Andrea Díaz Genis
Puede preguntarse acerca del sentido en que Horkheimer y Adorno hablan de iluminismo en su obra, así como de la medida en que constatan una crisis del iluminismo, y en qué interpretación ello se funda. La respuesta podría llevar a entender en qué medida los autores son plenamente modernos y no posmodernos. El posmodernismo continúa el pesimismo acerca de la sociedad moderna del siglo XIX. Frente al optimismo ilustrado y científico técnico, se oponen Schopenhauer y Nietzsche, entre otros. También fue objeto de la reflexión de los clásicos de la sociología moderna, como Durkheim y Weber. Esta herencia crítica alcanza una nueva cima en la escuela de Frankfurt y su ya clásica obra "La Dialéctica del Iluminismo". Allí se plantea una crítica aguda al positivismo ingenuo reinante y al neopositivismo como corrientes de pensamiento que pretenden legitimar como única racionalidad la lógica empírica, entendida como razón instrumental (como medio para determinar fines que ella misma no plantea).
Contradicciones fundamentales aparecen en ese libro: que el desarrollo científico técnico (heredero máximo de la razón ilustrada) conlleva la destrucción, de la corriente socialista; que existe una autodestrucción incesante de la ilustración que obliga al pensamiento a negarse a sí mismo en la busca de su superación.
Rescate de la ilustración
Con la llamada "crisis de la modernidad", no solo se ponen en duda las ideas y valores de la ilustración, sino que es la racionalidad misma la que se pone en cuestión. Dentro del marco de las diferentes posturas ante la modernidad, se destaca la posición de Horkeimer y Adorno: puede entenderse la modernidad como pensándose a sí misma y tratando de superar los conflictos irresueltos.
Aquí no se trata (como lo desarrollaremos luego) de reducir la racionalidad a un ámbito compartido de juegos de lenguaje (Lyotard), despidiéndose así del proyecto racionalista de la modernidad, ni de una apuesta argumentativa por lo irracional, que ocurre incluso en el campo de la teoría científica (Feyerabend). Aquí se trata de una crítica a la racionalidad moderna que no renuncia a ella, de una crítica al iluminismo que no renuncia a él. En otras palabras, a través de la Dialéctica del Iluminismo, como pensadores dialécticos que son, Horkheimer y Adorno tratan de mostrar el momento de la negación del iluminismo, principalmente a través de la ciencia moderna, el positivismo, y el positivismo lógico. Se trata de habilitar, por medio de esta crítica, el momento de la negación de la negación (el aufhebunghegeliano), para superarla.
¿En qué sentido hablan de iluminismo?
En un sentido muy amplio, llaman iluminismo al "pensamiento en continuo progreso, [que] ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres y de convertirlos en amos. Pero la tierra enteramente iluminada resplandece bajo el signo de su triunfal desventura"(:14). En este texto podemos entender que llaman iluminismo a un "pensamiento en continuo progreso", que trata de vencer el miedo y la angustia mística de los hombres, para transformarlos en amos.
En este sentido la crítica al iluminismo es una crítica al pensamiento en general, con un hincapié en la época moderna en tanto que incumple su promesa fundamental: ser fuente de progreso y superación humana (de ahí que el ataque se centre principalmente en el positivismo y el positivismo lógico, así como en una crítica a la razón instrumental). Podemos constatar, entonces, que hay un fracaso del iluminismo en la medida en que su misión no se cumple: superar al mito a través de la razón. Y esa es la hipótesis central del texto: el iluminismo que se conforma en su lucha con el mito, termina cayendo en él.
El iluminismo se define por esa lucha contra la superstición, la magia, a través de la razón. Una lucha entrelazada con la noción de progreso; razón y progreso son dos elementos que se dan conjuntamente en el movimiento ilustrado. No solo el libro antes mencionado, sino toda la obra de Hork y Adorno constituyen un reclamo y una constatación de que la promesa de la Ilustración no se ha cumplido, pero esto no significa que se renuncie a ella. No olvidemos que Horkeimer y Adorno tratan de responder a los problemas de su tiempo; estos conforman el centro de su filosofía, que es fundamentalmente negativa y disidente del statu quo (que es por otra parte lo que define la filosofía genuina para los autores).
Gran parte de sus trabajos se desarrollan en el Instituto de Investigación Social en los Estados Unidos, debido al exilio que sufrieron, tras la instalación del régimen nazi en Alemania en 1933. Era de suma importancia interpretar la racionalidad imperante para encontrar el origen de aquella barbarie y evitar que en un futuro mediato, o inmediato, se retrocediera a ella. Horkeimer y Adorno llaman barbarie tanto al fascismo como al nazismo, y también estalinismo.
Detrás de La Dialéctica del Iluminismo, como de las demás obras, está el grito desesperado de estos filósofos que identifican el iluminismo con el pensamiento en general, y la constatación, más aun, la terrible decepción de una civilización que no ha cumplido su misión ilustrada.
