miércoles, 12 de octubre de 2011

Procesos 1 - Textos del 2º parcial

ITZCOVITZ – La ideología golpista de antes de 1930.

INTRODUCCIÓN. El 6 de septiembre de 1930 se produjo en la Argentina el primer golpe de estado militar de su historia. La democracia argentina de comienzos de siglo contrasta con Europa, que estaba dominada por monarquías autoritarias y represivas. Las fuerzas armadas no habían sido meramente “observadores” en los años anteriores. Habían intervenido como guardia pretoriana en los graves hechos de 1919, conocidos como la “Semana trágica” y, años después, en la represión de los movimientos huelguistas en el sur que se denominó “Patagonia trágica”. Leopoldo Lugones no sólo contribuyó a crear un clima golpista en la sociedad civil, sino que estimuló a las fuerzas armadas y colaboró con ellas.


LUGONES POLÍTICO. Este trabajo se centrará en los escritos políticos de este autor dados a conocer entre 1923 y 1930. Desde su adolescencia, Lugones manifestó una inclinación por las ideas anarquistas y luego socialistas, que determinaron su militancia en este último partido.
De esta época quedan sus ardientes manifestaciones revolucionarias contra la burguesía, la iglesia y los políticos. Según cuenta su hijo, los acontecimientos que definieron su vuelco hacia ideas antidemocráticas fueron la Revolución Rusa (1917) y los hechos de la Semana Trágica (1919), sucesos donde se dio la movilización de las masas populares.
El pensamiento político de Lugones puede ser resumido bajo el título con que da comienzo a una de sus conferencias en el Coliseo: “La doble amenaza”: 1) la que constituían las ideas anarquistas y del maximalismo ruso. 2) La que resultaba de la inclusión a la vida política de nuevos sectores a partir de la Ley Sáenz Peña.
El primer factor cambió la estructura del mercado de trabajo y la organización sindical, como consecuencia por las fuertes demandas para mejorar las condiciones de trabajo. El segundo factor provocó un desplazamiento de los grupos tradicionales de poder y un ascenso de sectores, hasta entonces excluidos, en los que Lugones vio una amenaza que lo llevó a criticar a la democracia.

Las ideas de Lugones:
1.                  EL ORDEN SOCIAL CAPITALISTA Y LA CUESTIÓN EXTRANJERA. El odio que Lugones profesaba por los extranjeros era el temor que sentía por el cambio social que significara la alienación del orden constituido y la modificación de las relaciones capitalistas de producción amenazadas por la revolución social. De ahí la relación mecánica que establecía entre la condición de extranjero, las huelgas obreras y la “subversión”. Consideraba la disciplina como un caso de verdadera defensa nacional. En junio de 1923 Lugones dictó cuatro conferencias patrocinadas por la Liga Patriótica Argentina. En la primera de ellas, arremetió contra la infiltración extranjera, el papel de los inmigrantes y el peligro que significaba su presencia en el país. “El amor hacia la patria exige la tarea de limpiar el país. La deportación de extranjeros a sus países de origen es un reclamo de la conciencia nacional”. Ante un público que aplaudió, terminó instando a imitar el fascismo italiano: “Italia acaba de enseñarnos cómo se restaura el sentimiento nacional, bajo la heroica reacción fascista encabezada por el admirable Mussolini”.
En su segunda conferencia, proclamó un Programa de acción para la organización de una campaña inmediata que se trataría del mismo plan de gobierno que habría de proponer años más tarde, en 1931. En él Lugones instaba a la movilización de los argentinos en una Agrupación Patriótica a cuyos miembros les solicitaba “limpiar la patria de la roña rencorosa que trajeron los fracasados de afuera”. Entre los objetivos de la agrupación figuraba el de repudiar y declarar contrarios al interés nacional a: 1) toda organización dirigida por gobiernos o programas extranjeros. 2) toda participación de extranjeros residentes en la política. 3) todo instituto de enseñanza donde se de preferencia a un idioma extranjero. 4) toda institución extranjera de comercio, industrias, bancos, etc.
Luego de pedir la deportación de extranjeros, Lugones recibió críticas: Alfredo Palacios instó a la juventud a levantarse para protestar “contra los conceptos inauditos de Lugones”. Roberto Giusto dijo por su parte: “¿Cuál es la personalidad literaria de Lugones? Difícil contestarlo por la simple razón que él no la tiene”.
2.                  LA DEMOCRACIA Y EL FUNCIONAMIENTO DE LAS INSTITUCIONES LIBERALES. Lugones condenó a la democracia por ser un sistema que deriva naturalmente de la demagogia o el socialismo. Descalificaba a la democracia pero por sobre todo despreciaba a las masas. “Aborrecía la chusma, detestaba al ‘compadrito’ arrabalero”, dijo su hijo. En un artículo de La Nación titulado “La hora de la espada”, Lugones afirmaba que la especia humana se dividía entre una mayoría de individuos “nacidos para el deber” y otro grupo que tiene la capacidad de “darse su propia ley, según les agrada”. La política para Lugones es equiparable a la medicina: no se maneja con principios sino que responde a las necesidades. El fin de ambas que es curar respectivamente, la salud pública y la privada, justifica los medios. En virtud de esta concepción no vaciló en llamar “concepción realista” a la aplicada por Mussolini en Italia, por contraposición a la política principista aplicada en Rusia.
En “Política Revolucionaria” publicado en 1931, tiempo después del golpe, proponía elevar la edad para votar de los 18 a los 22 años y proponía que votaran sólo aquellos que producían a partir de una representación “corporativa o funcional”. El derecho del sufragio resulta así correspondiente al deber de producir, que es el primero de los deberes sociales, o mejor dicho de trabajar, recobrando su significación originaria.
3.                  EL ROL DEL EJÉRCITO Y SU PAPEL POLÍTICO. Lugones le asignaba al ejército la tarea de imponer el orden y la jerarquía en una sociedad que derivaba hacia el socialismo. La vida es un estado de fuerza que “solo subsiste destruyendo seres para incorporarse su vitalidad”. Desde una postura organicista que considera a la guerra un fenómeno natural como la muerte, llama a vivir la vida en el esplendor de la fuerza, que es la expresión suprema de su victoria. Luego jerarquía, disciplina y mando constituyen una trilogía indispensable del orden social. En otro artículo, afirmaba: “La nación precisa asegurar el orden, que consiste en el sostén de la organización capitalista.
4.                  PROPUESTAS PARA UN NUEVO RÉGIMEN. Lugones sugería que con diez años de “vacaciones políticas” se podía acabar con todos los obstáculos y llevar adelante su programa. Este requería medidas que modificaran la política económica, la industria, la justicia, la diplomacia, la defensa nacional, la administración y la instrucción pública, una reestructuración del Estado a partir de una organización corporativa y verticalista de los 3 poderes. Al ejército le asignaba el Poder Ejecutivo y la administración general, pero el Congreso sólo debería legislar “a propuesta del Poder Ejecutivo”.

MOSCATELLI – La Liga Patriótica Argentina.

INTRODUCCIÓN. El ascenso del radicalismo al gobierno inaugura la ampliación de las bases de participación social y política. Este hecho marcó una cesura con respecto al período anterior en relación al tratamiento de cuestiones de índole laboral. Los radicales tratarán que los trabajadores y la oposición comprendan la importancia del cambio a partir de entonces. Irigoyen demostraba su posición de árbitro en los conflictos del período. En 1917, en la huelga de los trabajadores marítimos, entabló contacto directo con dirigentes sindicales e igual actitud asumió en las huelgas ferroviarias de 1917 y 1919.

LA CONFLICTIVIDAD SOCIAL EN LA POSGUERRA. Con la 1º GM, el proceso de integración económica de Argentina al mercado mundial se interrumpió y provocó desajustes económicos que afectaron al acelerado crecimiento del proyecto agroexportador. Perjudicaron la situación del obrero: largas jornadas de trabajo, salarios insuficientes, malas condiciones sanitarias, sumado al aumento del costo de vida. Entre 1918 y 1922 se produjeron en el país importantes huelgas que llegaron a su punto máximo en 1919, con la “Semana Trágica”. Estos sucesos tuvieron su origen en una huelga que comenzó en diciembre de 1918 y se extendió a enero 1919, en los Talleres metalúrgicos de Pedro Vasena, empresa que se vio afectada por el desabastecimiento de materias primas durante el conflicto bélico. Esta empresa contrató rompehuelgas, lo que provocó enfrentamientos entre ambos grupos y dejó cuatro obreros muertos. Como consecuencia, se desató una huelga general con disturbios de distinta dimensión. Estos acontecimientos condujeron a Irigoyen a llamar al Ejército. El gobierno abandonó la política de conciliación y justificó la represión responsabilizando a anarquistas, diciendo que sus protagonistas no eran obreros, sino una minoría que intentaba subvertir el orden.

EL NACIMIENTO DE LA LIGA PATRIÓTICA ARGENTINA. Frente a la ola de agitación registrada en enero de 1919 aparecieron grupos de particulares que colaboraban con las autoridades en la represión o, como ellos decían, en la defensa del orden. Cuando llegó la calma, aparece la Liga Patriótica Argentina con el propósito de crear una guardia cívica que cooperara con las autoridades en el mantenimiento del orden público y en la defensa de los habitantes, para evitar la repetición de hechos similares a los ocurridos en 1919, ejerciendo un control de todo cuanto significara un ataque al progreso del país.
La Liga logró una importante adhesión entre sacerdotes, intelectuales, industriales, militares, empresarios y políticos, reuniendo en su seno a elementos heterogéneos que vieron en su propuesta nacionalista la posibilidad de frenar el conflicto reinante, atribuido al avance de “ideologías extrañas” en el país. La liga funcionaba con una Junta Central y con brigadas que trabajaban tratando de neutralizar las posibles influencias revolucionarias. Bajo el lema “Patria y orden” se propusieron como fines exclusivos “estimular el sentimiento de la argentinidad, el recuerdo del heroísmo y sacrificio generoso de los antepasados que nos dieron la patria”. La ausencia del nacionalismo y la ignorancia era, según ellos, lo que permitía que esos grupos minoritarios tuvieran predicamento entre los obreros. El diagnóstico que hacían de la realidad social los llevaba a responsabilizar al gobierno de Irigoyen por la pasividad y permisividad demostrada frente al desarrollo de actividades de los “elementos ácratas”. Había un aspecto que había sido descuidado y era la inexistencia de una legislación que defendiera la nacionalidad argentina de los “gérmenes malignos que se infiltraran”. En relación a los canales de difusión del nacionalismo, sugerían que se eduque al pueblo cultivando el amor a la patria. Una de las maneras para lograrlo era el uso de la violencia en las huelgas.
A los “buenos obreros” había que encauzarlos por un camino alternativo, en donde les ofrecían mejoras que apuntaban al asistencialismo, que a lograr profundas reformas en el interior del movimiento obrero. Esta acción asistencial se traducía en la organización de talleres, comedores, escuelas, alcancías para los obreros y combinaba con el verdadero objetivo: lograr el adoctrinamiento de sectores populares.

ESTRATEGIAS PARA DESPERTAR EL NACIONALISMO: El deseo de constituirse en “guardianes de la patria” los indujo a realizar tareas en barrios humildes para prevenir un ataque revolucionario e impedir la alteración del orden, la moral de la familia y la decadencia de las costumbres. Por medio de publicaciones, instaban a vecinos a efectuar denuncias sobre actividades subversivas en el barrio, también denunciar a cómplices inconcientes, que eran los que renegaban de ser argentinos. En un principio, los encuentros entre las brigadas y los vecinos eran en comisarías. Pero frente a advertencias peligrosas, Irigoyen les prohibió la participación. Esto impidió que la colaboración se efectúe.
La difusión del nacionalismo era propiciada en todas las expresiones culturales y la Liga consideró el uso del cine. Las películas sugeridas debían motivar trabajadores, o contener escenas de la historia argentina. La estrategia de usar el cine con fines partidarios fue novedosa y también lo hicieron los socialistas.
Considerando que el analfabetismo, además del alcoholismo, eran factores que conducían a obreros y peones a adherir a las ideas revolucionarias, plantearon a la educación como liberadora de la ignorancia y así fundaron sus propias escuelas con contenidos nacionalistas. Otra medida para desterrar el analfabetismo fue el proyecto de ley que creaba el Registro del Estado Escolar. Un empadronamiento de los niños en edad escolar permitiría un conocimiento de la población infantil: procedencia, características del hogar, etc. Esto posibilitaría la prevención de problemas como la delincuencia, el extravío de ideas y hasta tuberculosis: esto solucionaría el analfabetismo. Entendían que la carencia de un sentimiento patriótico evidenciado entre muchos docentes era lo que atentaba contra cualquier nacionalismo. Al observar que los libros no se adecuaban a las necesidades del país, se planteó crear una colección para la escuela primaria que fuera una síntesis de la historia argentina, incorporando símbolos patrios, los próceres, etc.

LA IMPORTANCIA DE LA HISTORIA EN LA ENSEÑANZA NACIONALISTA: Entre las propuestas de que la Liga hizo para restaurar los valores tradicionales, sobresale la enseñanza de la historia. Los problemas de historia argentina no debían ser una enunciación de sucesos, sino que se tiene que dictar con celo, amor y patriotismo. La Liga proponía requisitos para ser maestros: nacionalidad argentina, no comulgar con ideas disolventes. Pero en el caso de docentes de historia argentina las exigencias eran que predicaran con el ejemplo y fueran modelos a imitar. La enseñanza de la historia tenía como fin moldear los caracteres de los jóvenes, para que pudieran apartarse de los caminos que ofrecían las ideologías exóticas.

