber funcionado si no hubiera sido por la mala suerte de las crisis financieras globales. Pero ese no es el punto. Los mercados financieros internacionales son volátiles. El punto no era si el sistema cambiario caería, sino cuándo y cómo. En EEUU, cuando hay una depresión, todos acuerdan que el remedio reside en un estimulo fiscal. ¿Por qué entonces el FMI creyó que lo contrario –políticas fiscales opresivas- resolvería los problemas de Argentina? El FMI no hace públicos sus modelos económicos pero parece haber asumido que si Argentina redujera su déficit, llegarían las inversiones extranjeras, las cuales proveerían a Argentina de los fondos que necesita. Pero esa premisa tiene poco sentido.

LA RECUPERACIÓN ARGENTINA. 24 DE SEPTIEMBRE DEL 2002. Se pueden ver los primeros indicios de la recuperación de Argentina. Se suponía que abandonar la “convertibilidad”, un sistema de tipos de cambio fijos, iba a ser un desastre, y lo fue. La producción cayó y el desempleo aumentó. El temor a estos costes, combinado con las ayudas del FMI, impidió a Argentina abandonar su plan de conversión hasta mucho después de que hubiera quedado claro que el sistema no podía mantenerse. Pero lo que mantuvo a Argentina unida a un sistema que no podía funcionar fue el miedo a la hiperinflación. Hasta el momento, ésta no se ha materializado. Para un economista, la recuperación de Argentina no es sorpresa. La devaluación estimula fuerzas restauradoras. Las exportaciones son más baratas y los ingresos derivados de las exportaciones –medidos en pesos- han aumentado. El turismo está en auge y la sustitución de las importaciones salta a la vista.
La cuestión es sencilla: los verdaderos recursos de Argentina –su gente, su tierra fértil y sus bienes capitales- siguen ahí. Lo que la economía necesita es una reactivación, y la política del gobierno debe centrarse en esta tarea. Si el sector privado no puede mejorar la disponibilidad de crédito por sí solo, el gobierno debe desempeñar un papel más activo a la hora de restaurar las instituciones de crédito existentes y también crear algunas nuevas. ¿Creará inflación la participación del gobierno en la provisión de créditos? Dirigir el crédito para aumentar la oferta de mercancías no dispara la inflación, por el contrario, el aumento de la oferta de artículos de producción nacional podría ser un instrumento eficaz para combatirla. Lo único que podría resultar inflacionario es la necesaria expansión del crédito que esos gastos permiten.
La comunidad internacional puede ayudar a Argentina abriendo sus puertas a las mercancías de ese país. Las exportaciones contribuirán a reactivar la economía argentina, mientras que los consumidores de Europa y EEUU se beneficiarán de productos de buena calidad a precios bajos. Esta es una forma de hacer que la globalización funcione en beneficio de los necesitados.

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