Este grito desesperado lo emite Adorno en su Dialéctica Negativa (1975), cuando dice: "El hecho de que Auschwitz haya podido ocurrir en medio de toda una tradición filosófica, artística y científica ilustradora, encierra más contenido que el de ella; el espíritu no llegará a prender en el espíritu de los hombres"(:366). La ilustración no ha realizado sus sueños, "la civilización" no ha prendido en los hombres, no se ha podido reprimir el contenido de su agresividad, su impulso irracional, a pesar de tanta racionalidad (desarrollo de la ciencia y la tecnología, filosofía ilustrada).
Con Auschwitz se confirma la teoría filosófica que iguala la identidad a la muerte. La angustia mítica frente a lo heterogéneo es erradicada de plano, con el asesinato a lo heterogéneo. EL nazismo, las guerras mundiales, el estalinismo, momentos claves de la negación del iluminismo. Ha llegado el momento de la negación de la negación. Hay que intentar que el espíritu prenda, ya que "Hitler ha impuesto a los hombres un nuevo imperativo categórico para su actual estado de esclavitud: orientar el pensamiento y la acción de modo que Auschwitz no se repita, que no vuelva a suceder nada semejante" (:355)
Crítica al iluminismo, crítica a la razón instrumental
Los orígenes de la razón ilustrada se remontan, para Horkeimer y Adorno (cfr. Crítica a la Razón Instrumental, 1969), por lo menos a la Grecia Clásica y sus ecos continúan hasta nuestros días, con el triunfo de la razón instrumental. La crítica a este tipo de racionalidad es el elemento central de la Dialéctica de la Iluminismo, una racionalidad que termina retornando a lo que pretendió superar, la mitología. La crítica hecha por Horkeimer y Adorno implican el rescate de determinado valor iluminista que se ha perdido con el imperio de la razón instrumental: la idea de verdad. La idea es que "si la reflexión sobre el aspecto destructor del progreso es dejada a sus enemigos, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter de superación y conservación a la vez, y por lo tanto su relación con la verdad" (1987: 9 y 10).
En esta etapa de la ilustración, lo que se trata de eliminar es "el pensamiento ciegamente pragmatizado", la razón instrumental que ha renunciado a la idea de verdad en pro de ser medio para fines que ella no determina: la reproducción del statu quo, el pensamiento identificante al servicio de la dominación.
El planteo de Horkeimer y Adorno parte del predominio de una racionalidad subjetiva convertida en instrumental, sirviendo a fines que ella no determina.
En la década de los cuarenta, Horkeimer y Adorno se encontraban en un momento del desarrollo histórico en el que, si bien la racionalidad objetiva no había desaparecido, se trataba de eliminarla para siempre, o más propiamente, se estaba perdiendo la capacidad de concebirla. Al perderse la capacidad de concebir la sustancia racional de los fines, llámense estos hombre, justicia, libertad, se pierde la fuerza que antes los sostenía, que les había dado el estatuto de universalidad, de valor por sí mismos.
Voy a tratar de desarrollar brevemente alguno de estos temas a través de diversos fragmentos de la Dialéctica del Iluminismo.
La relación entre naturaleza y sujeto
El intelecto que vence a la superstición debe ser el amo de la naturaleza desencantada. El saber que es poder no conoce límite, ni en la esclavización de las criaturas ni en su fácil aquiescencia a los señores de este mundo (...). La técnica es la esencia de tal saber. (1987:17) Lo que los hombres quieren aprender de la naturaleza es la forma de utilizarla para lograr el dominio integral de la naturaleza y los hombres. Ninguna otra cosa cuenta. Sin miramientos hacia sí mismo, el iluminismo ha quemado hasta el último resto de su propia autoconciencia.(:17)
La razón se torna técnica, razón instrumental; y la naturaleza deja de ser qualitates occultae , para ser sustrato de la dominación. Esto no quiere decir que el hombre haya prescindido alguna vez de este punto de vista, sino que el punto crítico proviene de la exacerbación de esta relación utilitaria respecto de las demás cualidades del hombre y de la naturaleza. Cabe decir que la crítica que le hacen Horkeimer y Adorno a la forma instrumentalizada del iluminismo, supone determinada concepción de la relación entre naturaleza y sujeto, y del sujeto consigo mismo. La naturaleza se transforma de un en sí, en un para él, esto es, en sustrato de dominación, de apropiación por parte del hombre. El sujeto, a su vez, siendo el dominador en cuanto tal, para serlo determina una relación consigo mismo de sojuzgamiento. Sujeto—naturaleza.