SMITH – Historia de América Latina (EEUU).

EEUU Y LAS POTENCIAS EUROPEAS, 1830-1930. En 1830, tras obtener la independencia, las potencias europeas continuaron desempeñando un papel político, además de económico, en América Latina hasta entrado el S XX. Después de la independencia, los ingleses mostraron interés por Brasil, la región del Río de La Plata, Chile, América Central y México; en menor grado los franceses hicieron lo propio por el Río de La Plata y México; y las islas del Caribe fueron dominadas por España, Gran Bretaña, Francia, Países Bajos, Suecia y Dinamarca.
Según la arraigada costumbre internacional del S XIX, las potencias tenían que proteger la vida y la hacienda de sus ciudadanos en el extranjero, y hacer que se cumplieran las normas que se consideraban civilizadas. Esto abarcaba desde la supresión de esclavos hasta el castigo a quienes atacaran a extranjeros o pusieran trabas al comercio internacional.
Durante la guerra de secesión de EEUU, España intentó reafirmar su papel imperial en el hemisferio: en 1861 se hizo con el control de Sto. Domingo, donde permaneció hasta 1865. En 1863 también se apoderó de las islas de Chincha, situadas frente a la costa de Perú, con el fin de satisfacer los reclamos de ciudadanos españoles. En 1866 la flota española bombardeó tanto El Callao como Valparaíso.
En el momento de la independencia de América, el objetivo de EEUU era impedir que se restaurase el antiguo orden colonial de mercantilismo económico y autoritarismo político. En su declaración de diciembre de 1823, el presidente Monroe preveía un “sistema americano” que no se basara sólo en los principios económicos liberales, sino también en las libertades civil, política y religiosa. La doctrina Monroe fue una declaración de esperanzas futuras más que un plan de actuación directo.
La rivalidad entre Gran Bretaña y EEUU en México se encendió a mediados de la década de 1840. Agentes británicos actuaban en Texas, desde que la provincia se separara de México en 1836 y alentaban a los tejanos a no unirse a EEUU. En 1844 el encargado británico persuadió al gobierno mexicano a reconocer la independencia de Texas si ésta accedía a seguir siendo independiente. El gobierno tejano acabó aceptando la anexión a los EEUU y entonces estalló la guerra entre éstos y México. Al concluir esta guerra, el Caribe se convirtió en una zona de enfrentamiento con los ingleses.
El tratado Clayton-Bulwer, que se firmó en 1850, disponía que ninguna de las dos partes ocupara o colonizara o dominara alguna parte de América Central. El tratado estipulaba que, en el caso que se construyera un canal, ninguno de los dos países ejercería el control del mismo. Este tratado no resolvió nada. En 1852 el gobierno británico fusionó Roatán y las islas adyacentes en la colonia de las islas de la Bahía, y EEUU protestó diciendo que era una traición. Luego de que un navío de guerra de EEUU destruyera Greytown en 1854, empezaron a correr rumores de guerra. América Central no era una zona muy prioritaria para los intereses británicos, y Gran Bretaña ya tenía suficiente con la guerra de Crimea. Los ánimos se enfriaron y en 1856 se firmó otro tratado por el que los ingleses accedían a renunciar al protectorado sobre los indios y a ceder las islas de la Bahía a Honduras.
El presidente Buchanan (1857-61) creía que EEUU debía cumplir una función policial en América Central para tener la seguridad de que el desorden no amenazaría a los ciudadanos extranjeros ni a las rutas que cruzaban América Central. Arguyó que EEUU debía encargarse de eso porque sino intervendrían potencias europeas.

LOS EEUU Y AMÉRICA LATINA A FINALES DE S XIX. Durante las décadas de 1880 y 1890, la competencia imperial entre las potencias europeas aumentó mucho. Se habían repartido África y estaban lanzadas a repartirse Asia. El control de los territorios, los recursos y mercados del mundo había entrado en su última etapa.
La conferencia interamericana de 1889, en la que se les negó a EEUU el papel de líder del hemisferio, no contribuyó a aliviar la ansiedad que en los estadounidenses despertaba la dominación europea en América y la rivalidad comercial. La creencia que EEUU debía tener un papel importante en América, así como adquirir prestigio, fue una de las causas de las crisis con Chile (1891-92) e Inglaterra (1895). En ambos casos, el gobierno de EEUU, reaccionó adoptando una postura emocional, nacionalista: postura condicionada por sentimientos agudizados de rivalidad internacional.
La crisis entre Inglaterra y EEUU estalló a causa de la disputa fronteriza entre Venezuela y la colonia de la Guayana Británica.
En el decenio de 1890, ciudadanos particulares y funcionarios de EEUU creían que la expansión de los imperios estaba cerrando el mundo y que EEUU podía encontrarse aislado. Si ello ocurría, quedaba a merced de las potencias. El país podía optar por no participar en el juego de la política internacional basada en el poder, pero no podía evitar las consecuencias militares, políticas, económicas e ideológicas de tal decisión. Creían que si la nación quería que la tomaran en serio y respetaran sus intereses, tenía que hacer valer la función policial para mantener la paz y el orden en las partes del mundo que consideraban importantes para sus intereses, como por ejemplo el Caribe y el golfo de México, que eran la ruta de acceso a los puntos de EEUU expuestos al ataque. Se había añadido América Central a la zona al aceptar los líderes norteamericanos la idea de que los EEUU debían construir un canal ístmico. Desde los puntos de vista militar y económico, dicho canal sería importante para la expansión estadounidense en América del Sur y Asia. Los estadounidenses estaban divididos con respecto a las medidas a tomar. Se trataba de la creencia de que el país tenía un “destino manifiesto”, consistente en redimir al mundo propagando la civilización anglonorteamericana, la forma de gobierno republicana y el cristianismo protestante.
Algunos congresistas querían la autorización para reconocer la independencia de Cuba bajo los auspicios del gobierno provisional cubano. McKinley y sus consejeros no creían que este “gobierno en los bosques” fuera una entidad funcional capaz de gobernar Cuba en tiempo de paz. Temían que una Cuba independiente bajo dicho régimen se convirtiera en otro Haití y tentara la intervención europea. McKinley creía que si EEUU llevaba la paz a Cuba, estaban obligados a preparar la isla para el autogobierno y a protegerla en su infancia republicana.
A resultas de la guerra con España y del Tratado de París (1898), Puerto Rico se convirtió en una colonia de EEUU y entró en una especie de reino del olvido: fue olvidada por los líderes de EEUU. Cuba, no obstante, era la llave del golfo de México y el Caribe, y el estatuto de la isla y el papel de EEUU en asuntos cubanos serían objeto de debates durante varias décadas. Para los dirigentes de EEUU, la paz en Cuba significaba instaurar un gobierno republicano, proporcionar estabilidad política y crear la infraestructura necesaria para una sociedad ordenada. Cuba estuvo regida por un gobierno militar de EEUU desde 1898 hasta 1902, y este experimento de edificación de una nación influiría en la política de los EEUU en la región durante principios del S XX. En 1899, bajo el gobierno militar de Wood, se pusieron en marcha programas de saneamiento, construcción de escuelas, formación de maestros, control de enfermedades, reforma de prisiones y hospitales mentales, reformas del sistema judicial, etc.
Wood expresó un concepto de la diplomacia del dólar que EEUU emplearía cada vez más desde 1900. Este capital fomentaría el desarrollo económico, lo que a su vez fortalecería el gobierno y generaría orden social. Wood y otros creían que esto resultaría beneficioso y que EEUU disfrutaría de un incremento del comercio con el país en vías de desarrollo. El ejército de EEUU se retiro de Cuba y la nueva república nació oficialmente el 20 de mayo de 1902. La Constitución cubana contenía varios artículos que la convención constitucional se había visto obligada a adoptar como precio de la retirada estadounidense: limitaciones a las acciones del nuevo gobierno en la contracción de deudas públicas, la firma de acuerdos militares con potencias extranjeras y el repudio de leyes al gobierno militar de EEUU. Además daba a EEUU el derecho de intervenir en Cuba bajo ciertas condiciones y estipulaba que Cuba vendería o arrendaría “tierras necesarias para estacionar navales”.

EUROPA, EEUU Y AMÉRICA LATINA ANTES DE LA 1º GM. En 1900 ya eran más de 350.000 los alemanes que emigraron al sur de Brasil, a la vez que otros 120.000 lo hacían en Chile. Había otros asentamientos en Argentina y América Central. El gobierno alemán alentaba a estos colonizadores a conservar y ampliar las tradiciones alemanas y financiaba escuelas de habla alemana e iglesias.
La crisis venezolana de 1902 dio un nuevo estímulo a la rivalidad entre Alemania y EEUU, y convenció a Roosevelt de que los EEUU tenían que extender su poderío más allá de Cuba y Puerto Rico. Al principio, Roosevelt dio la impresión de aceptar el bloqueo pacífico de Venezuela por parte de Inglaterra, Alemania e Italia, que entró en vigor en 1902. Varios barcos venezolanos fueron hundidos y las escuadras de las tres naciones bombardearon algunos fortines de la costa.

EEUU Y AMÉRICA LATINA EN LA DÉCADA DE 1920. Durante esta década, los intereses económicos de EEUU en América Latina registraron una rápida expansión. Las inversiones crecieron cerca de 1.500 millones de dólares en 1924 a más de 3.000 millones en 1929. Las compañías de EEU también dominaban en la radio, telégrafo, películas y servicios telegráficos para la prensa. En el campo del transporte aéreo, EEUU iba muy a la zaga de Alemania.
En 1921, el gobierno de EEUU trató de instituir una política consistente en ejercer supervisión sobre los empréstitos extranjeros. Las razones eran impedir en América Latina los empréstitos: en 1º lugar, para armamentos; en 2º lugar, a los países endeudados; y en 3º lugar, a los países que haya fondos malgastados por corrupción.
Entre 1918 y 1930 se produjo la rápida expansión de varias empresas de EEUU en A. Latina. La característica más importante era la penetración en las empresas de bienes públicos y la manufactura. Gran parte de éstas se hallaban en Argentina, Brasil, Cuba y Uruguay. La “American & Forgen Power Company” fue organizada en 1923 por la General Electrie y adquirió propiedades en Panamá, Guatemala y Cuba. En 1929 ya había obtenido el control de energía eléctrica en otros 8 países latinoamericanos. Además de vender energía y luz, la compañía explotaba redes de tranvías, elaboraba hielo, sacaba agua con bombas y fabricaba gas. La “International Telephone and Telegraph Company” fue organizada en 1920 y, en una década, se hizo con el control de las principales compañías de teléfonos de Argentina, Chile, Perú y México. Las compañías automotores de EEUU edificaron plantas en varios países. En 1926, la General Motors se encontraba en Argentina, Brasil y Uruguay. La Ford Motors también, e incluso construyó planta de tractores en México. Bancos de EEUU como el National City y el Chase, abrieron sucursales y en 1930 se encontraban en la mayoría de las ciudades principales del hemisferio.
Entre 1921-33, EEUU participó en 41 de las 44 conferencias nacionales del hemisferio, en contraste al período entre 1889-1921, durante el cual asistieron en 23 de 50 conferencias. La Inter-American High Commission tuvo que ver con varias de estas conferencias y puso en marcha un programa a resolver problemas comerciales. La actuación de este grupo durante un año incluía: mejorar convenios relativos al arbitraje de disputas comerciales, proteger marcas registradas, proteger a viajantes de comercio y clasificar mercancía de modo uniforme.
En 1923 en presidente Harding transmitió órdenes al secretario de Guerra y al de Marina prohibiendo la venta de material militar de EEUU a cualquier país extranjero. Le preocupaba la concentración de armas en América Latina.
El poderío de EEUU y su creación de una esfera de interés en el Caribe-América Central, despertaron hostilidad en América Latina. Algunos intelectuales formularon el concepto de la civilización y la cultura latinas contra la anglosajona y promovieron la idea de la unidad latina frente al “coloso del norte”.
Exceptuando México y los comunistas latinoamericanos, los sentimientos contra EEUU no se centraban en asuntos económicos, sino en intervenciones militares en Caribe y A. Central.
En 1930 EEUU ya era la potencia que predominaba el hemisferio occidental. Sin embargo, las naciones latinas estaban más seguras en su independencia que en 1830, y los EEUU abandonaron la intervención militar en el Caribe y América Central.

KOROL – Crisis económica, avance del estado e incertidumbre política.

Una imagen persistente de la historia económica argentina se apoya en las altas tasas de crecimiento que la economía del país alcanzó entre las últimas décadas del siglo pasado y 1930, impulsado por las exportaciones de productos agropecuarios al mercado mundial. A partir de la crisis de 1929, la orientación económica cambió. Las exportaciones hacia el mercado internacional dejaron de ser el impulsor del crecimiento. El mercado interno y el desarrollo industrial se transformaron en el nuevo estímulo y la intervención estatal en la economía se acentuó.

