jueves, 13 de octubre de 2011

Sociedad de masas: Ortega y Gasset, Shils y Bell

ORTEGA Y GASSET – La rebelión de las masas.

Hay un hecho importante en la vida europea actual. Se trata del advenimiento de las masas al pleno poderío social. Como las masas no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas cabe padecer. Tal vez la mejor manera de acercarse a este fenómeno histórico consista en referirnos a una experiencia visual. Sencilla de enunciar, yo la denomina el hecho de la aglomeración, del “lleno”. Las ciudades están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Lo que antes no solía ser un problema, empieza a serlo seguido: encontrar sitio. ¿Qué es lo que vemos y nos sorprende? Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y los utensilios creados por la civilización. Pues qué, ¿no es el ideal? El teatro tiene sus localidades para que se ocupen. Y lo mismo el ferrocarril y el hotel. Sí, no hay dudas. Pero el hecho es que antes ninguno de estos establecimientos y vehículos solía estar lleno, y ahora rebosan. Por tanto, ha habido un cambio.

Sorprenderse es comenzar a entender. El lleno, no era antes frecuente, ¿por qué lo es ahora? Esas muchedumbres no han surgido de la nada. Los individuos que integran estas muchedumbres preexisten, pero no como muchedumbre. Repartidos por el mundo en pequeños grupos, o solitarios, llevaban una vida divergente, disociada, distante. Cada cual ocupaba un sitio. Ahora aparecen bajo la especia de aglomeración, y nuestros ojos ven dondequiera muchedumbres. ¿Dondequiera? No, precisamente en los lugares mejores, creación refinada de la cultura humana, reservados antes a grupos menores. La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. Masa es el “hombre medio”, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. En los grupos que se caracterizan por no ser muchedumbre y masa, la coincidencia efectiva de sus miembros consiste en algún deseo que por sí solo excluye el gran número. Para formar una minoría es preciso que antes cada cual se separe de la muchedumbre por razones especiales. Su coincidencia con los otros que forman la minoría es secundaria, posterior a haberse cada cual singularizado y es, por tanto, una coincidencia en no coincidir.
En rigor, la masa puede definirse sin necesidad de esperar a que aparezcan los individuos en aglomeración. Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo” y, sin embargo, no se angustia. El hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir esas exigencias.
La división de la sociedad en masas y minorías excelentes no es una división en clases sociales, sino en clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en clases superiores e inferiores. Claro está que en las superiores, cuando llegan a serlo y mientras lo fueron de verdad, hay más verosimilitud de hallar hombres que adoptan el “gran vehículo”, mientras las inferiores están normalmente constituidas por individuos sin calidad.
Existen en la sociedad operaciones, funciones del más diverso orden que son especiales y no pueden ser bien ejecutadas sin dotes también especiales. Por ejemplo, las funciones de gobierno. Antes eran ejercidas estas actividades por minorías calificadas. La masa no pretendía intervenir en ellas: se daba cuenta de que si quería intervenir tendría que adquirir esas dotes especiales y dejar de ser masa. Ahora la masa ha resuelto adelantarse al primer plano social y ocupar los locales y usar los utensilios y gozar de los placeres antes adscriptos a unos pocos. Es evidente que los locales no estaban premeditados para la muchedumbre, puesto que su dimensión es muy reducida y el gentío rebosa. La masa, ahora, suplanta a las minorías. Lo malo es que esta decisión tomada por las masas de asumir las actividades propias de las minorías no se manifiesta solo en el orden de los placeres. Las innovaciones políticas de los más recientes años no significan otra cosa que el imperio político de las masas. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos. Ahora la masa cree que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café. Yo dudo que haya habido otras épocas en que la muchedumbre llegase a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo. Por eso hablo de hiperdemocracia.
La masa arrolla todo lo diferente, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, corre riesgo de ser eliminado. Ahora todo el mundo es solo la masa.

BELL – Sociedad de masas.

En la actualidad una de las expresiones que más se utilizan es la de sociedad de masas, tanto para referirse a lo amorfo y mecánico de la vida, como a la destrucción de los criterios de valor, etc. Es evidente que la vida moderna, dado que introduce en el mercado grandes masas de personas –mercado de producto, de cultura, de ideas- es diferente a todas las culturas precedentes.
LA GRAN SOCIEDAD. Si pensamos en la cantidad de personas que cada uno de nosotros conoce y, lo que es más impresionante en el número de personas cuya existencia conocemos, comprobaremos que el cambio de dimensión es extraordinario. En el trabajo, en la escuela, en nuestro ambiente social, cada uno de nosotros conoce centenares y hasta miles de personas. Con la multiplicación de los contactos, el crecimiento geográfico, y la desintegración de las características regionales y folklóricas, en los últimos años EEUU se ha transformado en una verdadera sociedad nacional.
El elemento que contribuyó a amalgamar desde dentro nuestra sociedad nacional ha sido la cultura popular. El crecimiento del cine, de la radio y la TV, la posibilidad de imprimir revistas en varias ciudades, con el fin de procurar una distribución nacional uniforme, han contribuido a que una serie de imágenes, ideas, y posibilidades de diversión se presenten a un público nacional.