El concepto: forma sofisticada de dominación
La racionalidad instrumental sirve como medio de una dominación, tanto del hombre como de la naturaleza. La relación de conflicto entre estos dos términos surge precisamente cuando se desequilibra uno de los términos en detrimento del otro. En el marco de una racionalidad instrumental, se establece como único objetivo del hombre la dominación, el control de la naturaleza (incluyendo la propia); en definitiva, el instinto de conservación, que nos iguala a los animales y termina corroyendo la sustancia misma de la subjetividad. Esta constatación nos muestra que la razón iluminista, que iba de la mano del progreso y la emancipación, se torna un fracaso. Intuyen los autores que "El iluminismo burgués estuvo siempre expuesto a la tentación de cambiar libertad por el ejercicio de la autoconservación"(1987:57).
Ya el instrumento del pensamiento, el concepto, está preñado de dominación. Es más, el aparato conceptual es la forma sofisticada de una conducta, la de dominación. A través del aparato conceptual hay un intento de apoderarse de la cosa a través de la identidad (a través de la definición, el número, la fórmula, etc). Para Horkeimer y Adorno comprender implica comprender el movimiento de la cosa, y la cosa, así como el concepto, devienen históricamente. En esta crítica al devenir de la Ilustración a través de la forma del positivismo lógico, este se queda con el concepto no desarrollado, y con el objeto como parte de un entramado conceptual abstracto que reproduce las características del sujeto.
Comprender el dato es comprenderlo como un momento de la mediación conceptual, como un momento del entramado objetivo, y lo objetivo como un momento del entramado conceptual. El positivismo lógico se detiene en la inmediatez del dato porque es la forma de la abstracción y de la falsedad. Eterniza el presente en su pura inmediatez, reproduciendo de esta forma el statu quo. Recae en la mitología, de la que nunca pudo superarse.
Este pensamiento se reduce a reproducir regularidades. Expresa el predominio de un pensamiento que se detiene en los datos inmediatos, en el nomen, el concepto no desarrollado. De esta forma "lo pensado", lejos de ser lo nuevo, es lo que ha sido decidido de antemano en su estructura.
En este afinamiento del aparato conceptual para el dominio, el sujeto ha perdido lo que había pretendido atrapar: la cosa. Y la venganza de la cosa misma es transformarse en utopía. Querer el objeto es querer la utopía, lo no idéntico bajo el aspecto de la identidad. También en la base del mito está la proyección de lo subjetivo sobre la naturaleza (bajo la forma de animista, por ejemplo), y se logra ver también lo que es irrevocable y decidido de antemano: el destino.
El iluminismo reconoce a priori, como ser y acaecer, solo aquello que se deja reducir a una unidad. El número se convierte en el canon del iluminismo positivista, reduciendo a priori lo heterogéneo a lo abstracto. El mundo como "gigantesco juicio analítico" pierde la dimensión de lo nuevo y del misterio.
Comprender significa para Horkheimer y Adorno remitirnos a un proceso dialéctico, material e histórico. Nada más lejos de este planteo que las definiciones lógico-empíricas de la ciencia positiva, que reducen la multiplicidad de lo dado a una unidad identificante. Todas las proposiciones deben poder reducirse a proposiciones básicas o atómicas, deben referirse en último sentido a definiciones lógicas dentro de un sistema o a los hechos. Para Adorno, por ejemplo, el concepto no debe proceder en forma escalonada y jerárquica de concepto en concepto superior, sino a través de constelaciones, formando parte de un entramado de conceptos que intenten superar la intención de subsumir, o determinar a priori, lo heterogéneo.
Las ideas han pretendido sustituir a las cosas mismas. La verdad, en un sentido fuerte, estaría del lado de la desaparición del sujeto para dar lugar a la cosa misma, esto es, la utopía en sentido profundo, trabajada en la Dialéctica Negativa de Adorno. Es precisamente el predominio de lo objetivo lo que transforma la dialéctica en materialista, pero también implica un intento desesperado de querer recobrar al sujeto cosificado. Se trata de ver el objeto en tanto objeto y no como coacción espiritualizada, como sucede en lo que ellos llaman iluminismo.
La crítica a esta forma de subjetividad alcanza a ser una crítica también al capitalismo industrial, posindustrializado y a la sociedad consumista. Si bien es cierto que según la filosofía materialista, de la que parten los autores, la subjetividad misma se ha formado en la conquista de lo externo, y para ello ha tenido que reprimir su naturaleza interna, en tal contexto esta realidad llega a su límite. La alienación total sería supeditar absolutamente lo interno a la lógica del dominio, al dominio de la naturaleza y de otros seres, la adaptación absoluta al mercado, o al consumo. La idea es que en el estado actual de cosas, tal y como lo ven los autores, no solo se estarían anulando como ya dijimos los fundamentos de una racionalidad objetiva (el concepto de verdad, justicia, utopía), sino que los otros fines de la racionalidad subjetiva no deben ser únicamente los de la autoconservación.