CRISIS Y DEPRESIÓN. Las causas de la crisis en 1929, simbolizada en el crack de la Bolsa, siguen siendo tema de debate entre los economistas. Para muchos de ellos, sus orígenes se encontraban en los problemas generados en la economía norteamericana. Crisis monetaria o crisis de sobreproducción, los efectos fueron mucho más claros que sus causas. Las dificultades que la mayoría de los países encontraron para seguir con sus prácticas comerciales impulsaron, en los Estados afectados, la adopción de medidas específicas. Ellas implicaban una retracción de las economías dentro de las fronteras nacionales, el fortalecimiento de barreras proteccionistas, el abandono del patrón del oro y la búsqueda de acuerdos bilaterales entre países. Argentina no fue ajena a esos procesos. El impacto se sintió en la caída de los valores de las exportaciones de carne y cereales, y en las dificultades para la obtención de capitales y de las divisas necesarias para el pago de importaciones. La desocupación apareció también como una consecuencia de la crisis.
Para afrontar esto, los gobiernos del decenio de 1930 adoptaron medidas políticas que abarcaron la creación del Banco Central, disminuir las importaciones, intentos de apoyo y regulación de la producción agropecuaria y la búsqueda de caminos que permitieran salvaguardar la relación con los mercados tradicionales, en particular el británico, para las exportaciones argentinas. Estas medidas se daban en el contexto de una ilegitimidad política, proveniente del golpe de Estado que derrocó a Yrigoyen en 1930, del fraude, y de la corrupción en el gobierno. El golpe había colocado en el poder a Uriburu y en 1932, a partir de elecciones en que el Radicalismo se abstuvo de participar, Justo se hizo de la presidencia. En 1943 un nuevo golpe de Estado pondría fin al experimento de un sistema de gobierno difícil de caracterizar como democrático.

EL SECTOR EXTERNO Y CAMBIOS EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL. Desde las últimas décadas del S XIX, la expansión de la economía argentina había impulsado una relación cada vez más estrecha con Inglaterra. Muchos de los capitales invertidos provenían de allí, y hacia allá se dirigían las exportaciones de cereales y la carne. Desde la 1º GM, Inglaterra perdió parte de su hegemonía en el mundo. Sus productos perdían competitividad y New York reemplazaba a Londres como centro financiero mundial. Tanto ingleses como norteamericanos defendían sus intereses. Desde EEUU comenzaron a llegar en la década de ‘20 capitales dirigidos a la instalación de industrias que pudiesen competir en el mercado interno.
Argentina, por su parte, elegiría mantener su alianza con Inglaterra. En 1928, las exportaciones cayeron y el capital comenzó a salir del país, mientras los gastos estatales aumentaron. Así, la crisis se instaló en el país antes que estallara en el mundo. Hacia fines de 1929 llegó al país una misión comercial británica que tenía como objetivo consolidar las relaciones entre los dos países. Sus resultados fueron halagüeños para Inglaterra. Argentina se comprometía a comprar en el mercado inglés, durante dos años, los materiales que necesitaba para los ferrocarriles; Inglaterra se obligaba a seguir adquiriendo los embarques de carne que Argentina exportaba. El acuerdo fue firmado por Yrigoyen y aprobado en Diputados, aunque el gobierno fue depuesto en 1930 antes que fuera aprobado en el Senado. De todas formas, se trataba de un antecedente del tratado Roca-Runciman. Éste establecía que Inglaterra se comprometía a permitir la importación de la misma cantidad de carne que en 1932, a menos que se produjera una nueva baja de sus precios en Inglaterra. A cambio, Argentina reduciría las tarifas de importación de varios productos británicos al nivel que tenían en 1930. También asumía el compromiso de mantener un trato benévolo hacia compañías británicas y a facilitar el acceso a las divisas que éstas requerían para enviar sus ganancias a Inglaterra. El pacto tenía una vigencia de 3 años y los acuerdos logrados se prorrogaron por un nuevo tratado conocido como Eden-Malbrán, firmado en 1936. Como consecuencia de ambos tratados, Argentina seguía accediendo al mercado británico a cambio de concesiones a los intereses de ese origen.

LAS RESPUESTAS A LA CRISIS. La primera respuesta a la crisis por parte del gobierno de Uriburu consistió en afirmar la vigencia de políticas ortodoxas. Se trataba de equilibrar el presupuesto del Estado, al mismo tiempo que se mantenía el pago de la deuda pública. El equilibrio entre recursos y gastos estatales recibió prioridad. Dado el contexto internacional, era normal que los recursos estatales disminuyeran. Se redujeron los gastos disminuyendo los salarios de empleados públicos, se restringió el gasto en obras públicas. La reducción del salario era atemperada por la deflación de precios. Se trató de incrementar ingresos a través de nuevos impuestos internos y de aumentos en los aranceles a las importaciones. El problema lo constituía la deuda pública. Varios países americanos habían decidido suspender los pagos; Argentina los mantuvo. Esto le permitió al gobierno mantener credibilidad.
El gobierno también enfrentaba el problema del valor de la moneda y la cantidad de circulante. Uriburu mantuvo la inconvertibilidad del peso; en 1931, estableció el control de cambios intentando mantener el valor de la moneda, para lo cual permitió la salida del oro.
A partir del ’33 cuando Federico Pinedo asumió como ministro de Hacienda, las medidas tomadas tendieron a profundizar políticas anteriores e innovar. El establecimiento del impuesto a los réditos y la creación del Banco Central fueron medidas que continuaban las tendencias ya insinuadas. Dispuso también la devaluación del peso, mayor intervención estatal en el sostenimiento de los precios agropecuarios y en la regulación de la producción del sector.
El Banco Central consistía en regular el crédito y el circulante adaptándolos al volumen real de los negocios, en concentrar reservas, controlar a bancos promoviendo el buen funcionamiento del crédito y en actuar como agente financiero del gobierno. La creación del banco generó polémicas por su directorio, en el que participaban extranjeros y por los temores de que actuaran con demasiada independencia del gobierno.
Las medidas innovadoras fueron el control de cambios y la devaluación del peso dispuesta en 1933, y reiterada en 1938. El sistema del control de cambios implicaba la creación de un mercado oficial, donde las divisas obtenidas de las exportaciones tradicionales se vendían al gobierno y éste las revendía a las empresas favorecidas, que contaban con un permiso previo de importación, a un precio más alto. Con estas medidas el gobierno mejoró las cuentas públicas. A la mejora económica había contribuido un cambio en el sector externo, que se produjo a partir de 1934, cuando comenzó una tendencia ascendente en las exportaciones y una mejora de precios. Aunque en 1937 las exportaciones cayeron y produjo temores.

LA GUERRA. En 1939 estalló la guerra. EEUU se sumó al bando aliado en 1941 y el conflicto afectó a casi todos los países del mundo. En Argentina se profundizaron las divisiones entre los defensores de la neutralidad y los partidarios de los aliados. El gobierno militar inaugurado con el golpe del ’43 debió soportar presiones de EEUU. Los desencuentros entre ambos países, que miraban con suspicacia el surgimiento de Perón y sus simpatías fascistas, tendrían consecuencias en la posguerra.
Los efectos de la guerra en Argentina no fueron tan malos. La economía creció y hacia el fin del conflicto, Argentina contaba con un importante saldo de libras a su favor acumuladas en Londres como resultado del comercio con Inglaterra. Además, el crecimiento estaba basado en el sector industrial. Junto con el crecimiento de la economía por las exportaciones, se desarrolló un mercado interno que alentó al crecimiento de las industrias. Parte del crecimiento industrial se relacionó con la instalación de empresas norteamericanas, en ramas textiles, de neumáticos y de productos eléctricos. El fenómeno no era nuevo: a principios de siglo se habían instalado frigoríficos norteamericanos.

BALANCE FINAL. Argentina se recuperó de la crisis rápidamente y comenzó un proceso de crecimiento basado en la industria. También, del registro del conflicto entre los intereses norteamericanos y británicos por imponerse en el país. Éstas eran las condiciones que habrían llevado al diseño paulatino de una política que contenía medidas estructurales y medidas anticíclicas. Las primeras pretendían mantener la relación con Inglaterra preservando el mercado para las carnes argentinas. Las medidas anticíclicas pretendían utilizar el control de cambios para desarrollar el apoyo a la industria. Desde el Banco Central, se apoyaba a las industrias ya instaladas en el país, las cuales usaban insumos que era necesario importar y estaban controladas por el capital extranjero. Luego del golpe del ’43 y del surgimiento de Perón, se habría impuesto una estrategia diferente: asegurar el pleno empleo y mejorar los salarios. Se apoyaría la industria existente así como el desarrollo del mercado interno y la industrialización por sustitución de importaciones.

ROMERO – Capítulo 3. La restauración conservadora (1930-1943).

El 6 de septiembre de 1930 el Gral. Uriburu asume como presidente provisional y en el 32 transfiere el mandato a Justo, que había sido electo, junto con Roca el año anterior. En el ínterin, el gobierno provisional había realizado una elección de gobernador de Bs. As., el 5 de abril del 31, en la que triunfó el radical Pueyrredón, pero fue anulada. El episodio muestra la incertidumbre en que se debatió el gobierno provisional, vacilante entre la “regeneración nacional” o la restauración constitucional.

REGENERACIÓN NACIONAL O RESTAURACIÓN CONSTITUCIONAL. La incertidumbre era común a todos los sectores que querían derrocar a Yrigoyen e interrumpir la continuidad institucional. La mayoría apoyaba la política de mano dura adoptada por el movimiento social: la intervención en los puertos para desarmar allí el control sindical, las deportaciones de dirigentes anarquistas o comunistas y hasta el fusilamiento del “anarquista expropiador” Severino Di Giovanni. Pero a diferencia de 1919, en 1930 la movilización social era escasa, la Depresión paralizaba la contestación y las direcciones sindicales identificadas con la institucionalidad democrática, habían hecho poco para defenderla. Para sus protagonistas, la revolución se había hecho contra los vicios atribuidos a la democracia, pero una vez depuesto Yrigoyen, no había acuerdo sobre qué hacer, y las clases propietarias, así como el Ejército, vacilaban distintas propuestas.
La de los nacionalistas había sido muy eficaz como ariete del radicalismo. Los fortalecía el suceso que en todo el mundo tenían este tipo de propuestas, que inspiraban regímenes autoritarios como el de Mussolini. En el gabinete de Uriburu, compuesto de conservadores, los apoyaba el ministro del Interior Sánchez Sorondo que simpatizaba con este autoritarismo y también lo hacían otros funcionarios como el interventor en Córdoba Ibarguren. Uriburu hizo todo lo posible por apoyarlos. Habló en foros militares, abominando de la democracia, reclamando una reforma constitucional y predicando las ventajas del corporativismo. Pero su poder y su habilidad política eran escasos. Paradójicamente, jugó todas sus cartas a una elección confiando en un triunfo, y la derrota el 5 de abril lo convirtió en un cadáver político.
Los nacionalistas eran mas eficaces para golpear que para construir. Se fueron distanciando del gobierno, a medida que crecía la influencia de quienes rodeaban a Justo y a la alternativa institucional a la cual terminaron apoyando. Los temas contra la democracia se habían integrado con un fuerte anticomunismo y un ataque al liberalismo, fuente de los males. Reclamaban la vuelta de una sociedad jerárquica, organizada por un Estado corporativo y cimentada por un catolicismo integral. Si mucho de esto podía identificarse con el fascismo, carecían de la capacidad plebiscitaria de aquel: reclamaban la constitución de una nueva minoría dirigente, nacional y no enajenada al extranjero.
Mientras los socialistas y demoprogresistas pasaron a la oposición, los partidos que en 1928 apoyaron la candidatura de Leopoldo Melo oscilaron entre enfrentar los proyectos autoritarios de Uriburu y utilizar para una eventual elección el apoyo del gobierno, indispensable para derrocar a los radicales. El 1º grupo que se formó, la Federación Nacional Democrática, liberal y opuesta a Uriburu, fue fracturado por el Partido Conservador de Bs. As., pero su derrota el 5 de abril creó condiciones para un reagrupamiento de las fuerzas en torno a la candidatura de Justo. El sector más consistente de la coalición eran los grupos conservadores, que constituyeron el Partido Demócrata Nacional, una coalición heterogénea de partidos provinciales. El radicalismo antipersonalista, se había desgranado antes que muchos volvieran, dirigido por Alvear. El Partido Socialista Independiente sólo podía ofrecer una base sólida en la Capital, y también un grupo calificado de dirigentes. Este conglomerado se unió tras la figura de Justo.
Justo libró una guerra sorda con Uriburu por el control de los mandos principales y salió triunfante. Su sostén, el Coronel Rodríguez, fue electo presidente del Círculo Militar, lo que atestiguaba el estado de ánimo en la institución. Los oficiales eran reclamados por varios grupos: los radicales, los nacionalistas, y los adeptos a Justo. La mayor dificultad estaba en los radicales que habían resurgido luego de la victoria de 1931 y del retorno de Alvear, quien reunificó el partido.
En julio de 1931 estalló en Corrientes una revolución encabezada por el Cnel. Pomar, que fue sofocada permitiendo al gobierno detener a la plana mayor del partido. Pese a ello, la Convención proclamó la candidatura de Alvear, que el Gobierno vetó aduciendo razones constitucionales. Los radicales, dejaron campo libre a Justo.
En la elección de noviembre del 31 lo enfrentó sólo una coalición del Partido Socialista y el Demócrata Porgresista, que proponían a Lisandro De La Torre y Nicolás Repetto. En aquellas elecciones, Justo obtuvo el triunfo. Organizar el oficialismo no fue fácil. Justo procuró equilibrar la participación de las distintas fuerzas en su gobierno, aunque fue notoria su reticencia a los partidos conservadores, que sin embargo constituían su sólida base. Solo 1 de sus ministros provenía de esas filas, aunque otros dos (Saavedra Lamas y Hueyo) de alguna manera pertenecían a ese tronco. Los antipersonalistas tuvieron dos ministerios (Melo y Simón de Iriondo) y los socialistas independientes uno: De Tomaso, respetado por Justo. De Tomaso y Pinedo cumplieron un papel fundamental en la formación de lo que se llamó la Concordancia parlamentaria, así como en el diseño de las políticas de gobierno.