LA MASA EN TANTO IGUALDAD TOTAL. La palabra cultura ha vuelto a ser definida de modo que aquello que en otro tiempo designaba un refinamiento moral e intelectual ha incorporado hoy los códigos de conducta de un grupo o de un pueblo. También la idea de sociedad, que antes designaba a un grupo de personas refinadas, se ha ensanchado, hasta acoger a todos los individuos que constituyen una unidad social. Uno de los aspectos característicos de estos tiempos consiste en que por primera vez “la masa de la población ha sido incorporada a la sociedad”. El tema de la igualdad –sufragio político y paridad de posibilidades-, el hecho de que las masas rechacen su exclusión de la sociedad, se transforman en las características determinantes de la sociedad de masas. El estilo de vida, los derechos, las normas y los valores, el acceso a los privilegios, la cultura, todo cuanto fue antes propiedad exclusiva de una élite, pertenece hoy a todos. En la sociedad de masas democrática el hecho de poseer un lugar en la sociedad implica poseer el derecho de elegir legisladores, un trabajo o el lugar para vivir. Todo esto ha sido posible a partir del momento en que surge la producción y el consumo masivo y la consiguiente nivelación de los estilos de vida que contraponían a las clases.
Este rápido proceso de aumento de nivel plantea el problema de quién se ha de convertir en árbitro del gusto, en guía de la cultura. Pocas sociedades son capaces de absorber cambios tan rápidos. Hoy esa función mediadora la realizan los medios de comunicación de masas. Los mentores de la conducta son los Films, la TV y la publicidad. En este sentido, los mass media poseen en el cambio de las costumbres un papel que no se limita a estimular exigencias. Los medios de comunicación de masas comienzan a elevar el gusto. Los nuevos artífices del gusto -revistas femeninas, dedicadas a la casa y decoración- enseñan a los individuos el estilo de vestir, de poner una casa, de construir, el gusto por el arte. En EEUU la sed de cultura es asombrosa y las estadísticas de consumo son imponentes. Tomemos al azar algunas cifras: hace 25 años había en EEUU más de 600 museos de arte y hoy existen 2.500. En el sector musical podemos ver que existen hoy 42 grandes orquestas sinfónicas, y en 1905 había solo 6. La venta de libros se ha duplicado, ha aumentado la cantidad de dinero que se gasta en lecciones de música y artes figurativas, etc. Sin embargo, esta nueva cultura de masas suscita más detractores que defensores.
ACUSACIONES CONTRA LA MASA. Los efectos de la cultura de masas han sido uno de los temas preferidos de las discusiones culturales del último decenio. Y ello se debe a diferentes motivos. Ante todo, a la TV, que ha sido el verdadero medio de comunicación de las masas y el agente más poderoso del que se puede disponer para acercar en forma simultánea a un mayor número posible de personas. Otro motivo de preocupación, en lo que se refiere a la cultura de masas, fue el cambio de relación que se produjo entre EEUU y el resto del mundo, en especial con Europa, después de la 2º GM. EEUU era la nación más fuerte militarmente, pero además ofrecía realizaciones que eran productos exclusivos de la historia y el carácter nacional estadounidense. Los ejemplos abundan: un alto nivel de vida, consumo masivo de artículos de lujo, ausencia de conflictos de clase, un sistema de gobierno democrático. Llegaron a EEUU numerosos hombres de negocios europeos, para aprender el secreto de la productividad americana. Se invitó a sindicalistas europeos para que enriqueciesen sus nociones sobre contratos económicos colectivos. Todo esto contribuyó a suscitar el temor a la americanización de Europa. Luego de la guerra resultaron más evidentes algunos cambios sociales: la asimilación cultural de la vida americana y la incorporación a ella de los hijos de inmigrantes; el aburguesamiento de la clase obrera; el crecimiento de los barrios residenciales suburbanos; el aumento de ganancias, que implica un mayor deseo de bienestar; la nueva abundancia, simbolizada por la adquisición de TV, lavaplatos automáticos, automóviles.
Por último, si se quiere explicar el gran interés otorgado durante este decenio a la cultura de masas, será también necesario tener en cuenta las transformaciones sufridas en el carácter del radicalismo político. Desde el punto de vista cuantitativo, nunca los radicales alcanzaron un gran número. Pero han ejercido siempre una influencia superior. Durante la década del ’30 la mayor parte de la crítica radical americana se concentró sobre las injusticias económicas y sociales. Pero durante los decenios siguientes, en los que surgió el estado de bienestar y se produjo la traición a los sueños utópicos, destruidos por los procesos de Moscú y el pacto nazi-soviético, la crítica política se transformó en crítica cultural. El intelectual radical, luego de asumir el papel de crítico, al haber disminuido los males económicos, orientó su atención hacia la cualidad de la vida americana. La cultura dejó de concebirse, tal como había sido hasta entonces, fundada sobre las obras de arte, y pasó a considerarse desde el punto de vista de cómo se organizaba y realizaba un estilo de vida. El juego de alto, medio y bajo pasó de moda en cuanto se hizo medio, pero pronto fue sustituido por el nuevo juego de adentro y afuera. Estar adentro significó anticiparse a la masa en lo que refería a la moda, o también preferir lo que gustaba al vulgo. Estar afuera significaba preferir lo que antes había significado estar adentro, sin advertir que en ese momento era estar afuera, ajeno al mundo de lo chic. A pesar de que la crítica cultural se transformó en un juego, no dejó de ser un grave problema para el intelectual, el cual se vio invitado a asumir un papel dentro de una cultura que siempre prefirió. Así fue como la relación entre intelectual y cultura de masas, en sus comienzos, durante la década del ’50, fue un problema que tuvo importancia y fue pretexto para realizar simposios de investigación y redactar ensayos críticos. Todos estos motivos –la relación de EEUU con el mundo, el examen de conciencia de una sociedad que advertía su fisonomía de clase media, la rápida expansión de los medios de comunicación de masas (la TV), y la transformación de la relación entre el intelectual y la sociedad- hicieron que los problemas de la cultura de masas se convirtiesen en un tema dominante.