La racionalidad subjetiva, sobre las bases de una racionalidad instrumental que tiene como finalidad la autoconservación y la adaptación al medio, no discute aquello sobre el cual el sujeto se adapta. Esa adaptación pierde lo que sí tiene en cuenta la racionalidad objetiva según los autores: el orden supra individual, la solidaridad social, la defensa de la vida (cfr. 1969). Si no se toman en cuenta estos fines (no como decisión como lo plantea Weber, sino como fines objetivos, con fundamento racional), la racionalidad instrumental se torna ciega y alimenta lo contrario a su finalidad: la autodestrucción. En otros términos, implica la razón al servicio del capital, la ciencia y la tecnología al servicio del poder, y la supuesta autoconservación de unos pocos en detrimento de otros muchos.
No podemos renunciar a la esperanza
La idea de la posibilidad de que el iluminismo elimine la utopía, o la alternativa de otra realidad posible, se encuentra latente en todo el texto.
Para analizarla elegimos uno de los fragmentos que resume, a mi entender, toda la propuesta de La Dialéctica del Iluminismo: "Cuanto más se enseñorea el aparato teórico con todo lo existente, tanto más se limita a reproducirlo. De tal manera el iluminismo recae en mitología, de la que nunca ha
sabido liberarse. Pues la mitología había reproducido como verdad, en sus configuraciones, la esencia de todo lo existente (ciclo, destino, dominio del mundo), y había renunciado a la esperanza. En la preñez de la imagen mítica, como en la claridad de la fórmula científica, se halla confirmada la eternidad de lo que es de hecho, y la realidad bruta es proclamada como significado que oculta. El mundo como gigantesco juicio analítico, el único que ha quedado de todos los sueños de la ciencia, es de la misma índole que el mito cósmico, que asocia los acontecimientos de la primavera y del otoño con el rapto de Perséfona." (subrayado mío, 1987: 42)
El juicio identificante declara "es así y no de otro modo". El concepto unifica en una clase todos los objetos que caen bajo él. Bajo la subsunción el objeto, el sujeto pretende que el objeto sea su determinación. El objeto es, como se dice en el texto, lo que es de hecho, lo existente; aquello que tiene determinaciones ajenas a lo que intenta instaurar el sujeto. Lo interesante de este texto es que muestra que el fenómeno de la identidad, mimesis o repetición (fenómeno que se da tanto en el iluminismo como en la mitología), tiene que ver con el olvido o pérdida de memoria que implica una renuncia. La renuncia a la esperanza, es decir, a la utopía.
La verdad del iluminismo es una verdad pervertida, dado que muestra como efectivamente dado lo que aún no ha sido realizado y permanece como utopía: lo que es de hecho, la cosa misma, lo existente. Cuando Adorno y Horkeimer hablan de esperanza, ese es el punto en el que cede la identidad predicativa, y cede o se derrumba cuando hay una energía acumulada de insatisfacciones, de coacción, de irrealización, que reclama el momento de la superación de este estado presente.
El momento de la negación de la negación, la superación del estado actual de cosas sin esperanza, porque pierde su contacto con la verdad como utopía. La verdad en este estado presente sólo puede rescatarse como negativa y crítica del statu quo. Encontrar la verdad en el estado presente, como adequatio (ya no como utopía sino como presente realizado), implica eternizar la situación actual, llena de injusticia y alineación. En la Actualidad de la Filosofía (1994), Adorno dice algo que podría considerarse, si se interpretara ligeramente, como posmoderno: "Quien hoy elija por oficio el trabajo filosófico, ha de renunciar desde el comienzo mismo a la ilusión con que antes arrancaban los proyectos filosóficos: la de que sería posible aferrar la totalidad de lo real por la fuerza del pensamiento(: 73). Pero también dicen: "La filosofía, y esta sería después de todo la única forma de justificarla, no debería creerse en la posesión de lo absoluto, incluso debería excusar el pensar en ello para no traicionarlo, y pese a todo, no apartarse ni un ápice del concepto enfático de verdad. Esta contradicción es su elemento." (Habermas cita a Ad., 1975: 63).
Porque la filosofía es el esfuerzo desesperado de decir lo que no puede decirse. Lo que no puede decirse es su gran promesa, el ser idéntico a la realidad, pero no puede renunciar a esta promesa. Debe precisamente resignarse, en el actual estado de cosas alienado y alienante, a denunciar todo aquel proyecto que intente abarcar la totalidad de lo real, todo aquel proyecto que pretenda identificarse con lo que niega por su misma forma: la cosa, lo existente.
En las condiciones actuales de la filosofía, es decir en las condiciones actuales de la sociedad, no podemos llamar a las cosas por su nombre verdadero, pues si afirmáramos que en la filosofía podemos llamar las cosas por su nombre verdadero, esta se transformaría en ideología. La verdad como adequatio es inexistente porque no existen las condiciones para esta verdad.
No renunciar a la esperanza es no renunciar a este concepto de verdad como utopía, que nos permite denunciar la insuficiencia del estado presente, que nos permite reclamar el único sitio para la filosofía en la actualidad: la disidencia, la crítica al estado presente. Que nos permite no renunciar a los vestigios de negación que nos harían factible la superación del estado presente.