INTERVENCIÓN Y CIERRE ECONÓMICO. La eficacia del gobierno debía quedar demostrada por su capacidad para enfrentar la crisis. Los precios internacionales de los productos agrícolas cayeron y aunque el volumen de exportaciones no descendió, los ingresos del sector agrario y de la economía se contrajeron. Como el gobierno optó por mantener el servicio de la deuda externa, debieron reducirse las importaciones y los gastos del Estado. A mediados de 1933, con la designación de Pinedo como Ministro de Hacienda, se avanzó en 2 tendencias: la creciente intervención estatal, y el cierre progresivo de la economía. También, el reforzamiento de la relación con Inglaterra. A fines del 31 (con Uriburu), se estableció el impuesto a los réditos, antiguo proyecto de Yrigoyen, pero que fue vetado, aunque con la crisis fue aceptado. Sumada a la reducción de gastos, en 1933 el gobierno había equilibrado su presupuesto. También de 1931 fue el establecimiento del control de cambios, mediante el cual el gobierno centralizaba la compra y venta de divisas. Desde el gobierno podían establecerse prioridades para el uso de divisas, y esto era una cuestión que preocupaba a los sectores internos y a los dos grandes aspirantes externos a disponer de ella: EEUU e Inglaterra.
El estado se hizo de una importante masa de recursos, y sobre todo pudo decidir sobre su uso. Así estableció una serie de prioridades para vender las divisas que controlaba: el servicio de la deuda era la primera; luego, atender las importaciones esenciales, 3ro, las remesas de las empresas de servicios públicos.
En 1935 se creó el Banco Central que regulaba las fluctuaciones cíclicas de la masa monetaria y controlaba la actividad de los bancos privados. El estado fue asumiendo funciones en la economía y paso a la definición de las reglas del juego. La economía fue cerrándose a un mundo donde también se dibujaban áreas cerradas. La más importante tuvo que ver con la industria. Creció el textil, también las actividades volcadas al consumo: alimentos, confecciones y productos químicos. Los grandes capitales, vinculados a las actividades agropecuarias, acentuaron su orientación hacia la industria. La sustitución de importaciones ofrecía el atractivo de un mercado existente y cautivo y una ganancia rápida. Así, el crecimiento industrial abrió un campo de negociación entre los sectores propietarios y el estado. La producción agrícola no decayó aunque la situación de los productores se deterioró, en especial los pequeños, y se fueron dando condiciones para el éxodo rural. El cambio más importante se produjo fuera del área pampeana donde crecieron cultivos industriales orientados al mercado interno del algodón, que desde 1930 se consumía en el país.

LA PRESENCIA BRITÁNICA. Presionada por el avance de EEUU, y en la crisis, Inglaterra optó por reconcentrarse en su Imperio, fortalecer sus vínculos con las colonias y dominios. En 1933, Roca negoció en Londres las condiciones para el mantenimiento de la cuota argentina de carne. Era vital para asegurar la credibilidad del gobierno entre los diversos sectores ligados a la actividad pecuaria, y en ese aspecto obtuvo un éxito relativo: se mantendrían las condiciones de 1932, y se consultarían eventuales reducciones posteriores que fueran necesarias. No logró gran cosa en su 2do objetivo: aumentar la participación de los productores locales en el control de exportaciones. El tratado, firmado por Roca y Runciman, limitó a 15% el cupo que podía ser manejado por frigoríficos nacionales, entre los cuales se preveía que podría existir uno sin fines de lucro. A cambio, Inglaterra se aseguró de que la totalidad de las libras generadas por ese comercio se emplearían en la propia Inglaterra: en el pago de la deuda, en la importación de carbón, material ferroviario o textil. Se trataba de una victoria inglesa: a cambio del mantenimiento de la participación argentina en carnes se aseguraban el cobro de los servicios de sus antiguas inversiones.
En 1935 el senador santafesino L. De la Torre solicitó una investigación sobre el comercio de las carnes en el país y las actividades de frigoríficos. Denunció que estos no pagaban impuestos, ocultaban sus ganancias y daban preferencias a algunos ganaderos, como el propio ministro de Agricultura Luis Duhau. Esto atrajo la opinión pública y suscitó una violenta respuesta de Duhau y Pinedo. En una de las sesiones cayó asesinado Bordabehere, compañero de banca de De la Torre, a quien iba dirigido el disparo.

UN FRENTE POPULAR FRUSTRADO. Pese a sus éxitos económicos, el régimen de Justo fue visto como fraudulento, corrupto y ajeno a los intereses nacionales. Se hicieron evidentes los signos de una creciente movilización social y política. En 1935, los trabajadores de la construcción de Bs. As., conducidos por comunistas, iniciaron una huelga que duró más de 90 días; en los barrios de la ciudad se manifestó una amplia solidaridad y en enero la CGT realizó una huelga general de dos días. El saldo más importante fue la constitución de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, un sindicato importante. En 1936, la Confederación General del Trabajo (CGT) celebró el 1º de Mayo con un acto conjunto con los distintos partidos de oposición: radicales, demoprogresistas, socialistas y comunistas adhirieron a los reclamos de los trabajadores y reclamaron por la libertad y la democracia. Por 1º vez en esa fecha, se cantó el himno, y Alvear fue elogiado como obrero auténtico de la democracia nacional. En 1936 la UCR triunfó en las elecciones de diputados en algunas provincias. En el campo opositor al gobierno fue importante el cambio de los comunistas, que en 1935 abrazaron la consigna del Frente Popular. Se lanzaron a impulsar la unidad de los “sectores democráticos” para enfrentar el nazifascismo.
Desde 1933, la recuperación económica y la reorientación industrial empezaron a hacerse notar. La desocupación fue absorbida y empezó el movimiento de migrantes de las zonas rurales hacia los grandes centros urbanos, atraídos por el nuevo empleo industrial. En Buenos Aires, este crecimiento se radicó en los barrios periféricos de la ciudad. Entre las organizaciones gremiales seguían dominando los grandes sindicatos del transporte y servicios: Unión Ferroviaria, la Fraternidad de maquinistas de trenes, la Unión Tranviaria, los municipales, empleados de comercio. Fueron creciendo grupos de trabajadores de las nuevas industrias manufactureras o de la construcción; allí los dirigentes comunistas tuvieron éxito en organizar sindicatos que agruparan los antiguos oficios por ramas de industria: metalúrgicos, textiles, madereros, alimentarios y obreros de la construcción. La actividad sindical resurgió hacia 1934 y creció en los años siguientes hasta 1937.
Entenderse con uno de los actores principales de la sociedad formaba parte de la estrategia estatal al reconocer al Estado como interlocutor principal. La democratización resultó tentadora para grupos del oficialismo, preocupados por la legitimidad del régimen y espoleados por disputas internas crecientes. En 1937 Justo impuso la candidatura presidencial de Ortiz, radical, pero debió aceptar para vicepresidente a un conservador como Ramón Castillo. Para enfrentar a Alvear, se recurrió a procedimientos fraudulentos.
Cuando todo parecía conducir al triunfo de esta versión oficialista y de derecha, la enfermedad del presidente Ortiz obligó en 1940 a dejar el mando a Castillo. En octubre de 1941, Castillo disolvió el Consejo Deliberante de Bs. As., sin despertar resistencias. Así, el intento de democratización de 1936, se desmoronó a 1940.

LA GUERRA Y EL “FRENTE NACIONAL”. La GM que se desato en 1939 cambió el panorama político. El 1º impacto lo produjo sobre las relaciones comerciales con Inglaterra y EEUU. El cierre de los mercados europeos redujo las exportaciones agrícolas, pero aumentaron las ventas de carne a Inglaterra. Aprovechando la crisis en el comercio internacional, se empezó a exportar a países limítrofes productos industriales como textiles, confecciones, alimentos y bebidas, calzado, etc. En 1940 Pinedo formuló una evaluación de este escenario y una propuesta. Su Plan de Reactivación Económica proponía insistir en la compra de las cosechas por parte del Estado para sostener su precio y a la vez estimular la construcción. Remarcaba la importancia de estimular la industria. Era una relación compleja que modificaba la relación triangular, proponiendo una vinculación estrecha con EEUU y apuntaba a una inserción distinta en el mercado mundial. La neutralidad argentina en la guerra tuvo como consecuencia la respuesta de EEUU: exclusión del programa de rearme de sus aliados en la guerra.
Un elemento central del nuevo perfil militar fue el desarrollo de una conciencia nacionalista: tradicional, antiliberal, xenófobo y jerárquico. Los militares fueron encadenando las preocupaciones estratégicas con las instituciones y políticas. La guerra demandaba movilización industrial, y ésta a su vez un Estado activo y eficiente, capaz de unificar la voluntad popular. Ese ideal de Estado fuerte y legítimo, poco se parecía al gobierno tambaleante de Castillo. Ya desde 1941 hubo militares que empezaron a conspirar, mientras otros empujaban a Castillo por la senda del autoritarismo. El nuevo nacionalismo tardó en manifestarse. De momento, el grupo de los partidarios del Eje iba ganando nuevos adeptos entre grupos conservadores. Sin embargo, en pocos meses los principales dirigentes del bloque democrático murieron: Alvear, Ortiz, Roca y Justo. Encontrar candidatos no era fácil y la victoria electoral era dudosa, a medida que el gobierno retornaba a las prácticas fraudulentas. El 4 de junio de 1943, el Ejército depuso al presidente e interrumpió por 2da vez el orden constitucional, antes de haber definido el programa del golpe, y ni siquiera quien lo encabezaría.

PORTANTIERO – Transformación social y crisis de la política.

Los años que nacen con el derrocamiento de Yrigoyen han quedado fijados en la política argentina como la “década infame”. El país moderno nace en la crisis del ’30. La opción elegida por Argentina no difiere de la adoptada por otros países parecidos, en los que se lanzó un proceso de industrialización.
La caída de Yrigoyen marcó el comienzo del fin del estado liberal. En rigor y bajo control de los conservadores la Argentina burguesa se reorganizará para adecuarse a las nuevas condiciones generadas por la depresión. Con Justo como presidente en 1932 la fracción poderosa burguesa agraria tomará las riendas del estado. En 1933, Argentina e Inglaterra subscribirán el pacto Roca-Runciman, que aseguraba a esa fracción la cuota de exportación de carnes al mercado inglés en los niveles anteriores al estallido de la crisis, mientras desamparaba al resto de los productores agrarios.
Cuando a partir de 1935 el sistema productivo se recupera de la crisis, la ilegitimidad de ese gobierno conservador montado sobre la corrupción comienza a desnudarse. Hacia el fin de la década el sistema busca generar un nuevo Sáenz Peña que lo saque de ese marasmo crítico incapaz de articular un modelo de desarrollo económico con un modelo de hegemonía. Ese será el momento de la operación transformista de Ortiz, el sucesor también fraudulento de Justo. Su proyecto postula una transformación desde arriba que sea capaz de hacer más fluida la relación entre estado y sociedad.
Pero Ortiz deberá, en 1940, delegar el mando por enfermedad a Castillo. Ortiz muere en 1942, al igual que Alvear. En 1943 lo hace Justo y cuatro años antes se había suicidado De La Torre. Sin líderes, el estado se vio expuesto a los militares, que devoraron a Castillo y a toda una década.

ZANATTA – Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo.