ALTO-BAJO-MEDIO. Las distintas críticas de que ha sido objeto la cultura de masas americana pueden agruparse en 4 tipos de acusaciones, según se refieran al contenido del producto cultural, o al modo en que el producto ha sido recibido.
La primera acusación afirma que las obras de creación no reciben el aliento suficiente. No existe la cantidad adecuada de público culto. El arte popular rinde más que el trabajo serio, y eso aleja al artista de su tarea de producir alta cultura. Cualquier producción que se realice en gran escala –teatro, TV, música, cine- deberá adecuarse a un muy bajo denominador común. La segunda acusación: las obras serias del pasado (las que integran la cultura superior) son desvirtuadas, porque se pierde su fin original, presentándolas en contextos degradantes. La tercera acusación afirma que hoy las obras mediocres y medianas reciben un trato como si fuesen arte serio, porque parecen difíciles, a pesar de que no lo sean. En cuarto lugar se afirma que la mayor parte del material de la TV y de las revistas de masas es barato, vulgar, picante, amoral, degradante e incita a la violencia.
Para el crítico serio, el enemigo verdadero es la cultura media, o como la define MacDonald, el midcult. “El truco es evidente: complacer a la masa a cualquier precio”. Para los críticos como MacDonald, el peligro que implica el midcult es que, en el proceso de elevación del gusto y de los criterios de valor americanos, las líneas divisorias entre la cultura superior y el midcult se han confundido y ahora prevalecen los criterios del midcult, y precisamente porque parecen favorecer a la cultura. Pero junto a críticas como las de MacDonald, hallamos otros análisis que ponen en duda la posibilidad de cualquier tipo de mejora, análisis que niegan a la sociedad de masas toda esperanza de poder mantener vida una cultura seria.
Quizá “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset siga siendo la crítica más radical que se ha lanzado contra dicha cultura. Con ese libro culmina un pensamiento que rechaza el ingreso de las masas en la sociedad. Para Ortega la sociedad de masas representa la pérdida de autoridad de una élite calificada. Según el autor, sólo el humanista es culto y sólo él es el exponente de la cultura.
Hannah Arendt sostiene que la sociedad –unidad homogénea de personas educadas- trató siempre a la cultura como una mercancía y adquirió algunos valores snobs. En lo fundamental, Arendt sostiene que siempre ha habido tensión entre cultura y sociedad, entre producción y consumo de arte. Pero hay ahora dos diferencias entre pasado y presente. Antes el individualismo artístico prosperaba a través de la fuga de la sociedad, a menudo orientada hacia mundos rebeldes. Y en segundo lugar debemos señalar que, si bien en el pasado la sociedad anhelaba cultura, no consumía cultura, a pesar de que la explotara, o le quitase su valor, al transformar lo cultural en mercaderías sociales.
Según el sociólogo francés Morin, la cultura de masas contemporánea supera los antiguos fines del control social. Su función es mítica. En reemplazo de la religión, procura un gigantesco escenario en el que exhiben los nuevos héroes. Dice Morin que el auténtico héroe mitológico es el actor James Dean. La vida de Dean reúne los requisitos básicos. Era huérfano, huyó de casa y se transformó en un astro del cine. En un accidente encontró la muerte y conquistó la inmortabilidad. En el 1º aniversario de su muerte 3.000 personas visitaron su tumba. Parecía estar vivo. Es un rasgo distintivo de la sociedad moderna el haber inventado una nueva edad del hombre: la adolescencia. En la sociedad contemporánea la juventud se niega a dejarse incorporar y absorber e intenta, a través de la delincuencia, mantener la posibilidad de fuga. En la sociedad contemporánea los adolescentes han creado su mundo y eligen sus héroes.
MODERNIDAD Y CULTURA SUPERIOR.
VARIEDAD DE LAS EXPERIENCIAS CULTURALES. El aspecto más sustancial de la sociedad de masas es que dicha sociedad, en cuanto incorpora grandes masas, crea mayores diferencias y variedades y una aguda sed de experiencias a medida que un número cada vez más grande de aspectos del mundo –geográficos, políticos y culturales- se ponen al alcance del hombre común. Este ensanchamiento del horizonte, ese sincretismo de las artes, la búsqueda de lo nuevo, implica la creación de un nuevo estilo, una nueva modernidad. El nudo del problema es el sentido que posee la idea de cultura. Cuando se habla de cultura clásica o de cultura católica, se piensa en una serie concatenada de creencias, tradiciones, ritos y normas que, a través de la historia, han logrado un estilo casi homogéneo. La modernidad rompe con el pasado en cuanto pasado, precipitándolo en el presente. Según Harold Rosenberg, la sociedad de masas contiene la tradición de lo nuevo. Dichas condiciones imposibilitan la existencia misma de una vanguardia, pues aquélla es, de suyo, rechazo de una tradición específica. La táctica característica de la vanguardia es el escándalo con avidez, sólo como una sensación suplementaria. La modernidad castra a la vanguardia, al aceptarla con rapidez, igual que acepta, con la misma flexibilidad, elementos del pasado occidental. El antiguo concepto de cultura se funda en la continuidad. El moderno en la variedad. El antiguo otorga valor a la tradición. El ideal contemporáneo es el sincretismo.
Hoy los límites geográficos del mundo han desaparecido. El ámbito de las artes, literatura, pintura, escultura y música, es casi ilimitado. Y esto no sólo significa que el mercado artístico sea internacional, de modo que pintores polacos exponen sus cuadros en París. Hay algo más. La gama de la cultura se ha extendido tanto, han proliferado tanto los temas de interés, que ya resulta casi imposible encontrar un centro de gravedad que pueda de verdad definir al hombre culto.