La identidad entre verdad y hecho no es posible, tal como lo plantea el positivismo.
Para Adorno y Horkeimer la posibilidad de llamar a las cosas por su nombre verdadero existe como utopía, en el reclamo por el respeto a lo diverso y a lo heterogéneo que no puede ser subsumido en la idea, y por el intento de superar la condiciones de injusticia social.
Contradicciones fundamentales aparecen en ese libro: que el desarrollo científico técnico (heredero máximo de la razón ilustrada) conlleva la destrucción, de la corriente socialista; que existe una autodestrucción incesante de la ilustración que obliga al pensamiento a negarse a sí mismo en la busca de su superación.
Rescate de la ilustración
Con la llamada "crisis de la modernidad", no solo se ponen en duda las ideas y valores de la ilustración, sino que es la racionalidad misma la que se pone en cuestión. Dentro del marco de las diferentes posturas ante la modernidad, se destaca la posición de Horkeimer y Adorno: puede entenderse la modernidad como pensándose a sí misma y tratando de superar los conflictos irresueltos.
Aquí no se trata (como lo desarrollaremos luego) de reducir la racionalidad a un ámbito compartido de juegos de lenguaje (Lyotard), despidiéndose así del proyecto racionalista de la modernidad, ni de una apuesta argumentativa por lo irracional, que ocurre incluso en el campo de la teoría científica (Feyerabend). Aquí se trata de una crítica a la racionalidad moderna que no renuncia a ella, de una crítica al iluminismo que no renuncia a él. En otras palabras, a través de la Dialéctica del Iluminismo, como pensadores dialécticos que son, Horkheimer y Adorno tratan de mostrar el momento de la negación del iluminismo, principalmente a través de la ciencia moderna, el positivismo, y el positivismo lógico. Se trata de habilitar, por medio de esta crítica, el momento de la negación de la negación (el aufhebunghegeliano), para superarla.
¿En qué sentido hablan de iluminismo?
En un sentido muy amplio, llaman iluminismo al "pensamiento en continuo progreso, [que] ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres y de convertirlos en amos. Pero la tierra enteramente iluminada resplandece bajo el signo de su triunfal desventura"(:14). En este texto podemos entender que llaman iluminismo a un "pensamiento en continuo progreso", que trata de vencer el miedo y la angustia mística de los hombres, para transformarlos en amos.
En este sentido la crítica al iluminismo es una crítica al pensamiento en general, con un hincapié en la época moderna en tanto que incumple su promesa fundamental: ser fuente de progreso y superación humana (de ahí que el ataque se centre principalmente en el positivismo y el positivismo lógico, así como en una crítica a la razón instrumental). Podemos constatar, entonces, que hay un fracaso del iluminismo en la medida en que su misión no se cumple: superar al mito a través de la razón. Y esa es la hipótesis central del texto: el iluminismo que se conforma en su lucha con el mito, termina cayendo en él.
El iluminismo se define por esa lucha contra la superstición, la magia, a través de la razón. Una lucha entrelazada con la noción de progreso; razón y progreso son dos elementos que se dan conjuntamente en el movimiento ilustrado. No solo el libro antes mencionado, sino toda la obra de Hork y Adorno constituyen un reclamo y una constatación de que la promesa de la Ilustración no se ha cumplido, pero esto no significa que se renuncie a ella. No olvidemos que Horkeimer y Adorno tratan de responder a los problemas de su tiempo; estos conforman el centro de su filosofía, que es fundamentalmente negativa y disidente del statu quo (que es por otra parte lo que define la filosofía genuina para los autores).
Gran parte de sus trabajos se desarrollan en el Instituto de Investigación Social en los Estados Unidos, debido al exilio que sufrieron, tras la instalación del régimen nazi en Alemania en 1933. Era de suma importancia interpretar la racionalidad imperante para encontrar el origen de aquella barbarie y evitar que en un futuro mediato, o inmediato, se retrocediera a ella. Horkeimer y Adorno llaman barbarie tanto al fascismo como al nazismo, y también estalinismo.
Detrás de La Dialéctica del Iluminismo, como de las demás obras, está el grito desesperado de estos filósofos que identifican el iluminismo con el pensamiento en general, y la constatación, más aun, la terrible decepción de una civilización que no ha cumplido su misión ilustrada.
Este grito desesperado lo emite Adorno en su Dialéctica Negativa (1975), cuando dice: "El hecho de que Auschwitz haya podido ocurrir en medio de toda una tradición filosófica, artística y científica ilustradora, encierra más contenido que el de ella; el espíritu no llegará a prender en el espíritu de los hombres"(:366). La ilustración no ha realizado sus sueños, "la civilización" no ha prendido en los hombres, no se ha podido reprimir el contenido de su agresividad, su impulso irracional, a pesar de tanta racionalidad (desarrollo de la ciencia y la tecnología, filosofía ilustrada).