A fines del S XIX ya estaban instalados en Argentina los cimientos del estado laico. Las premisas de este proceso estaban presentes en la Constitución de 1853. La instrucción laica y pública recibió gran impulso y el positivismo se convirtió en la corriente de pensamiento hegemónica en las universidades. Con la institución del registro civil, los nacimientos, las defunciones y los matrimonios, dejaron de ser momentos de exclusiva competencia de la Iglesia. Se introdujo la diferencia entre “ciudadano” y “católico”.
La laicización de la vida pública erosionó la influencia social de la Iglesia, sobre todo en centros urbanos, donde la inmigración ocasionó grandes transformaciones. Esta instigó un conflicto entre las elites liberales y la Iglesia. Fue un enfrentamiento que alcanzó elevados niveles de paroxismo en ocasión de las leyes de enseñanza laica de 1884 y de matrimonio civil en 1888. Sin embargo, este conflicto no llegó a representar un obstáculo para la consolidación del estado laico. Esto resulta comprensible si se considera que la iglesia argentina era débil, ni rica ni poderosa. No era fuerte para amenazar la construcción del estado liberal, pero podía representar un buen instrumento de cohesión y control social en regiones del interior.
La Iglesia nunca perdió sus prerrogativas en el área educativa; el culto católico no fue sometido a restricciones. Estas ambigüedades en la relación entre estado e iglesia ya estaban presentes en la Constitución, en la cual había artículos de signo confesional: un artículo prescribía que el presidente debía ser católico, otro decía que la iglesia debía evangelizar a los indígenas.
Las manifestaciones de la rápida modernización del país eran la causa de la crisis. La necesidad de nacionalizar inmigrantes, así como el crecimiento de la ciudad y los problemas de urbanización. Aumentó la evidencia de que el modelo liberal no aportaba solo bienestar sino también conflictos. El golpe militar del 30 que despojó al radicalismo y bloqueó sectores sociales emergentes al acceso a la vida política, imprimió una decisiva aceleración a la crisis del proyecto liberal y definió sus límites.
En este clima, la reacción antiliberal no hizo más que crecer y fundirse con la antisocialista que terminó asumiendo las características de una alternativa orgánica e integral al proyecto liberal. Estas tendencias antiliberales surgieron fuera del ámbito eclesial y del catolicismo. No obstante, durante los años 30 la Iglesia consiguió articularlas en un proyecto común. En el país, el catolicismo se convirtió en elemento fundante de su identidad y núcleo de su proyecto político. En el plano institucional, esto se dio en un proceso de romanización, nacionalización y clericalización de la Iglesia y del catolicismo argentino. Desde el S XIX, la romanización conoció una aceleración. Sus vínculos con la Santa Sede se multiplicaron y comenzaron a formarse en Roma sacerdotes. El Vaticano invistió al catolicismo argentino de una misión de liderazgo continental para restaurar el nuevo orden cristiano en Latinoamérica. En este marco, la Santa Sede designó en 1935 a un argentino como primer cardenal de la América española.
La otra cara del proceso de romanización fue el compromiso emprendido para nacionalizar las iglesias locales. Esto fue tanto de naturaleza institucional como ideológica. La savia nueva fue aportada por inmigrantes que provenían de países católicos como Italia y España. Para ellos, la carrera eclesiástica representó tanto un canal de ascenso social como de integración a la nación que los había acogido. La organización institucional del catolicismo argentino fue reestructurada sobre la base de un duro clericalismo. La finalidad de esto era garantizar, por un lado, la total ortodoxia doctrinaria de los militantes católicos, y por el otro, hacer de ellos un instrumento al servicio de las jerarquías eclesiásticas. Esto ocurrió con la creación en 1919 de la Unión Popular Católica Argentina, que asumió los rasgos de un movimiento de masas que constituía al mismo tiempo el brazo secular de la iglesia.
La religión se vivía en su dimensión íntima, pero no era fuente de inspiración pública, y el catolicismo era una voz débil culturalmente. Por el contrario, en los ’30, la Iglesia logró un gran prestigio y la religión fue vivida como fundamento de la vida privada y pública. Lo que se manifestaba en el catolicismo argentino era también el reflejo local de un proceso de transformación doctrinaria del cual fue protagonista la Iglesia continental y universal. Basta recordad la encíclica “Rerum Novarum” con la cual en 1891, León XIII puso por 1º vez a los católicos frente a la cuestión social y a los problemas que el mundo moderno les planteaba a ellos y a la Iglesia. Ésta funcionó como estímulo para el nacimiento de varias organizaciones sociales católicas y para la reanudación del asociacionismo confesional en el trabajo, la educación, la prensa, la política. En 1931, la “Quadragesimo Anno” de Pío XI renovó y reforzó ese mensaje. En esta obra, el catolicismo argentino se vio influido por la ola de antiliberalismo intransigente y militante difundido en el país por numerosos sacerdotes europeos. Los años ’30 se caracterizaron por el renovado auge del pensamiento tomista, en institutos educativos católicos y luego en universidades públicas. Los tomistas sostuvieron una concepción social organicista, la sacralización de la autoridad y de las jerarquías sociales, el rol del catolicismo como fundante de la identidad nacional. Por lo tanto, en su conjunto, el catolicismo y la Iglesia argentinos afrontaron la crisis de los ’30 en el momento de culminación de todo un período de reforzamiento y reconquista.
La crítica de la Iglesia a la vida social y política del país de los años ’30 era una consecuencia de la interpretación de la historia nacional. Las elites dirigentes cargaban a su juicio con la culpa de haber troncado las raíces de la identidad nacional, de haber abandonado el catolicismo como fuente de inspiración en el ejercicio del poder. Durante todos los ’20 y ’30 esta crítica fue alimentada por el pánico sembrado por la difusión del socialismo y del comunismo. El anticomunismo católico acercó a la Iglesia a sectores de la elite y los sectores medios. “Dios o Lenin” era la alternativa que la Iglesia planteaba desde los días de revolución del ’30 y luego cada vez más. Solamente una restauración católica habría de funcionar con eficacia como barrera del comunismo y de la revolución social.
La iglesia era promotora de un proyecto que consistía en la construcción de una nueva cristiandad en el país: ni liberalismo ni comunismo, sino un “totalitarismo católico”. El nacionalismo fue la nota dominante de la Iglesia en los ’30. Según ellos, el liberalismo, el socialismo, el comunismo y las religiones no católicas eran pensamientos perniciosos y también “ideologías extranjeras” importadas al país. Nación y catolicidad se impusieron como términos equivalentes e intercambiables y el catolicismo se erigió como una “ideología nacional”. Sobre estas bases ideológicas surge un movimiento nacionalista. La Iglesia apoyó a estas organizaciones nacionalistas que contaban entre sus dirigentes a prestigiosos sacerdotes. En 1935 este proceso podía ser definido como un catolicismo nacionalista.
Durante la década del ’30, el objetivo de la Iglesia fue instaurar en el país un régimen de nueva cristiandad. La iglesia identificó como prioridad la cristianización del estado. Una vez obtenida ésta, habría podido realizarse una política más eficaz de recristianización de la sociedad en su conjunto. Pero el estado era liberal y los canales de acceso para su transformación eran los partidos políticos, el Congreso, las elecciones. La recristianización no podría darse sino a través de otros canales, y el canal principal fue el Ejército. Puede afirmarse una coherente y orgánica “vía militar hacia la cristiandad”. ¿Por qué la Iglesia identificó en el ejército al potencial vehículo de la recristianización del estado? En 1º lugar, sobre la base de que aquel era la institución pre-liberal más importante. En 2º lugar, porque el Ejército era una institución nacional que abarcaba todo el territorio y era popular. En 3º lugar, porque por su estructura era opuesto a una institución liberal, ya que se fundaba en valores como el respeto a las jerarquías, el orden, etc. Y en 4º lugar, porque en la crisis del régimen liberal, el ejército emergía cada vez más como un factor de poder decisivo.
El desorden social y la amenaza comunista fueron el motivo de acercamiento entre Iglesia y Ejército. En un primer momento, el Ejército recurrió a la Iglesia para mantener la disciplina en sus filas. Pero para la iglesia, si el ejército era el vehículo para la recristianización del Estado, era necesario recristianizar el ejército. Este proceso arrancó después de la revolución del ’30, durante la presidencia de Justo.
Cuando el 4 de junio de 1943 los militares tomaron el poder, la Iglesia fue parte y causa, y acogió con entusiasmo lo que venía. La iglesia se asignó a sí misma el rol de encarnación y tutora de la identidad nacional. En ella triunfó el rechazo a considerarse parte de una comunidad formada por entidades políticas, culturales, ideológicas y también religiosas, diferenciadas. El bloque construido por la Iglesia y Ejército cumplió un rol crucial en la historia política argentina, basada en la defensa del nacionalismo como identidad de catolicismo.

STANLEY – El populismo en América Latina.

Para Weffort, el populismo sería particular de América Latina y se habría dado por las consecuencias inmediatas de la crisis de la postguerra. Al estudiar el “varguismo” en Brasil, afirma que “el populismo es producto de la larga etapa de transformaciones por que pasa la sociedad brasileña desde 1930. Para Weffort es un fenómeno que se representa como la emergencia de las clases populares en el escenario político. Emergencia que es posible y aparece como la responsable de la ruptura de esa hegemonía oligarca liberal. Por su parte, el estado es un “estado de compromiso” (compromiso con las masas) y al mismo tiempo un “estado de masas” (incluye a estas a la vida política).
Gino Germani dice que el populismo es un fenómeno que ocurre en una situación de “transición” de una sociedad atrasada, pre-capitalista, hacia la sociedad moderna: industrial, urbana y capitalista. Torcuato Di Tella entiende al “populismo” como un movimiento político que cuenta con el apoyo político de las masas movidas por una insatisfacción. Octavio Janni cree que se trata de un fenómeno que tiene su aparición en la crisis capitalista mundial: “El populismo constituye una etapa del movimiento político obrero que corresponde al lapso en que los precursores de la urbanización, la industrialización y el crecimiento del sector terciario transformaron la composición interna de la sociedad”.

EL POPULISMO DE BRASIL: GETULIO VARGAS. 1930 Marca un punto de ruptura en la historia brasilera; la llamada revolución del ’30 que acabó con la Primera República dio lugar a un período denominado la “era de Vargas”, período donde se establece una nueva forma de organización del estado; los primeros años, bajo la influencia del “tenentismo”, conformando una republica unitaria, nacionalista y reformista, en oposición al federalismo oligárquico de las elites regionales. Esto fue favorecido por la 1º GM, la presión industrial y la crisis del café. El nuevo estado dejó de representar los intereses de la burguesía del café, dislocada por la crisis. El gobierno de Vargas asumió el papel de árbitro y mediador de las disputas internas. En 1932, frente a la “Revolución Paulista”, último intento oligarca para recuperar el poder, Vargas se coloca como mediador entre la oligarquía y el tenentismo, fortaleciendo su posición conciliadora.
En 1934 fue aprobada la nueva constitución (unitaria) intervencionista en lo económico y liberal en lo político. Por un lado decretaba las autonomías estaduales y fortalecía el Congreso, por otro, imponía un fuerte control a través de elecciones indirectas para presidente, mientras implementaba los derechos sociales.
En 1935 se produjo la “Intentona comunista” (quisieron hacer de Brasil un país comunista pero no tuvo trascendencia), suceso que le prestará al presidente argumento para, dos años más tardes, instaurar el “Estado novo” y establecer su pleno dominio político. Fue un golpe comandado por el propio Vargas, cuyo objetivo principal era crear instituciones capaces de imponer el poder del Estado y mostrarse con la capacidad suficiente para combatir el comunismo y el caudillismo. En el 37’ esta experiencia unitaria se extendió hasta el ’45 cuando cae la dictadura del “Estado novo” tras un movimiento militar. El dictador tuvo plenos poderes y si algo caracterizó al régimen fue el máximo grado de participación del Estado en todos los asuntos.
Otra novedad fue la creación de autarquías especiales que atendían todos los rubros de la economía. Con respecto al problema social, el Estado incorporó una legislación muy próxima al estado corporativo. El estado reglamentó el trabajo de hombres, mujeres y niños, otorgando la jornada de 8 horas, el salario mínimo, vacaciones, estabilidad laboral, indemnizaciones, etc. Acabó con la autonomía sindical, y sólo existiría un sindicato nacional por cada trabajador. Por otra parte, Vargas implementó una política internacional pragmática aunque no siempre ética. Coqueteó con la Alemania nazi y en el año ’40 firmó un pacto con EEUU cuando Roosevelt visitó el país por el cual, a cambio de la utilización de las costas del noreste como base para las naves y aviación aliada, Brasil recibiría una ayuda por 200 millones de dólares en armamentos y créditos blandos, que le permitieron financiar el proyecto de industrialización.
El “Estado novo” fue un estado autoritario que se transformó en el principal instrumento de acumulación capitalista al servicio de la burguesía industrial brasilera. Vargas no logró nunca ser el líder de un movimiento unificado y homogéneo, pero sí consiguió apoyo en los sectores obreros y medios, pero en el interior, rural y arcaico, deberá buscar su sustentación en las viejas maquinarias de clientelismo de la oligarquía. El populismo brasilero nunca consiguió construir un lenguaje político de dimensiones nacionales como Perón y Cárdenas.

EL POPULISMO MEXICANO: LÁZARO CÁRDENAS. La crisis del ’29 también repercutió en México. La situación económica se había agravado con la caída del precio de la plata, lo que llevó a una crisis de la minería alcanzando al oro, el cobre y el zinc, cuyos precios también cayeron. A esto deberá agregarse un balance negativo de la revolución. Calles, uno de los líderes políticos de mayor peso en los años ’20, había intentado rescatar las banderas revolucionarias, y proponía la consolidación de las instituciones políticas. Pero será Lázaro Cárdenas, quien llegó al poder en 1934, a través de elecciones, como candidato del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y gobernó hasta el ’40, quien consiguió dar un nuevo rumbo a la política mexicana con un gobierno populista. Cárdenas impulsará la reforma agraria, pendiente desde la revolución. Entre el ’35 y el ’40 se distribuyeron una media anual de 3 millones de hectáreas, entre unos 129 mil campesinos, a un promedio de 22,5 hectáreas por unidad. Esto se correspondía a una concepción “agrarista” según la cual era posible asegurar el éxito económico por esta vía de explotación de la producción de la tierra. El proceso de distribución de tierras fue acompañado por la construcción de obras de regadío y programas crediticios por parte del Banco Nacional de Crédito Ejidal. Política que permitió una modernización de la producción agraria. Paralelamente se dinamizó dos aspectos: salud pública y salubridad, con la construcción de hospitales, campos de descanso para obreros y la creación del Departamento de Asuntos Indígenas, que estableció escuelas y centros de salud. En cuanto a la educación se promovió la “escuela socialista” que era gratuita, obligatoria y de asistencia infantil.
En este período se avanzó a la sindicalización de los obreros industriales y los campesinos, tuvieron particular importancia los sindicatos de los empleados públicos y el de los petroleros. Consiguió neutralizar la figura de un viejo líder sindical, Morones, quien desde 1927 controlaba la Confederación Regional Obrera Mexicana.
La meta era la centralización del poder, que permitiera al Estado tener bajo control a los sectores medios y populares. Cárdenas impulsó la renovación del PNR, excluyó al viejo líder Calles, obligándolo a exiliarse; y llegó a un acuerdo con la Iglesia, de modo que tuviera una posición prescindente en el campo de la política nacional y permitiera al Estado quedar a resguardo de nuevas tentativas reaccionarias. El ejecutivo creció en centralización, coadyuvando a la consolidación del Estado, que además, se fortaleció a la sociedad.
En el caso mexicano, el populismo se manifestó como un desdoblamiento de la Revolución. La burguesía conscientizada de su rol, mostró su fase más progresiva en el gobierno de Cárdenas. El presidente actuaba como el espejo de esa burguesía, que había aprendido que en las reformas, estaba el secreto de su supervivencia.
Volviendo al populismo, éste se caracteriza por la emergencia de las clases populares en las luchas sociales y políticas. Otra cuestión tiene que ver con la imagen de un líder carismático: se da una manipulación de las masas por parte de este líder, pero esta manipulación corresponde a la satisfacción de aspiraciones esperadas.