LA CARENCIA DE UN CENTRO. Es un hecho característico de la vida cultural americana la carencia de un centro, ya sea geográfico o espiritual, que otorgue autoridad y espacio a los principales pintores, músicos y novelistas, para que puedan encontrarse y conocerse. En el pasado, toda sociedad poseedora de una alta cultura tenía un centro (ágora, plaza o mercado) donde, gracias a la concentración, el intercambio, la competencia y la discusión, unos se estimulaban a los otros, y creaban y obtenían un sentido vital beneficioso para todos.
En EEUU siempre ha faltado un centro. A mediados del S XIX, Boston constituyó un terreno unificador. Pero esa unidad contribuyó a su fracaso. Hacia fines de siglo, Nueva York se convirtió en el centro de la sociedad ambiciosa y fue un centro cultural, pero jamás pudo englobar las distintas culturas regionales norteamericanas. Dada la dimensión del país y lo heterogéneo de los grupos étnicos y religiosos, los intelectuales americanos se encuentran en la oscuridad. EEUU es el único país importante del mundo que carece de un centro nacional donde las diferentes élites pueden encontrarse.
LA CULTURA VISUAL. La forma más importante de afrontar la cultura superior que tiene la época contemporánea es el rechazo de la idea de una jerarquía de las artes o de la unidad de la cultura, imposible en el mundo moderno. Hoy el modo de ver predominante es visual. Visión y sonido, pero más todavía la vista, organizan el mundo estético y orientan al público. Quizá no pueda ser sino así dentro de una sociedad de masas. Los entretenimientos de masas –circos, teatros- han sido siempre visuales, pero hay además algunos aspectos de la vida contemporánea que acentúan el elemento visual. En primer lugar, el mundo moderno urbano. La vida en las grandes ciudades y el modo en que se realiza la sociabilidad ofrecen una variada gama de ocasiones para ver y querer ver las cosas. En segundo lugar, debemos tener en cuenta la naturaleza del mundo contemporáneo, con su sed de acción, más que de contemplación, su búsqueda de novedades, su avidez de sensaciones. Una ciudad no es sólo un lugar, es también un estado de ánimo, símbolo de un estilo de vida propio, cuyo atributo más destacado será la diversidad de sus aspectos excitantes. Para conocer una ciudad hay que caminar sus calles. Para ver la ciudad hay que salir fuera de ella. Desde lejos, el perfil recortado contra el cielo representa la ciudad. Su masa dentro provoca un impacto; la silueta permite un conocimiento duradero. Ese elemento visual es su representación simbólica. El panorama de la ciudad, creado por el hombre, lo forman su arquitectura y sus puentes. Los materiales claves de la civilización industrial, el acero y el hormigón, desarrollan dentro de esa estructura su utilización típica. El uso del cemento armado ha facilitado al arquitecto la creación de formas esculpidas, que poseen una verdadera autonomía. Las formas nuevas han revelado nuevas posibilidades de aprovechamiento y organización del espacio. De estas nuevas concepciones surge también un eclipse de la distancia. Además de la distancia física, reducida por obra de los nuevos medios de transporte, se ha reducido también la distancia psíquica y estética entre el espectador y la experiencia visual. La estética moderna se ha convertido, de un modo prepotente, en una estética visual. Hasta los diques, puentes, silos y redes de caminos son objetos de interés estético. La organización del espacio, ya sea en pintura, arquitectura o escultura, es el problema estético esencial de la cultura de mediados del S XX. El interés por el espacio y la forma expresó la vitalidad de la cultura moderna, sobre todo en la arquitectura, el cine y la pintura. Son las artes más importantes de mediados del S XX y las que dan carácter a la época.
EL MERCADO Y LA CULTURA DE MASAS.
EL PÚBLICO: UNO, MÚLTIPLE. Hoy la masa forma parte de la sociedad y constituye para la cultura el público más amplio de la cultura. Para una sociedad que espera que la cultura se sostenga a sí misma, sin ser subvencionada, el problema del marketing es algo fundamental. El problema presenta dos aspectos: los productos culturales (Films, espectáculos teatrales y televisivos) se diferencian de otros bienes industriales porque es difícil automatizarlos; es decir que en una economía de salarios altos, los costos de producción habrán de subir con mucha más rapidez que en cualquier otro sector. En 2do lugar, los productores, teniendo en cuenta cuáles habrán de ser las ganancias, tratan de obtener un mercado lo más amplio posible.
El caso de la TV es el más evidente. Hay televisores en el 83% de las casas de EEUU. Un público tan amplio es un desafío para los agentes de publicidad. Dado que la mayor parte de las empresas de publicidad tratan de influir sobre el mercado nacional, son muy pocos los canales de TV que pueden funcionar sin afiliarse a una de las 3 mas importantes redes nacionales. Por lo tanto, 9 de cada 10 canales de TV participan de programas nacionales y obtienen de la red 9 o más horas semanales del tiempo de mayor audiencia. El marketing televisivo se basa sobre una unidad de medida llamada CPE (costo por emisión). Dado que, par ala firma que lo presenta, el costo total de un programa es fijo, cuanto mayor es el número de televisores que sintonizan un programa, más bajo es el CPE. Un productor de publicidad, si descubre que alguien le hace competencia, logra tener un CPE inferior al suyo, o abandona el programa, o transforma el contenido del mismo. Esa es la basa de la guerra de los ratings.