Con Auschwitz se confirma la teoría filosófica que iguala la identidad a la muerte. La angustia mítica frente a lo heterogéneo es erradicada de plano, con el asesinato a lo heterogéneo. EL nazismo, las guerras mundiales, el estalinismo, momentos claves de la negación del iluminismo. Ha llegado el momento de la negación de la negación. Hay que intentar que el espíritu prenda, ya que "Hitler ha impuesto a los hombres un nuevo imperativo categórico para su actual estado de esclavitud: orientar el pensamiento y la acción de modo que Auschwitz no se repita, que no vuelva a suceder nada semejante" (:355)
Crítica al iluminismo, crítica a la razón instrumental
Los orígenes de la razón ilustrada se remontan, para Horkeimer y Adorno (cfr. Crítica a la Razón Instrumental, 1969), por lo menos a la Grecia Clásica y sus ecos continúan hasta nuestros días, con el triunfo de la razón instrumental. La crítica a este tipo de racionalidad es el elemento central de la Dialéctica de la Iluminismo, una racionalidad que termina retornando a lo que pretendió superar, la mitología. La crítica hecha por Horkeimer y Adorno implican el rescate de determinado valor iluminista que se ha perdido con el imperio de la razón instrumental: la idea de verdad. La idea es que "si la reflexión sobre el aspecto destructor del progreso es dejada a sus enemigos, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter de superación y conservación a la vez, y por lo tanto su relación con la verdad" (1987: 9 y 10).
En esta etapa de la ilustración, lo que se trata de eliminar es "el pensamiento ciegamente pragmatizado", la razón instrumental que ha renunciado a la idea de verdad en pro de ser medio para fines que ella no determina: la reproducción del statu quo, el pensamiento identificante al servicio de la dominación.
El planteo de Horkeimer y Adorno parte del predominio de una racionalidad subjetiva convertida en instrumental, sirviendo a fines que ella no determina.
En la década de los cuarenta, Horkeimer y Adorno se encontraban en un momento del desarrollo histórico en el que, si bien la racionalidad objetiva no había desaparecido, se trataba de eliminarla para siempre, o más propiamente, se estaba perdiendo la capacidad de concebirla. Al perderse la capacidad de concebir la sustancia racional de los fines, llámense estos hombre, justicia, libertad, se pierde la fuerza que antes los sostenía, que les había dado el estatuto de universalidad, de valor por sí mismos.
Voy a tratar de desarrollar brevemente alguno de estos temas a través de diversos fragmentos de la Dialéctica del Iluminismo.
La relación entre naturaleza y sujeto
El intelecto que vence a la superstición debe ser el amo de la naturaleza desencantada. El saber que es poder no conoce límite, ni en la esclavización de las criaturas ni en su fácil aquiescencia a los señores de este mundo (...). La técnica es la esencia de tal saber. (1987:17) Lo que los hombres quieren aprender de la naturaleza es la forma de utilizarla para lograr el dominio integral de la naturaleza y los hombres. Ninguna otra cosa cuenta. Sin miramientos hacia sí mismo, el iluminismo ha quemado hasta el último resto de su propia autoconciencia.(:17)
La razón se torna técnica, razón instrumental; y la naturaleza deja de ser qualitates occultae , para ser sustrato de la dominación. Esto no quiere decir que el hombre haya prescindido alguna vez de este punto de vista, sino que el punto crítico proviene de la exacerbación de esta relación utilitaria respecto de las demás cualidades del hombre y de la naturaleza. Cabe decir que la crítica que le hacen Horkeimer y Adorno a la forma instrumentalizada del iluminismo, supone determinada concepción de la relación entre naturaleza y sujeto, y del sujeto consigo mismo. La naturaleza se transforma de un en sí, en un para él, esto es, en sustrato de dominación, de apropiación por parte del hombre. El sujeto, a su vez, siendo el dominador en cuanto tal, para serlo determina una relación consigo mismo de sojuzgamiento. Sujeto—naturaleza.
El concepto: forma sofisticada de dominación
La racionalidad instrumental sirve como medio de una dominación, tanto del hombre como de la naturaleza. La relación de conflicto entre estos dos términos surge precisamente cuando se desequilibra uno de los términos en detrimento del otro. En el marco de una racionalidad instrumental, se establece como único objetivo del hombre la dominación, el control de la naturaleza (incluyendo la propia); en definitiva, el instinto de conservación, que nos iguala a los animales y termina corroyendo la sustancia misma de la subjetividad. Esta constatación nos muestra que la razón iluminista, que iba de la mano del progreso y la emancipación, se torna un fracaso. Intuyen los autores que "El iluminismo burgués estuvo siempre expuesto a la tentación de cambiar libertad por el ejercicio de la autoconservación"(1987:57).