WEFFORT – El populismo en la política brasileña.

El populismo expresa el período de crisis que atraviesan a la vez la oligarquía y el liberalismo, siempre muy ligados en la historia de Brasil; también expresa la democratización del Estado que debió apoyarse en algún tipo de autoritarismo, sea el autoritarismo institucional de la dictadura de Vargas, sea el autoritarismo paternalista o carismático de los líderes de masa de la democracia de posguerra (1945-1964). El populismo expresa la emergencia de las clases populares y la necesidad de incorporarlas al juego político. Desde 1945 hasta 1964 muchos líderes buscan asegurarse la adhesión popular. Cada uno tiene su “estilo”, su política y su ideología. El populismo sirvió para manipular a las masas, pero esta manipulación nunca fue absoluta. Representó un medio de expresión de sus inquietudes. El populismo puede significar una organización del poder para los grupos dominantes y, a la vez, la principal forma de expresión política del ascenso popular en el proceso de desarrollo industrial y urbano.

LA CRISIS DE LA OLIGARQUÍA Y LAS NUEVAS CLASES. La revolución de 1930 es el punto de inflexión entre dos épocas. Este movimiento dirigido por jefes oligárquicos (Entre ellos Vargas) abre la crisis del sistema de poder oligárquico, establecido después de los primeros años de la República. Una de las particularidades del proceso de transformación desencadenado en 1930 se trata de la decadencia de los grupos oligárquicos en tanto factor de poder. Se vieron obligados a abandonar las funciones de dominación política para subsistir en las sombras hasta 1945, fecha que obtienen una representación privilegiada en el Congreso. Por otro lado, se observa una tendencia a la ampliación institucional de las bases sociales del Estado. Conviene mencionar la participación de las clases medias y de los sectores burgueses ligados a la industrialización en el proceso que condujo a la crisis del régimen oligárquico. La participación política de las clases populares tiene mucho que ver con las condiciones en las que se instala el nuevo régimen y con la incapacidad de las clases medias y de los sectores industriales de reemplazar a la oligarquía en las funciones del Estado.
El movimiento de la Alianza Liberal contra el antiguo régimen fue el resultado de una transacción entre algunos grupos urbanos de clase media y algunos sectores agrarios que conservaban una posición divergente en el interior del sistema oligárquico.
Las clases medias constituyen una de las fuerzas más importantes entre aquellas que buscan hacer presión para derribar al régimen oligárquico. De estos sectores, constituidos por funcionarios públicos, militares y profesionales, surgen los líderes más radicales de las insurrecciones antioligárquicas de la década de 1920.
La desconfianza en relación con los “políticos” fue siempre una característica del “tenentismo”, designación aplicada a los movimientos dirigidos por jóvenes militares que se constituyeron en los líderes más representativos de las clases medias. Sin embargo, los tenentes no se mostraron capaces o interesados en construir alianzas efectivas con las masas populares urbanas o rurales y sus acciones tendían más hacia un radicalismo romántico que hacía una política revolucionaria eficaz.
En la revolución del 30, los líderes del tenentismo, con excepción de Luis Carlos Prestes, el jefe del movimiento que ingresa al comunismo, se asocian con algunos de sus antiguos enemigos para promover la caída del poder oligárquico. La divisa de un jefe de la oligarquía que participa en la Alianza Liberal es reveladora de la actitud de este movimiento en relación con las masas populares. La Alianza Liberal sólo aspira a atender una muy pequeña parte de las aspiraciones populares y buscaba prevenir un posible movimiento popular.
La incorporación de las clases populares al juego político dependerá del curso ulterior de los acontecimientos y de la inestabilidad característica del nuevo equilibrio de poder que se establece a partir de la crisis oligarca.

ESTADO Y CLASES POPULARES. La exclusión de las clases populares de los procesos políticos fue una de las características notorias del régimen derribado en 1930. La promoción de la participación popular no se realizará a través de los grupos dominantes puesto que vieron con malos ojos el ascenso político popular. La promoción de las masas dependerá de nuevas condiciones específicamente políticas creadas por la crisis de la oligarquía y, fundamentalmente, de la incapacidad, manifestada por todas las fuerzas sociales que componen la Alianza Liberal, para establecer sólidamente las bases de una nueva estructura del Estado.
El nuevo gobierno deberá pasar por un largo período de inestabilidad que se prolonga hasta 1937, cuando se establece la dictadura. Hay numerosas crisis derivadas de las luchas entre los tenentes y los jefes de las oligarquías. Sin embargo, los problemas no emergen solamente de las confrontaciones con la oligarquía que había perdido sus funciones de dominación. Los sectores de la clase media radical se agrupan, bajo la dirección de Luis Prestes, en la Alianza Nacional Libertadora (ANL) y los sectores de derecha encuentran expresión en el integralismo, movimiento de estilo fascista que trata de conquistar las simpatías de Vargas. La estabilidad del nuevo régimen sólo será alcanzada con la derrota de estos dos movimientos. La insurrección del ANL en 1935 dará a Vargas la posibilidad de consolidarse como jefe de gobierno apoyándose en las fuerzas interesadas en combatir al comunismo.
La derrota política de las oligarquías en 1930 no afectó el control que ellas conservaban sobre los sectores principales de la economía. La derrota no pudo hacer olvidar que la exportación de café continuaba y continuaría siendo el elemento central de la situación económica. Los grupos oligárquicos que ocupan las nuevas posiciones de mando son marginales respecto de la economía de exportación y sus intereses particulares no podrían servir de orientación a una reorganización global del poder.
En estas condiciones, el nuevo gobierno no podrá más que moverse siempre en un contexto complejo de compromisos y conciliaciones entre intereses diferentes y a veces contradictorios. De ninguno de los grupos participantes se podría decir que ejerce con exclusividad el poder o que ha asegurado una hegemonía política.
En estas condiciones de compromiso e inestabilidad se forman algunas de las características más conocidas de la política brasilera en ese momento; entre ellas, componentes de lo que se convertirá en esencial en el populismo: la personalización del poder, la imagen de la soberanía del estado sobre el conjunto de la sociedad y la necesidad de la participación de las masas populares urbanas. La nueva política es diferente de la anterior: ya no constituye la expresión de intereses de una sola clase social.
La dictadura sirvió para consolidar el poder personal de Vargas e imponer la soberanía del Estado a las fuerzas sociales presentes. Vargas encontrará la manera de responder a todo tipo de presiones sin someterse a los intereses de ninguno de ellos. Se trata sin dudas de un estado burgués, sin que pueda hablarse de una democracia burguesa tal como ella es concebida en la tradición europea. Si fuera necesario designar de algún modo esta forma particular de estructura política, diríamos que se trata de un Estado de Compromiso, que es al mismo tiempo un Estado de Masas. Los límites del populismo: 1) la eficacia del líder populista en las funciones gubernamentales dependerá del margen de compromiso que exista entre los grupos dominantes y de su habilidad personal para resolver los conflictos como árbitro. 2) La manipulación populista estará siempre limitada, por parte de las masas populares, por la presión que ellas pueden ejercer y por el nivel creciente de sus reivindicaciones.

PRESIÓN POPULAR Y CIUDADANÍA. El condicionamiento del ascenso político de las clases populares por el Estado también sufrió la interacción de factores ligados al propio comportamiento popular. ¿Cómo podría analizarse la participación política de clases sociales sin tener en cuenta la gran heterogeneidad interna de cada una de ellas? Obreros industriales, obreros agrícolas, obreros urbanos no industriales, trabajadores urbanos por cuenta propia, o rurales sin salario, etc. En estos sectores existen diferencias marcadas con relación a las condiciones de vida, las relaciones de trabajo, etc. Además, ninguno de estos sectores podría ser considerado como un grupo políticamente homogéneo. Ciertamente se puede hablar de clases populares o de masas populares. Las relaciones políticas que las clases populares urbanas mantuvieron con el Estado y con otras clases fueron, podría decirse, relaciones individuales de clase, el aspecto específico de las relaciones es el encubrimiento de su contenido de clase, de tal manera que la posible significación clasista allí presente no puede ser entendida sin que se pase primero por sus expresiones individuales.
Vargas, apoyado en el control de las funciones políticas, otorga a las masas urbanas una legislación que comienza a formularse en los primeros años de gobierno provisorio y que se consolida en 1943. La legislación está limitada a los sectores urbanos: ellos poseen la mayor capacidad de presión sobre el Estado y una tradición de lucha. La restricción de la legislación laboral a las ciudades tiene la ventaja de satisfacer a las masas urbanas sin interferir con los intereses de los granes terratenientes. El contenido social de la manipulación ejercida sobre la legislación laboral va más allá del juego personal del jefe de Estado, fue sobre actos de esta naturaleza que Vargas construyó su prestigio y obtuvo la confianza necesaria para hablar en nombre de las masas populares.
Una vez que se ha establecido la legislación laboral como derecho, cuando un asalariado reivindica la puesta en práctica de una disposición legal precisa, aquella relación original de “donación” desaparece. Lo que cuenta de ahora en más es el ciudadano que reivindica sus “derechos” de hombre libre en las relaciones de trabajo. La reivindicación de la ciudadanía es uno de los aspectos fundamentales de la presión popular realizada sobre el estado en los últimos años.

EL ESTADO EN CRISIS. La joven democracia brasileña tendrá como sustento el mismo compromiso social vigente antes de 1945: ella funda su legitimidad sobre las masas urbanas y sobre sus jefes, los líderes populistas. Por 1º vez en la historia de Brasil, las masas urbanas aparecen libremente en la política. En los primeros años de la democracia reaparece la figura de Prestes, líder del partido comunista. Pero el PC fue declarado ilegal en 1947 con pérdida de influencia sobre las masas.
La continuidad del mismo esquema de poder se expresa en el hecho de que el sistema de partidos se basaba sobre 2 grupos creados por Vargas al término del régimen, dictatorial, agrupaciones que traducen el compromiso social sobre el cual se apoyaba la dictadura. El Partido Social Democrático (PSD) debía ser la expresión de los conservadores agrarios. El Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), funcionó sobre todo como un aparato personal de su fundador. El tercer partido, la Unión Democrática Nacional (UDN), se había formado durante la campaña a favor del derrocamiento de la dictadura, apoyándose en grupos urbanos de clase media. Este partido se caracterizaría como un partido de derecha.
A pesar de las semejanzas con el período anterior, ésta es la etapa en que se hace más claro el enfrentamiento entre las fuerzas sociales en el gran compromiso que sirve de sustento al Estado y es también la etapa en que ese compromiso entra en crisis.
La oposición de la derecha a la toma de poder por Vargas en 1950 y la crisis de 1954, son algunos de los episodios de la inestabilidad que parecía marcar el fin del escenario político surgido en 1930. En los últimos años del período democrático, la presión popular sobre la estructura de las instituciones se hace cada vez más fuerte. Comienzan a surgir huelgas de trabajadores, crece la importancia de grupos nacionalistas, se moviliza la opinión pública, son algunos de los hechos que anuncian la emergencia de un movimiento popular de nuevo estilo. Este movimiento planteaba problemas cuyas soluciones implicaban cambios de base en la composición de las fuerzas sociales en que se apoyaba el régimen.
Aún en la fase final de la democracia, el marco político continuó siendo el del populismo. La importancia política de las masas había dependido siempre de una transacción entre los grupos dominantes y esta transacción se encontraba ahora en crisis. A pesar de las intenciones de algunos de sus líderes, el régimen se encontraba condenado por la fragilidad del populismo, que se mostró incapaz de mantener el equilibrio de todas las fuerzas y de ejercer un control eficiente sobre el proceso de ascenso de las masas.

ALTAMIRANO – Bajo el signo de las masas.

DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL A LA PERONISTA. A comienzos de los ’40 los nacionalistas seguían siendo una minoría, pero ya no eran el exiguo núcleo que había hecho sus primeras armas políticas en 1930; los grupos nacionalistas habían proliferado. Una nueva generación de intelectuales y militares, formados en Cursos de Cultura Católica que contaba con simpatizantes en el ejército, reclamaban el fin del estado liberal.
Cuando se produjo el golpe del 4 de junio de 1943 la historia pareció concederles lo que pedían: la Revolución Nacional. La figura de Perón, quien no tarda en ser reconocido como el hombre de la revolución, se recortó sobre este fondo de deseos y expectación. En términos políticos la sociedad fue breve, pero ideológicamente dejó huellas perdurables en el discurso de Perón, quien extrajo del nacionalismo varios de sus temas y consignas: justicia social y soberanía política. Hasta la revolución, diría Perón, habían reinado la injusticia social y el desorden en las relaciones laborales. Pero, a partir de ese momento, se iniciaba la “era de la política social argentina”. Había una deuda que pagar con “las masas sufridas” y esta misión era asumida por él. Era necesario que el estado saliera de su indiferencia y actuara como regulador de las relaciones sociales, que no se opusiera, sino que promoviera el ordenamiento de los obreros. Únicamente el egoísmo de quienes quieren seguir prosperando con la injusticia podía oponerse a la obra de la Secretaría de Trabajo y Previsión.
En conexión con la preocupación por el ordenamiento de los grupos, brotaba otro tema: el de la organización. Sin organización, la sociedad se precipita en la disolución y la anarquía.
Al repertorio de discurso se añadió el de las perspectivas económicas y sociales de posguerra en la 2da mitad de 1944. Una de las disertaciones de Perón, la que dio en la Universidad de La Plata en junio del ’44 giró en torno a dos asuntos: el concepto de “nación en armas” y el desarrollo industrial del país. Con el primer concepto desarrollaría la idea de que las características de la guerra moderna imponían la necesidad de una preparación coordinada de todas las actividades del país y la movilización de la opinión popular. En el marco de esta concepción aparecería el tema de la industria. El desarrollo unilateralmente agropecuario, el escaso interés del capital extranjero y la imprevisión del Estado habían cooperado en el retraso del crecimiento industrial del país. “La defensa nacional exige una poderosa industria propia y no cualquiera, sino una pesada”. En esta misma línea hay que insertar la exposición que hizo al constituir el Consejo Nacional de Posguerra. Perón presidía este organismo, y admitía que la actividad económica debía fundarse en la libertad de sus agentes, pero el estado debía intervenir en la economía. Las consideraciones sobre la industria están asociadas con el problema de la defensa de la autonomía del estado nacional, o remiten a la preocupación del equilibrio social. Para Perón lo económico debía autonomizarse de lo social y ambos de la autoridad del Estado.
El término “masas” era un nuevo nombre para la multitud: el apelativo recorre los discursos de Perón. Si se entrecruza a veces con la referencia al pueblo, la representación dominante es la del pueblo-obrero. Las masas son los trabajadores, la “masa trabajadora”. Libradas a sí mismas, sin organización, son un hecho amenazador: “las masas inorgánicas son siempre las más peligrosas para el Estado y para sí mismas. Es un fácil caldo de cultivo para las más extrañas concepciones políticas e ideológicas”. El convencimiento de que se había ingresado a la era de las masas Perón decía haberlo extraído de su experiencia en la Italia de Mussolini, donde había estado comisionado por el ejército. Lo importante es que logró instalarla como convicción generalizada que buscó transmitir en un discurso en 1944 en la Bolsa de Comercio, en el que Perón desarrolló ante empresarios el argumento de que para gobernar a las masas era mejor organizarlas y que los pudientes debían ceder algo si no querían perder todo a causa de una agitación social.
La legislación social promovida por la Secretaría de Trabajo y Previsión terminó por llevar a los patrones del recelo a la oposición. A juicio de éstos, Perón traía la discordia antes que concordia social, la lucha antes que la armonía de clases. El enfrentamiento se expuso en declaraciones y réplicas que arrancó con el “Manifiesto del Comercio y la Industria”, suscripto por entidades empresarias. Las “fuerzas económicas”, decía el documento, habían recurrido al presidente de la Nación, preocupadas por la agitación social que malograba la disciplinada y pujante eficiencia del esfuerzo productor y que se hacía grave por el estímulo recibido por dependencias oficiales. Los firmantes no negaban el problema social, pero denunciaban el clima de provocación y rebeldía. Observaban que desde la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión el espíritu que denunciaban se había introducido en los conflictos laborales. El contraataque de Perón elevó la apuesta. Según él, los estados se clasificaban con una dicotomía: dictadura del proletario, en la extrema izquierda, y dictadura del capital, en la extrema derecha. “La nuestra ha sido una dictadura del capital”. Ante eso, su proyecto era instalar una “nueva forma, creando la verdadera democracia”.
La incorporación de los gremios completó el cuadro de las posiciones y los intereses que se contraponían en torno de la nueva política social. Perón no dejó escapar la oportunidad de devolver los golpes: “Se me ha acusado de exacerbar las pasiones subalternas de las masas, porque he defendido las necesidades de dar a la gente el mínimo indispensable para vivir”. La guerra de solicitadas, como la llamó Perón, culminó con una concentración frente a la Secretaria de Trabajo, esbozando el alineamiento que unos meses después, el 17 de octubre, sellaría la sociedad entre los trabajadores y el nuevo líder. Esa inserción de los trabajadores en la política está pegada a la adhesión al líder que les ofrecía representación. El 17/10, la “revolución de los descamisados” rubricó y afianzó en el nuevo movimiento (peronismo) la sensibilidad populista que sería uno de sus rasgos distintivos. Un nacionalismo de masas, popular, afín con el carácter de la fuerza política naciente, tomó la primacía sobre cualquier otra variante del pensamiento nacionalista.

DEL ANTIFASCISMO AL ANTIPERONISMO. Para la oposición, Perón lideraba un estado fascista. La disolución de partidos políticos, la obligación de la enseñanza religiosa, el neutralismo ante la guerra, la restricción de las libertades públicas, el antiliberalismo y anticomunismo, se colocaban bajo esa definición. ¿Y la política social? Era la faz demagógica del fascismo. “Alpargatas y libros en la historia argentina” fue una contribución del opositor Ghioldi a esa regeneración del tejido colectivo que concebía como una empresa pedagógica. En ellas expuso la tesis de que el movimiento que se había engendrado bajo el régimen militar conjugaba el fascismo con el renacimiento de la montonera y el rusismo. La lucha contra el nuevo movimiento se inscribía así en la causa de la civilización contra la barbarie. Los términos de la antítesis eran la contraparte exacta de la definición que los ideólogos cercanos al peronismo daban del antagonismo: para éstos, era el combate de la Nación histórica y su pueblo por la recuperación nacional y la justicia social contra la oligarquía. La cultura política comunista no añadió nada a esta representación de la antinomia, como no sea un lenguaje más estereotipado y la exaltación del papel de la URSS en la guerra contra el nazismo. Para sus voceros los coroneles del GOU no sólo eran un grupo nazi-fascista que había impuesto una dictadura de ese tipo en el país, sino que buscaban establecer una cabecera de puente en América para abrir el continente a dicha dominación.

LA DOCTRINA SE INSTITUYE. Los 3 primeros años del peronismo fueron de bienestar: crecimiento de la industria y de los salarios, altos precios para exportaciones agrícolas argentinas y expansión del consumo, florecimiento de la legislación social y sindicalización masiva. En 1946, a poco de asumir Perón a la presidencia, se publicó con su firma el volumen Doctrina Revolucionaria: “La Revolución no puede consolidarse y afianzarse si no cuenta con una doctrina expuesta y accesible a todos los sectores de la población”.
El mundo asistía a una acelerada evolución hacia nuevas fórmulas sociales y políticas y era necesario que el país se preparara para esos cambios. “Nosotros –dirá Perón- no hemos hecho más que interpretar este ‘ambiente del mundo’, concientes de que quien esté en contra de la evolución está perdido”.
La idea de gobernar el cambio se conectaba con otra: la de administrar políticamente lo social y lo económico. Ambos debían marchar al mismo paso, evitando que la autonomización de uno conspirara contra el funcionamiento del otro. A esta regulación política, que reforzaba el poder del Estado, Perón la llamaría “economía social”. El año en que el efímero Partido Único de la Revolución pasó a llamarse Partido Peronista, 1947, fue prolífico en actos y ceremonias destinados a simbolizar la Nueva Argentina. Uno de ellos fue la proclamación que hizo Perón de los “derechos del trabajador”. Otra celebración fue la del 9 de julio de ese año cuando el aniversario de la independencia fue asumida por el gobierno como ocasión para rubricar el acta de declaración de la independencia económica. Con el objetivo de realizar la emancipación económica del país, liberándolo del dominio del “capitalismo foráneo”. La promulgación del voto femenino tuvo también su escenificación: el 23/09, en un acto en Plaza de Mayo, donde el presidente firmó la vigencia de dicha ley.
La serie de actos fundadores que distinguieron el año ’47 terminó en diciembre, con el congreso constituyente del Partido Peronista. De acuerdo con el 1º artículo, el Movimiento de la Revolución Nacional alcanzaba su organización definitiva en el Partido Peronista. En virtud del artículo 8vo, si un afiliado del partido ejerciera la primera magistratura de la república, el titular del gobierno sería reconocido como principal autoridad del partido con la facultad de “modificar decisiones de los organismos”. La culminación de reformas sociales y políticas fue la Constitución de 1949, que autorizara la reelección del presidente y vicepresidente. Pese a la oposición de varios partidos, el proyecto se activó. Como se esperaba, en la elección para convencionales el peronismo triunfó. La minoría quedó en manos del radicalismo. El 11/03 se sancionó la nueva constitución, la “Constitución de Perón” que no se limitaba a autorizar la reelección presidencial, pero tampoco era la reforma fascista que había augurado la oposición. La innovación estaba en los derechos y garantías. En lo relativo a la economía, le atribuía al poder pública la facultad de “intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad” si lo exigía la custodia del interés general, nacionalizaba todas las fuentes naturales de energía y establecía la propiedad estatal de los servicios públicos. La conversión de la doctrina peronista en doctrina de la Nación toda había dado su primer paso con la reforma constitucional. Los legisladores radicales debieron jurar dicha constitución. La CGT declaró en 1950 su decisión de constituirse en fiel ejecutora de los altos postulados que alientan la Doctrina Peronista.

INTRANSIGENCIA Y RENOVACIÓN. La victoria del “candidato continuista” era, para los socialistas, el signo de que la crisis nacional continuaba sin resolverse. Para los radicales intransigentes era la prueba palpable de las consecuencias producidas por la táctica de sus rivales en el partido, los “unionistas”, mariscales de una derrota que tenía su explicación en el abandono del yrigoyenismo iniciado bajo la dirección de Alvear. La crisis resultaba indisociable de la crisis de un radicalismo que había perdido su rumbo revolucionario. Por este extravío una parte de los votos radicales habían sido atraídos por Perón. Los comunistas se autocriticaron por errores, eliminaron de sus declaraciones la expresión “nazi-peronismo”. Para todos la nueva situación era anormal, si bien los comicios habían sido limpios. Juzgaban que el triunfo de Perón representaba el triunfo de la constelación del 4 de junio de 1943 y daba legalidad a un proyecto que no había dejado de ser el de la reforma fascista en Argentina.
Los opositores no atravesaron el período ’46-’55 como unidades monolíticas. La aparición y desarrollo del peronismo no sólo les restó votos, fuerzas y dirigentes de segundo rango, sino que provocó brechas y disidencias en su interior. A partir del ’53 se dividió las filas del Movimiento de Intransigencia y Renovación, la tendencia que gobernaba el partido desde 1948, en 2 líneas: la de los partidarios que apoyaba la abstención, abandonar las elecciones y la denominada “combatiente”, que proponía la disputa en todos los frentes.
Los conservadores que reingresaron a la arena como defensores del liberalismo económico, habrán de conocer divisiones análogas a las del radicalismo. Los socialistas y comunistas conocieron otro tipo de problemas asociadas a la definición del peronismo como régimen y movimiento y, de allí, a la táctica adoptada frente a él. Partidos que se consideraban representantes de la clase obrera no podían observar impasibles el hecho que la mayoría de los obreros votaron por Perón y se habían vuelto peronistas.
En el período 46-55, ¿hubo cambios en el pensamiento político de los opositores? Sólo en el radicalismo, que por 1º vez hizo suya una plataforma que llamaría el nombre de “Programa de Avellaneda”. El documento fundador del Movimiento de Intransigencia y Renovación, la llamada Declaración de Avellaneda, se aprobó en 1945, en una asamblea de radicales intransigentes. La oposición al acuerdo con otras fuerzas políticas en la Unión Democrática está expuesta en los términos de un partido que se considera uno entre otros, no el movimiento que encarna la Nación. En cuanto a los postulados, gran parte eran las declaraciones de la juventud radical, como objetivo de la “liberación del hombre y la Nación argentina”, la consigna de que la “tierra será para los que la trabajen” y la de nacionalización de las fuentes de energía y los servicios públicos. El papel político del texto es que le dio definición a una ideología de izquierda democrática, nacionalista, socializante. El triunfo de la coalición peronista creó las condiciones para la ofensiva de los intransigentes, que ahora podían endosar a sus adversarios no sólo el abandono de los principios del radicalismo, sino la pérdida de una mayoría que se tenía por descontada.
El 18/12/46 los 3 integrantes intransigentes de la Junta Ejecutiva (Frondizi, Larralde y Sobral) dieron a conocer un manifiesto político. Este no sólo era doctrinario, sino que anticipaba la cuestión de la actitud política respecto del gobierno peronista. Explicaba la nueva situación política por la crisis del país, indisociable a la crisis de un radicalismo perdido. No obstante, aunque la declaración era crítica respecto del nuevo oficialismo, alertaba contra la tentación que veía surgir en el propio partido: hacer de la UCR un mero recolector de votos opositores. El deber era recuperar su tradición. En 1947 se celebró el 1º Congreso de la Intransigencia, donde se aprobó la Profesión de fe doctrinaria y las Bases de acción política. Este otro documento exponía un programa de reformas políticas, económicas y sociales que revelaban la intención de oponerse y suponer al peronismo por la izquierda. Las divergencias en torno a la táctica opositora dividieron en 1953 las filas del Movimiento de Intransigencia y Renovación. A la hora de designar una nueva conducción, la mayoría se agrupó alrededor de Frondizi.
Al mismo tiempo que el peronismo se aplicaba a desandar el camino del nacionalismo económico y buscaba atraer las inversiones extranjeras, bajo la dirección de Frondizi el pensamiento de la UCR parecía curvarse al nacionalismo de izquierda.