La TV ha acaparado el mercado de la masa y al hacerlo, ha cambiado el tipo de público de los diarios y de la producción de cine de EEUU. La TV ha provocado una pérdida de terreno a los grandes semanarios de difusión nacional. A la publicidad no le interesa la cantidad de público de los diarios, pues desde ese punto de vista la TV brinda un número siempre mayor. A pesar de tener un tiraje de 4 millones, Collier’s dejó de aparecer porque no lograba atraer la suficiente publicidad. En cuanto al teatro, los problemas de costo son importantes, sobre todo para las grandes empresas comerciales, como sucede en Broadway, ganan ante todo en el capo del espectáculo y tratan de conquistar un público muy amplio. En Broadway, los altos arriendos de los locales céntricos, los sueldos elevados de los actores y las condiciones de trabajo impuestas por los sindicatos contribuyen a que los costos de producción suban hasta las nubes.
Para el cine, que antes fue el mass media por excelencia, la competencia de la pantalla doméstica ha significado una transformación análoga. Por un lado, Hollywood ha intentado producir colosales Films que se proyectan 2 veces al día, a precios elevados, y por otra parte, la clausura de los viejos estudios ha significado la aparición de un conjunto de productores cinematográficos independientes, que producen Films dedicados a un público especial.
Pero en ningún sector ha sido tan dramático el problema de conquistar un nuevo público como en el de la industria editorial. Hasta hace poco tiempo, en EEUU, las casas editoriales vendían sus libros a través de las librerías. Pero en los EEUU, fuera de las ciudades más importantes o ciudades universitarias, las librerías han resultado un medio inadecuado para llegar a un público más disperso. La revolución del marketing ha consistido principalmente en hallar millares de conductos suplementarios –en las estaciones de autobuses, aeropuertos, etc.-, para vender libros económicos a bajo precio. Desde 1940, en que se vendían 6 millones de ejemplares, la venta ascendió a 500 millones en 1960. Además de haberse difundido el arte y todas las gamas de la cultura, en los últimos 40 años ha habido una multiplicación del número de personas que intentan ganarse la vida como pintores, escritores o actores. Es difícil precisar en forma estadística una cifra comparativa, pero el aumento de la población, las transformaciones de las fuerzas de trabajo y la difusión de la instrucción nos permiten afirmar que en la actualidad se dedican a la producción de obras culturales más personas que en otras épocas.
STANDARDS Y SUBVENCIONES. El problema numérico –tanto en lo que se refiere a los productores como al público- nos lleva a discutir otro aspecto: el de los standards. Se emplea como argumento en la discusión que la cultura de masas es una cultura disminuida. Según Shils, “el error más grande de los que analizan la cultura popular es su convencimiento de que ésta sucede a algo que tenía un valor intrínseco: que, por su culpa, el hombre se ha precipitado en un pantano desconocido hasta hoy, y que es, necesariamente, el preludio de una degradación ulterior y de la extinción definitiva de la cultura… Sería mucho más justo suponer que la cultura de masas es mucho menos nociva, para las clases inferiores, que la existencia miserable y dura de los siglos precedentes”. No deja de ser curioso que luego de un decenio de protestas contra lo insulso de la cultura de masas, durante el cual se han acumulado varios escritos referidos a los problemas de la conservación de los standards de la cultura superior, no se haya prestado casi ninguna atención a las concretas directivas públicas sobre dicha materia. Lo que se puede hacer para elevar el gusto del público es ver qué tipos de subvenciones públicas pueden crearse y son necesarias para sostener a compositores, escritores, y promover el teatro musical y dramático. Un canal de TV es un servicio casi público. Está limitada la longitud de la onda, y un permiso o licencia televisiva implica una posibilidad de ganancia. La Federal Communications Commission posee el poder de limitar la publicidad y aumentar el tiempo dedicado a programas de servicio público, etc.
No existen estudios sobre el papel que desempeñan las subvenciones para el arte y los creadores serios. Y esto es un problema que irá agravándose a medida que crezca el número de personas que traten de ganarse la vida en el arte. Nadie sabe, por ejemplo, cuántos son los pintores que se mantienen sólo vendiendo sus cuadros, cuántos tienen un puesto en universidades o museos, cuántos logran apenas llegar a fin de mes.

SHILS – Sociedad de masas.

LA SOCIEDAD DE MASAS Y SU CULTURA. Desde el fin de la 1º GM, surgió un nuevo orden social conocido bajo el nombre de sociedad de masas, que a pesar de los conflictos internos, da al individuo una mayor adhesión a la sociedad en cuanto tal, y una mayor afinidad con sus iguales. El resultado ha sido que amplios sectores de seres humanos han podido asociarse de un modo relativamente libre. La nueva sociedad es una sociedad de masas en el sentido de que la gran masa de la población se ha incorporado a la sociedad. El centro de la sociedad ha ampliado sus confines. La masa tiene ahora una relación más estrecha con el centro. En aquellas sociedades anteriores, grandes sectores de la población, la mayoría, nacían y permanecían siempre ajenos a la sociedad. Una importante característica de esa sociedad es la disminución del sentido sacro de la autoridad, la atenuación del temor reverencial que aquella suscitaba y una visión diferente de los carismas que se atribuían. A la disminución del prestigio de la autoridad corresponde también un debilitamiento del poder de la tradición. La dispersión de los carismas, desde el centro hacia fuera, se manifiesta en el mayor énfasis que se da a la dignidad y los derechos individuales. Esa ampliación se revela con claridad en las nuevas actitudes con respecto a la mujer, los jóvenes y los grupos étnicos que se encuentran en desventaja.