Ya el instrumento del pensamiento, el concepto, está preñado de dominación. Es más, el aparato conceptual es la forma sofisticada de una conducta, la de dominación. A través del aparato conceptual hay un intento de apoderarse de la cosa a través de la identidad (a través de la definición, el número, la fórmula, etc). Para Horkeimer y Adorno comprender implica comprender el movimiento de la cosa, y la cosa, así como el concepto, devienen históricamente. En esta crítica al devenir de la Ilustración a través de la forma del positivismo lógico, este se queda con el concepto no desarrollado, y con el objeto como parte de un entramado conceptual abstracto que reproduce las características del sujeto.
Comprender el dato es comprenderlo como un momento de la mediación conceptual, como un momento del entramado objetivo, y lo objetivo como un momento del entramado conceptual. El positivismo lógico se detiene en la inmediatez del dato porque es la forma de la abstracción y de la falsedad. Eterniza el presente en su pura inmediatez, reproduciendo de esta forma el statu quo. Recae en la mitología, de la que nunca pudo superarse.
Este pensamiento se reduce a reproducir regularidades. Expresa el predominio de un pensamiento que se detiene en los datos inmediatos, en el nomen, el concepto no desarrollado. De esta forma "lo pensado", lejos de ser lo nuevo, es lo que ha sido decidido de antemano en su estructura.
En este afinamiento del aparato conceptual para el dominio, el sujeto ha perdido lo que había pretendido atrapar: la cosa. Y la venganza de la cosa misma es transformarse en utopía. Querer el objeto es querer la utopía, lo no idéntico bajo el aspecto de la identidad. También en la base del mito está la proyección de lo subjetivo sobre la naturaleza (bajo la forma de animista, por ejemplo), y se logra ver también lo que es irrevocable y decidido de antemano: el destino.
El iluminismo reconoce a priori, como ser y acaecer, solo aquello que se deja reducir a una unidad. El número se convierte en el canon del iluminismo positivista, reduciendo a priori lo heterogéneo a lo abstracto. El mundo como "gigantesco juicio analítico" pierde la dimensión de lo nuevo y del misterio.
Comprender significa para Horkheimer y Adorno remitirnos a un proceso dialéctico, material e histórico. Nada más lejos de este planteo que las definiciones lógico-empíricas de la ciencia positiva, que reducen la multiplicidad de lo dado a una unidad identificante. Todas las proposiciones deben poder reducirse a proposiciones básicas o atómicas, deben referirse en último sentido a definiciones lógicas dentro de un sistema o a los hechos. Para Adorno, por ejemplo, el concepto no debe proceder en forma escalonada y jerárquica de concepto en concepto superior, sino a través de constelaciones, formando parte de un entramado de conceptos que intenten superar la intención de subsumir, o determinar a priori, lo heterogéneo.
Las ideas han pretendido sustituir a las cosas mismas. La verdad, en un sentido fuerte, estaría del lado de la desaparición del sujeto para dar lugar a la cosa misma, esto es, la utopía en sentido profundo, trabajada en la Dialéctica Negativa de Adorno. Es precisamente el predominio de lo objetivo lo que transforma la dialéctica en materialista, pero también implica un intento desesperado de querer recobrar al sujeto cosificado. Se trata de ver el objeto en tanto objeto y no como coacción espiritualizada, como sucede en lo que ellos llaman iluminismo.
La crítica a esta forma de subjetividad alcanza a ser una crítica también al capitalismo industrial, posindustrializado y a la sociedad consumista. Si bien es cierto que según la filosofía materialista, de la que parten los autores, la subjetividad misma se ha formado en la conquista de lo externo, y para ello ha tenido que reprimir su naturaleza interna, en tal contexto esta realidad llega a su límite. La alienación total sería supeditar absolutamente lo interno a la lógica del dominio, al dominio de la naturaleza y de otros seres, la adaptación absoluta al mercado, o al consumo. La idea es que en el estado actual de cosas, tal y como lo ven los autores, no solo se estarían anulando como ya dijimos los fundamentos de una racionalidad objetiva (el concepto de verdad, justicia, utopía), sino que los otros fines de la racionalidad subjetiva no deben ser únicamente los de la autoconservación.
La racionalidad subjetiva, sobre las bases de una racionalidad instrumental que tiene como finalidad la autoconservación y la adaptación al medio, no discute aquello sobre el cual el sujeto se adapta. Esa adaptación pierde lo que sí tiene en cuenta la racionalidad objetiva según los autores: el orden supra individual, la solidaridad social, la defensa de la vida (cfr. 1969). Si no se toman en cuenta estos fines (no como decisión como lo plantea Weber, sino como fines objetivos, con fundamento racional), la racionalidad instrumental se torna ciega y alimenta lo contrario a su finalidad: la autodestrucción. En otros términos, implica la razón al servicio del capital, la ciencia y la tecnología al servicio del poder, y la supuesta autoconservación de unos pocos en detrimento de otros muchos.