JAMES – 17 y 18 de Octubre de 1945.

El 9 de octubre del 45, Perón fue destituido como vicepresidente y secretario de Trabajo del gobierno militar. En las primeras horas del 13/10 fue arrestado y luego trasladado a la prisión de la Isla Martín García. Meses anteriores Perón fue una figura protagónica ya que comenzó a solucionar reclamos de trabajadores. Su caída en octubre obedeció a que sus camaradas militares estaban preocupados por su política pro obrera y el poder potencial que podía proporcionarle. Esta política pro obrera daría sus frutos luego de la separación a sus cargos. Desde la mañana del 17/10 manifestaciones llegaron a Buenos Aires provenientes de la Capital Federal y otros puntos del país para reclamar la liberación de Perón. En las últimas horas de la tarde colmaban la Plaza de Mayo y entrada a la noche, la movilización obligó a liberar a Perón y permitir que se dirija a los trabajadores.
Los trabajadores, atraídos por Perón, fueron manipulados por las cualidades de éste y los beneficios que otorgaba por sus apelaciones nacionalistas. Estos trabajadores predominaron sobre la clase obrera, y fueron el emblema de la movilización de octubre.
Es importante remarcar, en los dos años anteriores a octubre de 1945 Perón mantuvo relaciones particularmente estrechas con los obreros de los frigoríficos y su incipiente Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne de Berisso, piezas claves en las manifestaciones de octubre de 1945. En la semana posterior a la caída de Perón se hablaba de la huelga en los frigoríficos Swift y Armour. A falta de iniciativa, éstas resolvieron organizar la huelga para el 17. A la tarde del lunes 15, los trabajadores realizaron una manifestación. La multitud marchó durante horas por las calles de Berisso coreando el nombre de Perón y exigiendo su libertad. La misma se repitió a la tarde siguiente. En la noche del 16, Berisso se mantenía expectante. Había corrido la voz que el 17 sería el día de la huelga. Al llegar el día, ya se habían formado piquetes frente a frigoríficos. Estos también se ubicaron en todos los puntos de acceso a la ciudad. Los camiones y tranvías que venían de La Plata fueron volcados y la ciudad quedó aislada. Al mediodía, muchos trabajadores provenientes de frigoríficos, el puerto y la fábrica textil, se congregaron esperando la señal para partir a La Plata. En esta ciudad, hacia el mediodía, manifestantes se dieron cita en el Paseo del Bosque y allí aguardaron la llegada de los de Berisso. Alrededor de las 2 de la tarde, un grupo comenzó a marchar por la diagonal 79, al pasar por una obra en construcción destruyeron el vallado de madera en el intento de asegurar que nadie estuviera trabajando. Luego volvieron al punto de encuentro para seguir esperando el arribo de trabajadores de Berisso, que llegaron a las 4 de la tarde. Los manifestantes tomaron la calle 1 y luego partieron para el centro. A esta altura, la multitud había cobrado una actitud fervorosa y amenazadora. Se detuvieron ante la Universidad, donde cantaron el himno y luego repitieron “¡Alpargatas sí, libros no!”. Por último, avanzaron hacia la plaza San Martín, frente a la Casa de Gobierno y algunos miembros del Comité Intersindical hablaron con el Gral. Sáenz expresando la preocupación por el arresto del líder. En teoría, la manifestación había concluido. Sin embargo, para muchos estaba lejos de culminar. Luego de abandonar la plaza San Martín, pasaron frente al Diario La Prensa, el Banco Comercial y el Jockey Club y desde allí apedrearon a todos estos edificios. La policía no intervino en ningún momento. Al amanecer el 18, los habitantes de La Plata se encontraron con las calles sucias, vidrios rotos y puertas y ventanas destrozadas. No parecían mejoras las perspectivas para esa jornada. La CGT había proclamado que el 18 haría una huelga nacional, respaldando el del día anterior. Desde temprano, adolescentes caminaban en la calle con piedras y palos cantando el nombre de Perón. Cerca de las 10, fue invadida la fábrica de Quilmes y se distribuyeron las cervezas. Los blancos elegidos el día anterior fueron reelegidos para descargar la bronca. Por la tarde, el Comité Intersindical procuraba retomar control. Los dirigentes de la carne de Berisso (sobre todo Cipriano Reyes) habían estado casi todo el día anterior en Bs. As. y a su regreso hicieron un llamamiento a trabajadores para que depusieran sus piedras y palos, a fin de demostrar que quienes habían causado destrozos no eran trabajadores auténticos. Sin embargo, el desorden siguió y a las 22.30 se arrojaron piedras y bombas molotov a edificios de periódicos. A medianoche, la presencia policial hizo que los manifestantes desaparecieran.
¿Cómo debemos interpretar estos sucesos? La esencia de este mito fue, según Reyes, “una revolución popular y pacífica de Latinoamérica y del mundo, que levantó sus banderas de la emancipación de los trabajadores y la liberación de la República”. Las entrevistas que realicé con trabajadores de Berisso que estuvieron en los hechos, me resultaron desconcertantes. Me contaron con frecuencia que en esos días los trabajadores se movilizaron para defender sus reclamos de justicia social armónicamente. La renuencia de los obreros de Berisso a recordar los sucesos del 17 y el 18 debe entenderse en función de la historia posterior y el carácter simbólico que tuvieron aquellos días. Aquel 17 fue el emblema del surgimiento de la clase obrera como fuerza auténtica. A esta significación se le añadió el hecho de que el Estado peronista adoptó este día como fecha decisiva del ritual público y de conmemoraciones nacionales. El nacimiento de Perón como figura nacional estaba ligado a la intervención de los trabajadores, y en cierto sentido él carecía de historia anterior a esa fecha. Admitir los hechos violentos de esa jornada hubiera empañado la legitimidad y autenticidad del significado simbólico. En la cultura popular de la era peronista, los hechos de ese día encarnaron la armonía social y la felicidad de la familia.

TORRE – El 17 de octubre en perspectiva.

El desenlace de la jornada de Octubre puede ser visto como tributario de las transformaciones sociales que acompañaban la marcha de la industrialización, y que se traducían en el crecimiento de los sectores asalariados urbanos y en el surgimiento de las nuevas cuestiones del mundo del trabajo (problemas de legitimidad que afectaban el orden político y el difuso sentimiento de exclusión acumulado en amplias franjas de la población.
Es posible hipotetizar que en la Argentina de la posguerra las cuestiones del trabajo habrían de ganar más relevancia en la agenda pública, en consonancia de un país más expuesto a las consonancias sociales de la industrialización.
En principio eran más de una las formas concretas a través de las cuales era posible plasmar históricamente estos hipotéticos escenarios futuros. Los sindicatos habían iniciado, bajo la conducción de militantes comunistas y socialistas, la lenta pero progresiva implantación entre los trabajadores de las nuevas industrias en expansión y se difundían las primeras experiencias de negociación colectiva bajo auspicio de los poderes públicos.
Con el golpe militar de 1943, la oferta de alternativas institucionales se incrementa, y de manera significativa, porque ahora desde el vértice del poder que se intenta influir sobre el perfil histórico de la Argentina de posguerra.
Quien tiene a su cargo esta empresa es el coronel Perón. Su objetivo es conjurar a tiempo el peligro potencial de un ascenso de las corrientes de izquierda que hace temer el precario estado en que se encuentran las cuestiones del trabajo. Con esta consigna, los poderes públicos irrumpen en la vida de las empresas, imponen la negociación colectiva, alteran las normas laborales, reparan viejos agravios por el decreto. Al tiempo que se pone en marcha la apertura laboral, Perón se dirige a los sectores empresarios invitándolos a colaborar con ella.
En su campaña pública coloca las iniciativas de la Secretaria de Trabajo bajo el auspicio de la doctrina social de la Iglesia, aunque también se advierte en ellas la deuda para con las enseñanzas del fascismo social europeo en su lucha contra la amenaza comunista, de las que ha sido un observador privilegiado en una reciente estadía en la Italia de Mussolini.
Perón busca atraer y cooptar dirigentes y cuadros partidarios, a fin de poner a su servicio máquinas políticas de probada eficacia en la arena electoral. Con el aporte de los dirigentes sindicales que lo rodean en la Secretaria de Trabajo y la colaboración que espera encontrar en las clases patronales, va reuniendo las piezas de la fórmula política con la que aspira presidir la Argentina de posguerra. Así concebido, el de Perón será un intento fracasado.
En Argentina falto entonces la condición que en otros países hizo posible que el mundo de los negocios secundara una política de reformas en favor de los trabajadores, aún el precio de sacrificios inmediatos: la sensación de amenaza ante un movimiento obrero combativo. La fuente de las preocupaciones de los empresarios estaba en la propia gestión de Perón, que alentaba la movilización de las masas obreras y exasperaba las tensiones sociales.
La búsqueda de apoyos entre los partidos tradicionales tampoco encontró en ellos un número apreciable de voluntarios dispuestos a recoger la herencia política del régimen militar.
Entre el proyecto original y este que emerge al compás de las vicisitudes políticas de las coyuntura de 1945 hay una diferencia capital: el sobredimensionamiento del lugar político de los trabajadores organizados, que de ser una pieza importante pero complementaria dentro de un esquema de orden y paz social se convierten en el principal soporte de la fórmula política de Perón.
El llamado a los trabajadores y los sindicatos cierra el paso a todo compromiso, agudiza la polarización política y, por un breve tiempo, parece sellar su fuerte: sus camaradas en el ejercito ceden entonces a las presiones de la oposición y el 9 de octubre es despojado del poder y, tres días mas tarde, puesto en prisión.
Desde hacía quince años, G. Vargas se hallaba en el poder. En 1937, un nuevo golpe militar lo ha ratificado en el gobierno, pero ahora como dictador del “Estado novo”, un régimen organizado según los lineamientos del corporalismo fascista, bajo el que presidía.
A diferencia de la Argentina. Brasil había escogido la causa de los países en lucha contra las potencias del Eje y enviado tropas a los campos de batalla de Europa.
Brasil era parte de la coalición militar antifascista, al mismo tiempo, era gobernado por una dictadura. Era preciso que reorganizara sus instituciones políticas. Vargas pone en marcha la apertura en febrero de 1945.
La liberación política es concebida por Vargas como un ajuste pragmático al nuevo clima internacional y no entraña un desmantelamiento del Estado Novo.
Vargas cuenta con el control del aparato estatal y la creación de dos partidos en los que distribuye el personal político de su coalición de apoyo, y el Partido Social-Democrático (PSD) Y EL Partido Trabalhista Brasileiro (PTB).
La oposición liberal a Vargas se nuclea en la Unión Democrática Nacional (UDN). Hacia mayo de 1945, la lucha por la presidencia esta entablada entre dos partidos, uno a favor y el otro en contra del Estado Novo: sus candidatos no logran un gran impacto popular.
En ese momento entran en escena política las masas obreras poniendo fin a un largo período de pasividad.
Los dirigentes de la UDN, abandonan entonces toda cautela: reclaman abiertamente la intervención de los militares para salvaguardar el proceso de democratización y proponen una salida similar a la de la oposición  argentina, la transferencia del poder a la Corte Suprema a fin de que ésta organice los comicios de diciembre.
La noticia del desplazamiento de Vargas no provocó una reacción popular semejante; antes bien, las masas obreras que hasta entonces descendían arrolladoramente sobre la escena política acogieron en forma pasiva el desenlace.
Entre una masa obrera poco organizada, que mantiene relaciones difusas y directas con un liderazgo de tipo paternalista y un movimiento popular igualmente identificado con una conducción política externa a él pero basado en los sindicatos, hay un significativo contraste y éste es el que separa la experiencia de Getulio Vargas en Brasil y la de Perón en la Argentina.
El desplazamiento de Vargas el 28 de octubre no implicó la quiebra definitiva del Estado Novo.
Realizadas en diciembre las elecciones previstas, la victoria correspondió al candidato del PSD, el general Dutra.
El nuevo texto legal reestableció las libertades políticas pero ratificó en sus líneas generales los pilares de la organización estatal preexistente.
Dos fueron las propuestas que jugaron su suerte frente al electorado. La primera es aquella que, a la distancia, es posible asociar con una victoria eventual de 

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