De todo ello se deriva una dispersión de civilidad, característica de la sociedad de masas. La misma idea de ciudadanía, sinónimo de población adulta, es uno de sus signos. Otro síntoma es el igualitarismo moral. El asentimiento moral de la sociedad de masas todavía es incompleto. La mutua asimilación entre el centro – la élite- y la periferia –la masa- está muy lejos de su realización total. Los conflictos de clase, los prejuicios étnicos y las desordenadas relaciones sociales continúan siendo factores importantes en nuestras modernas sociedades, pero ello no impide que las tendencias a las que me refiero hayan alcanzado un grado de realización como nunca se vio antes en la historia.
La sociedad de masas es industrial. Las modernas técnicas industriales han puesto en contacto a distintas partes de la sociedad de masas y le ofrece recursos que ponen a su alcance nuevas experiencias, nuevas sensaciones. La sociedad de masas ha intensificado la individualidad, ha liberado las capacidades morales e intelectuales del individuo. Porciones mucho más amplias de la población han aprendido conscientemente a apreciar los placeres de la vista, del oído, del gusto, del tacto y de la comunicación.
LA CULTURA. En todos los diversos estratos de una sociedad, el esfuerzo por explorar el universo, comprender el sentido de los acontecimientos, afirmar los principios de moralidad y de justicia, o negarlos, exaltar o denigrar la autoridad, etc., constituyen los elementos fundamentales de la existencia cultural. Hay variaciones profundas, pues los hombres manifiestan notables diferencias en lo que se refiere a su capacidad de expresión y captación. No existe sociedad que pueda llegar a una completa unidad cultural. Hay límites naturales para la difusión, en toda sociedad, de los standards y productos de la cultura superior. La transmisión tradicional de la cultura superior provoca, en algunos, el rechazo y la negación de partes que son significativas, por el hecho de que es tradicional.
LOS NIVELES DE CULTURA. Adoptaremos una distinción entre los niveles de cultura, que son niveles de calidad, medidos con un metro estético, intelectual y moral. Ellos son, entonces, la cultura superior o refinada, la cultura mediocre y la cultura brutal.
La cultura superior se diferencia por la seriedad del tema, es decir por el centralismo de los problemas de que se ocupa, la penetración aguda y la coherencia de sus percepciones, la sutileza y abundancia de los sentimientos expresados. Su repertorio incluye obras poéticas, novelas, filosóficas, de escultura y pintura. La categoría de cultura superior no se refiere al status social, sino a la verdad y a la belleza de éstas en sí.
La categoría de cultura mediocre incluye obras que no satisfacen los criterios empleados para juzgar las obras de la cultura superior. La cultura mediocre es menos original que la cultura superior. Es más imitativa.
En el tercer nivel encontramos la cultura brutal, cuya elaboración simbólica es mucho más elemental. En este nivel algunos géneros son iguales a los de la cultura mediocre y la refinada –representaciones pictóricas, plásticas, música, poemas-, pero se incluyen también juegos y espectáculos, tales como las carreras de caballos. La profundidad de penetración es casi siempre desdeñable, la sutileza falta casi por completa y una característica común la constituye una tosquedad general en la sensibilidad y la percepción.
La cultura superior es más rica en contenido, porque incluye no sólo la producción superior contemporánea, sino muchos elementos de la producción refinada de épocas precedentes. La cultura mediocre tiende a ser más pobre, no sólo por la inferior calidad de lo que produce a lo largo de su propia generación, sino porque sus productos culturales tienen una parábola de duración relativamente más breve. No obstante, posee muchos elementos del pasado. Los límites entre cultura mediocre y superior no están bien señalados. Una gran cantidad de cultura mediocre conserva valores a lo largo de mucho tiempo, y si bien el gusto mediocre, al igual que el superior, sufre cambios, subsisten elementos estables y, siempre, parte de la cultura mediocre del pasado encuentra un público que la aprecia. En la cultura brutal, donde el contenido simbólico es pobre y donde hay poca creación original, nos encontramos con una dependencia mayor de las cosas de pasado, aunque más inconsciente. Juegos, bromas, espectáculos y otras cosas similares, repiten modelos tradicionales con casi ninguna conciencia.
LAS CANTIDADES: EL CONSUMO. La cantidad de cultura que consume la sociedad de masas es mayor que la de otra época, aun si tenemos en cuenta el crecimiento de la población. Una expansión inmensa se ha verificado, especialmente a nivel de la cultura brutal y mediocre, pero también ha aumentado el consumo de la superior. Los motivos de dicho aumento son la mayor disponibilidad, más tiempo libre, menores exigencias físicas en el trabajo, mejoramiento económico, la alfabetización, etc. En todo ello, las clases medias y bajas han ganado mucho más que las élites.
El consumo de cultura superior ha aumentado, pero no como el de las otras dos categorías, porque las clases intelectuales, antes de la sociedad de masas, estaban más cerca del nivel de saturación.
LA REPRODUCCIÓN Y LA TRANSMISIÓN DE LA CULTURA. En la sociedad medieval, la Iglesia y las escuelas llevaron la cultura desde el centro hacia las periferias. Los costos más asequibles de la palabra impresa y la difusión de una alfabetización mínima, produjeron la expansión de cada uno de los 3 estratos de cultura. Los principales beneficiarios de dicha expansión fueron la cultura mediocre y la brutal. El desarrollo de nuevos métodos de reproducción gráfica, en la litografía y en imágenes, tanto fija como inmóvil, los nuevos métodos de grabación de sonido y la trasmisión de sonidos e imágenes aumentaron las corrientes de comunicación entre el centro y la periferia. Allí donde antes los custodios de la cultura superior y de sus variantes mediocres tenían casi un monopolio, por medio del casi monopolio de las instituciones y organismos de trasmisión, los nuevos métodos de comunicación de masas transformaron la situación. La búsqueda de un público amplio, que hiciese posible obtener una subvención (publicidad) para cubrir las diferencias entre los que los consumidores pagan y el costo de producción de objetos culturales, ha tenido una gran importancia para las relaciones recíprocas entre los varios estratos de cultura.