No podemos renunciar a la esperanza
La idea de la posibilidad de que el iluminismo elimine la utopía, o la alternativa de otra realidad posible, se encuentra latente en todo el texto.
Para analizarla elegimos uno de los fragmentos que resume, a mi entender, toda la propuesta de La Dialéctica del Iluminismo: "Cuanto más se enseñorea el aparato teórico con todo lo existente, tanto más se limita a reproducirlo. De tal manera el iluminismo recae en mitología, de la que nunca ha
sabido liberarse. Pues la mitología había reproducido como verdad, en sus configuraciones, la esencia de todo lo existente (ciclo, destino, dominio del mundo), y había renunciado a la esperanza. En la preñez de la imagen mítica, como en la claridad de la fórmula científica, se halla confirmada la eternidad de lo que es de hecho, y la realidad bruta es proclamada como significado que oculta. El mundo como gigantesco juicio analítico, el único que ha quedado de todos los sueños de la ciencia, es de la misma índole que el mito cósmico, que asocia los acontecimientos de la primavera y del otoño con el rapto de Perséfona." (subrayado mío, 1987: 42)
El juicio identificante declara "es así y no de otro modo". El concepto unifica en una clase todos los objetos que caen bajo él. Bajo la subsunción el objeto, el sujeto pretende que el objeto sea su determinación. El objeto es, como se dice en el texto, lo que es de hecho, lo existente; aquello que tiene determinaciones ajenas a lo que intenta instaurar el sujeto. Lo interesante de este texto es que muestra que el fenómeno de la identidad, mimesis o repetición (fenómeno que se da tanto en el iluminismo como en la mitología), tiene que ver con el olvido o pérdida de memoria que implica una renuncia. La renuncia a la esperanza, es decir, a la utopía.
La verdad del iluminismo es una verdad pervertida, dado que muestra como efectivamente dado lo que aún no ha sido realizado y permanece como utopía: lo que es de hecho, la cosa misma, lo existente. Cuando Adorno y Horkeimer hablan de esperanza, ese es el punto en el que cede la identidad predicativa, y cede o se derrumba cuando hay una energía acumulada de insatisfacciones, de coacción, de irrealización, que reclama el momento de la superación de este estado presente.
El momento de la negación de la negación, la superación del estado actual de cosas sin esperanza, porque pierde su contacto con la verdad como utopía. La verdad en este estado presente sólo puede rescatarse como negativa y crítica del statu quo. Encontrar la verdad en el estado presente, como adequatio (ya no como utopía sino como presente realizado), implica eternizar la situación actual, llena de injusticia y alineación. En la Actualidad de la Filosofía (1994), Adorno dice algo que podría considerarse, si se interpretara ligeramente, como posmoderno: "Quien hoy elija por oficio el trabajo filosófico, ha de renunciar desde el comienzo mismo a la ilusión con que antes arrancaban los proyectos filosóficos: la de que sería posible aferrar la totalidad de lo real por la fuerza del pensamiento(: 73). Pero también dicen: "La filosofía, y esta sería después de todo la única forma de justificarla, no debería creerse en la posesión de lo absoluto, incluso debería excusar el pensar en ello para no traicionarlo, y pese a todo, no apartarse ni un ápice del concepto enfático de verdad. Esta contradicción es su elemento." (Habermas cita a Ad., 1975: 63).
Porque la filosofía es el esfuerzo desesperado de decir lo que no puede decirse. Lo que no puede decirse es su gran promesa, el ser idéntico a la realidad, pero no puede renunciar a esta promesa. Debe precisamente resignarse, en el actual estado de cosas alienado y alienante, a denunciar todo aquel proyecto que intente abarcar la totalidad de lo real, todo aquel proyecto que pretenda identificarse con lo que niega por su misma forma: la cosa, lo existente.
En las condiciones actuales de la filosofía, es decir en las condiciones actuales de la sociedad, no podemos llamar a las cosas por su nombre verdadero, pues si afirmáramos que en la filosofía podemos llamar las cosas por su nombre verdadero, esta se transformaría en ideología. La verdad como adequatio es inexistente porque no existen las condiciones para esta verdad.
No renunciar a la esperanza es no renunciar a este concepto de verdad como utopía, que nos permite denunciar la insuficiencia del estado presente, que nos permite reclamar el único sitio para la filosofía en la actualidad: la disidencia, la crítica al estado presente. Que nos permite no renunciar a los vestigios de negación que nos harían factible la superación del estado presente.
La identidad entre verdad y hecho no es posible, tal como lo plantea el positivismo.
Para Adorno y Horkeimer la posibilidad de llamar a las cosas por su nombre verdadero existe como utopía, en el reclamo por el respeto a lo diverso y a lo heterogéneo que no puede ser subsumido en la idea, y por el intento de superar la condiciones de injusticia social.
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