Ensayos sobre la significación en el cine
–Christian Metz-
Notas para una fenomenología de lo narrativo
Las líneas que siguen tienen como meta invitar al lector a reflexionar acerca de aquello que vuelve posible todas las tentativas ya presentadas; en efecto, nos parece que si el relato se presta al análisis estructural es, en primer lugar, porque de algún modo constituye un objeto real que el usuario ingenuo reconoce con seguridad y nunca confunde con otra cosa.
Según A. Julien Greimas, la estructura mínima de toda significación se define por la presencia de dos términos y la relación que los une; así el autor señala que la significación presupone la percepción (percepción de los términos y percepción de su relación).
Afirmamos que el análisis estructural supone siempre a título de estadio anterior explícito o implícito, algo así como una fenomenología de su objeto; o también que la significación (construida y discontinua) siempre explícita lo que no pudo vivirse en primer lugar sino como un sentido (percibido y global).
¿En qué se reconoce un relato, con anterioridad a todo análisis?
I
Un relato tiene un comienzo y un fin; esto lo distingue del resto del mundo y a la vez lo opone al “mundo real”.
II
Un comienzo, un final: es decir, el relato es una secuencia temporal. Secuencia dos veces temporal debe precisarse enseguida: está el tiempo de la cosa narrada y el tiempo del relato (tiempo del significado y tiempo del significante). Una de las funciones del relato es transformar un tiempo en otro tiempo y que en ese punto el relato se distingue de la descripción (que transforma un espacio en un tiempo), así como de la imagen (que transforma un espacio en otro espacio).
El relato, entre otras cosas, es un sistema de trasformaciones temporales.
En el caso de la imagen, por el contrario, lo representado constituye en principio un punctum temporis que se ha inmovilizado; para el usuario, el consumo es también considerado instantáneo; e incluso si se prolonga no supone recorrer los elementos significantes según un orden sucesivo único e impuesto.
La narración y la descripción se oponen a la imagen porque su significante se halla temporalizado, mientras que el de la imagen es instantáneo. La narración y la descripción se oponen por un carácter de su significado: significado temporalizado en la narración, instantáneo en la descripción; con ello queda aclarada la antinomia.
III
Secuencia clausurada, secuencia temporal: toda narrativa es en consecuencia un discurso (lo inverso no es verdadero.
Un discurso necesariamente un discurso de alguien.
El discurso, en tanto enunciado o sucesión de enunciados, remite forzosamente a un sujeto de la enunciación. Pero será necesario no apresurarse y hablar de un autor; preferimos llamar “instancia narradora”.
Relatos sin autor, pero no sin sujeto-narrador. La impresión de que alguien habla no se halla en relación con la existencia empírica de un narrador preciso y conocido o cognoscible, sino con la percepción inmediata, por parte del consumidor del relato, de la naturaleza lingüística del objeto que consume: puesto que ello habla, es en efecto necesario que alguien hable.
IV
Secuencia clausurada, secuencia temporal, discurso: la percepción del relato como real tiene entonces como consecuencia inmediata irrealizar la cosa-contada.
El realismo tiene que ver con la organización del contenido, no con la narratividad como status, y se trata de un nivel perceptivo mediante el cual Emma Bovary no resulta menos imaginaria que el hada Madrina.
Junto a las historias realistas (que nadie considera que hayan realmente “sucedido) existen también las historias verdaderas. Ahora bien, tanto los relatos “verdaderos” como los otros se hallan afectados por esa forma de irrealidad que aquí nos ocupa: el lector del libro de historia sabe que no se está asesinando a Marat ante sus ojos. La realidad supone la presencia, una posición privilegiada sobre dos parámetros, el espacio y el tiempo; únicamente el hic et nunc es plenamente real. Ahora bien, el relato provoca por su misma Aparición la defección del nunc (relatos de la vida corriente), o la del hic (reportajes “en directo” en la televisión), y las más de las veces ambos a la vez.
Jean Paul Sartre: lo real nunca cuenta historias; el recuerdo, porque es un relato, es plenamente imaginario; un acontecimiento debe estar terminado de algún modo para que –y antes que- pueda comenzar su narración. El desfasaje espacial basta para transmitir el desfasaje temporal y así asegura por sí solo un funcionamiento correcto de la irrealización narrativa: el acontecimiento que narra el reportaje en directo es real, pero lo es en otra parte; en la pantalla es irreal.
V
Secuencia clausurada, secuencia temporal, discurso, instancia irrealizante: nos falta en consecuencia un elemento de definición, requerido a la vez por la noción de secuencia y por la de irrealización: ¿secuencia de qué, irrealización de qué?
Un relato es un conjunto de acontecimientos, acontecimientos ordenados en secuencia; es a ellos a los que el acto narrativo, para existir, comienza por irrealizar; por último, ellos proporcionan al sujeto-narrador su correlato necesario: sólo es narrador en la medida en que los acontecimientos narrados-son contados por él.
Los relatos tradicionales y “cerrados” son secuencias clausuradas de acontecimientos clausurados; los relatos con “falsos finales” a lo que es afecta la modernidad cultural son secuencias cerradas de acontecimientos no cerrados. La clausura de lo narrado es una variable, la clausura del relato una constante.
Sabemos que en todos los relatos que utilizan como vehículo al lenguaje articulado (relatos escritos y relatos orales) la unidad propiamente narrativa no es ni el fonema ni el monema sino más bien la frase o, por lo menos, algún segmento de un rango vecino al de la frase. Decíamos que el relato es un discurso porque implica a un sujeto de la enunciación; vemos ahora que también es un discurso en otro sentido; sintagma lingüístico más largo que la frase y formado por varias frases, conjunto “transfrasático”.
Otros relato utilizan como vehículo a la imagen: por ejemplo, el relato cinematográfico. Cada imagen corresponde más bien a un enunciado completo, con el cual comparte cinco caracteres fundamentales: 1) Las imágenes fílmicas se cuentan en número infinito como los enunciados y contrariamente a las palabras. 2) En principio, son invenciones del que “habla”, como los enunciados y contrariamente a las palabras; 3) Entregan al receptor una cantidad de información indefinida, como los enunciados y contrariamente a las palabras; 4) son unidades actualizadas en la misma medida que los enunciados y contrariamente a las palabras, que son unidades puramente virtuales; 5) Sólo adquieren su sentido en débil medida por su oposición paradigmática con las otras imágenes que podrían haber aparecido en el mismo punto de la cadena; también por ello se asemejan más a los enunciados que a las palabras, puesto que las palabras se hallan siempre “atrapadas” en mayor o menor grado en redes paradigmáticas de significación.
En tercer lugar, existen relatos que utilizan como vehículo al gesto. Ahora bien, cada gesto, constituye un enunciado significante y por ello se aproxima más a la “frase” que a la palabra.
Si el relato puede analizarse estructuralmente como una sucesión de predicaciones, es porque fenoménicamente constituye una sucesión de acontecimientos.
Lo Narrativo presenta como nota común con las categorías afectivo-estéticas el hecho de representar una de las grandes formas antropológicas de la percepción (caso de los “consumidores” de relatos) y de la operación (caso de los inventores de relatos)
Para concluir y para resumir, propondremos definir a esa gran forma de lo imaginario humano del siguiente modo:
Discurso cerrado que irrealiza una secuencia temporal de acontecimientos.
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