EL CONSUMO DE CULTURA. En la sociedad moderna el número de consumidores de la cultura superior nunca ha sido elevado; en las sociedades anteriores era todavía más restringido. Los principales consumidores de cultura superior son los intelectuales. En el mundo contemporáneo esta categoría incluye profesores universitarios, científicos, estudiantes universitarios, escritores, artistas, funcionarios estatales de alto rango, hombres de negocios. Fuera de las ocupaciones intelectuales, los consumidores de cultura superior son pocos. Entre los principales países de Occidente, es en EEUU donde la élite política da la impresión de mayor indiferencia frente a las obras de la cultura superior. El gran sistema industrial de EEUU ha debido tener un numeroso grupo de técnicos y de científicos especializados, hombres de mucha imaginación y de mayor capacidad de creación, y sin embargo, su consumo cultural –no sólo de cultura superior, sino también de cultura mediocre- es más bien limitado. En la clase media el consumo de cultura superior no es abundante. Periódicos, novelas best-sellers, libros políticos, poesías, constituyen el grueso de su consumo. Las películas, la radio y la TV forman la sustancia fundamental de su consumo cultural. Su alimento es casi todo filisteo: cultura mediocre y brutal.
Un estrato especial de la población da un tono particular a la sociedad de masas, es la nueva generación, la juventud. El ingreso de la juventud en la sociedad actual se apoya en fundamentos primordiales que se dan en todas las sociedades. El romanticismo, la mayor riqueza, y, en un plano más profundo, el radio de la empatía y simpatía, que va ampliándose, han permitido a la juventud aprovechar ocasiones que antes nunca se le brindaron. Antes de la aparición de la sociedad de masas, una pequeña parte de la juventud se iniciaba con rigor en la cultura superior. El resto permanecía expuesto a la cultura brutal de sus propios mayores. La mayor parte de la masa juvenil proviene de estratos de la sociedad que han tenido pocos contactos con la cultura superior.
LA PRODUCCIÓN DE CULTURA. La inteligencia superior. El estrato más antiguo de la sociedad occidental es una diferenciada inteligencia creadora, poseedora de un conjunto de tradiciones ininterrumpidas. Hay más especialización que antes. Es imposible que un hombre pueda estar plenamente familiarizado con todo el tesoro de la cultura pasada y actual. Los hombres cultos de hoy se parecen menos a los del pasado, cuando había menos cosas que aprender. A pesar de los cambios sociales, este estrato creador se reproduce y aumenta sin cesar.
La inteligencia mediocre. La era moderna, junto a esta inteligencia creadora, ha visto desarrollarse un estrato mucho más grande de productores de cultura mediocre. Durante el S XVII y el XVIII, cuando las letras empezaron a ofrecer carreras profesionales, surgieron amplios grupos de escritores. El S XIX vio el afianzamiento de la profesión de quienes producían casi exclusivamente para el consumidor de cultura mediocre. La prensa popular, las películas, la radio y la TV han reforzado y extendido sus filas. El creador profesional de cultura mediocre ha desarrollado tradiciones, modelos y medidas de valoración propios. Se dedica a la producción de cultura mediocre, sin intentar antes la producción de cultura superior. El productor de cultura mediocre sigue sometido a una medida de valoración impuesta por la cultura superior, y no logra evadirse de esa presión.
La inteligencia brutal. Los productores de cultura brutal se encuentran ante una situación muy diferente. No poseen ni un pasado histórico ineluctable, ni las relaciones con la cultura superior que tienen sus colegas de la cultura mediocre. La cultura brutal ha desarrollado hace muy poco sus cuadros de profesionales diferenciados. La cultura brutal no demuestra tener un alto potencial de desarrollo. Algunos géneros de la cultura brutal, sin embargo, han producido obras de gran estima que, a veces, pasan a través de la cultura mediocre y llegan hasta el límite de la cultura superior. Como la cultura brutal no limita su público a las clases incultas, muchas de sus obras realizan su propia ascensión y tras ellas van sus productores. Con todo, por lo general, hay un muro de separación entre los productores de cultura brutal y los productores de cultura superior.
LA SITUACIÓN DE LA CULTURA SUPERIOR EN LA SOCIEDAD DE MASAS. Admitamos que la refinada cultura contemporánea sea más pobre que la cultura superior producida durante cualquier período del pasado. Podría haber varias causas. Por ejemplo, la distribución y el reflorecimiento de los genios es un tema que todavía no ha tenido explicación satisfactoria. En cada uno de los sectores de la ciencia y del saber, se realizan trabajos excepcionales, en los centros más antiguos, no alcanzados todavía por la cultura de la sociedad de masas, y también en los EEUU, la más masificada de todas las sociedades de masas. Pero es innegable que existe una conciencia de decadencia. Los intelectuales están desanimados, se sienten aislados, olvidados, carentes de simpatía. Sienten que han perdido contacto con su público, y en especial, con los que gobiernan la sociedad. El intelectual tiene además la sensación de no estar en relación con el pueblo. La presencia ruidosa de la cultura mediocre y brutal agudiza su angustia. En virtud de sus mismas relaciones con la producción, de la vigorosa promoción de la cultura mediocre y brutal, y del evidente deleite de sus consumidores, los intelectuales se ven obligados a familiarizarse con lo que sucede en esos niveles de cultura. La cultura superior está en peligro. Eso se debe a que nunca ha sido la cultura de toda una sociedad.
Se dice que la cultura de la sociedad de masas produce sus efectos insidiosos a través de caminos indirectos, que constituyen un peligro todavía más grande que las presiones externas que ejercían los gobernantes de las sociedades que antecedieron. Seduce, dicen, en lugar de obligar. Ofrece la posibilidad de grandes ganancias a quienes acepten los términos de los contratos de trabajo, formulados por las instituciones de la cultura mediocre o brutal. El hecho de que en la TV o en el cine, puedan verse obras de calidad superior, parece demostrar que el talento no se pierde cuando abandona los medios refinados. También es posible que los hombres dilapiden su talento o que se corrompan, por amor a un puesto, por ganar el favor de las autoridades, por la popularidad o apego al dinero. Es verdad que hoy los intelectuales tienen más posibilidad de ganar mucho dinero produciendo objetos de cultura mediocre y brutal, que antes de que se hubieran desarrollado los medios de comunicación.
No es necesario que la producción de cultura mediocre y brutal destruya la cultura superior, hiriendo a sus productores, ya sea con el dinero u otras seducciones. Puede privarlos del mercado y del reconocimiento ponderado del que necesitan para mantener su talento al nivel máximo de perfección. Desde luego que es posible la corrupción del gusto público, del gusto de esos consumidores, cuyas facultades naturales de discernimiento no pueden prescindir de cuanto les procura un ambiente cultural refinado. Pero en contraste con esa posibilidad, se destaca el hecho de que hoy, en los EEUU, dentro de una pequeña minoría, el gusto es más estricto que antes.
La demanda de productos de cultura mediocre y brutal influye sobre los productos de la cultura superior. Cuando la demanda pública puede obtener los objetos que desea, el mercado para objetos de cultura superior se reduce y los empresarios que disponen de capital para intervenir no se precipitarán, para utilizar sus recursos, en las áreas del mercado cuyo provecho es escaso.
PURITARISMO, PROVINCIANISMO Y ESPECIALIZACIÓN. La cultura de las clases, que en EEUU debería ser el exponente de la cultura superior, deja mucho que desear. Es lamentable la vulgar y satisfecha ignorancia de los profesionales, la filistea desconfianza o la arrogancia que ostentan frente a la cultura superior algunos profesores universitarios de literatura y de ciencias sociales, las escuelas de medicina y de leyes, y muchos diarios y cronistas radiales. Las élites políticas, económicas, militares y tecnológicas no tienen una actitud mejor. Es innegable que muchas cosas están equivocadas en la calidad de la cultura consumida por las clases más o menos cultas de EEUU. Sin embargo, muy poco de eso que no está bien puede achacarse a los medios de comunicación de masas, y en especial al cine, la TV, la radio y las revistas populares. Eso no significa que la cultura mediocre y brutal que sale de los medios sea digna de admiración.
En el S XIX, en EEUU no había una sociedad de masas, pero sí una sociedad diferenciada, en la cual profundos sentimientos igualitarios asumían a menudo una forma populista. Estaban ya presentes algunas tendencias que luego culminarían en la sociedad de masas. Pero gran parte de su cultura, que era ya mediocre y brutal, no la produjeron las instituciones o los profesionales que hoy producen la cultura de la sociedad de masas.
En los EEUU del S XIX, la cultura refinada no fue bien vista por los estados de las praderas. Fue el resultado de la hostilidad de las provincias hacia la metrópoli. Estos son algunos de los motivos por los cuales la cultura superior sigue siendo ajena a muchos americanos. Es resultado de la desconfianza general que la cultura superior encuentra siempre en todas las sociedades. En EEUU se ha manifestado con mayor fuerza, virulencia y libertad porque las élites políticas y económicas de la sociedad americana no se sienten obligadas a asumir una apariencia superficial de cultura superior.
El hecho de que las universidades tiendan a tomar la delantera en la vida cultural superior de los EEUU ha traído como resultado que las tendencias que se desarrollan en el ámbito de las universidades se convierten con facilidad en las tendencias de la vida intelectual en conjunto, mucho más de lo que sucedía anteriormente, en la sociedad moderna. En la medida en que las universidades se han hecho más diferenciadas y especializadas, también la vida cultural superior se ha especializado mucho más.
PERSPECTIVAS DE LA CULTURA SUPERIOR EN LA SOCIEDAD DE MASAS. Los problemas de la cultura superior en una sociedad de masas son los mismos que en cualquier sociedad. Dichos problemas son la conservación de su calidad y de su influencia. Para permanecer viva, debe mantener su propia tradición. El progreso de la cultura superior exigen que mantenga las tradiciones, aun cuando deba revisarlas y hasta desecharlas.
Mucha importancia tiene también la moral de los intelectuales que asumen responsabilidades administrativas y pedagógicas para la conservación y desarrollo de la cultura superior.
Los intelectuales serios siempre han padecido presiones por parte de los sectores de la sociedad de los que no formaban parte. El sector intelectual ha estado siempre aislado. Los intelectuales han tenido que afrontar la tarea de continuar la tradición, desarrollarla, diferenciarla y mejorarla todo cuanto podía.
No dudo que la principal tradición política, bajo la cual la mayoría de nuestros intelectuales ha tenido que vivir en EEUU, no es satisfactoria. La culpa no es exclusiva de los intelectuales. El puritanismo filisteo y el provincianismo de nuestras élites comparten mucho de la condena, como también el popularismo de los políticos profesionales. No obstante, los intelectuales no pueden sustraerse a la acusación de haber hecho poco por mejorar la situación.

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